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Había algo en sus besos que se tornaba adictivo en medio de todo, un imán que le impedía alejarse por más que quisiera, por más que fuera lo correcto y estuviese consciente de ello. Era la forma en que sus manos apresaban su piel, como su boca surcaba por su cuerpo en besos y gemidos ahogados, la manera en que su nombre salía de esos labios que tenían su marca tras cada encuentro. 

Jimin amaba a Yoongi. Loca, egoísta y apasionadamente. De esos amores en que podían pasarle por encima a cualquiera con tal de estar junto a su alma gemela, su otra mitad, quien la luna había puesto allí para él aunque se dieran cuenta de la forma menos oportuna. Amaba cada centímetro de él, sus intereses, su actitud infantil, su alma, sin importar cada defecto que definía al alfa. 

Estar junto a él era un sueño, el cual necesitaba mantenerse. Porque sabía que cuando su encuentro terminara y Yoongi pasara por su puerta sin su aroma, volvería a pertenecerle a otro omega, y solo quedarían los rastros en su memoria por el resto de la fría y cruel noche que se ensimismaba en torturarle.

—Te amo —suspiró contra sus labios, disfrutando de las gotas de sudor que bajaban por la unión en sus pechos y se perdían en su torso—. Te amo demasiado. 

Yoongi acarició sus mejillas, su pulgar jugando con la esquina de su labio. Jaló de este, mordiéndose el propio con su mirada fija en el movimiento de sus dedos. Se notaba ensimismado, como si estuviera observando una obra de arte ante sus ojos. —Eres hermoso... el más hermoso —susurró, antes de atajar sus labios con su boca en un beso lento pero duro, justo cómo se había adentrado en su cuerpo hace no mucho. 

Sin embargo, el omega no podía dejar de pensar en las palabras de Jungkook días antes. Yoongi había pasado su celo a su lado, poseyendo su agotado cuerpo hasta que ya no podía más. Pero se iría nuevamente a ser el alfa de otro, a dejarle solo con el vacío en su cuerpo y su lobo llorando y rasgando en su interior. 

—Necesitas decirle, Yoongi... Yo ya no puedo con esto —suspiró, pegando su sudorosa frente a la suya—. No puedo seguir actuando como un calienta camas nada más. 

—No digas estupideces, jamás has sido eso —Yoongi acomodó los cabellos que caían en su flequillo, y Jimin quería creerle... realmente quería. Pero... 

—¿Entonces por qué solo me buscas cuando estas caliente, huh? Jamás te he pedido más de lo que me das, pero si me amas, ¿Cómo puedes estar con otro? Y no me lo niegues... se que te acuestas con Taehyung. Apestas a él y a alfa excitado demasiado seguido —negó con la cabeza, su cuerpo enderezándose para bajarse de encima del alfa con una mueca profunda en su expresión—. No me merezco esto. 

El alfa resopló, dejándose caer agotado en la almohada. Aún su cuerpo estaba caliente, el sonrojo en sus mejillas presente y debía hallarse exhausto después de su celo. Lo entendía, pero igual se negaba a dejar aquel tema de conversación tan importante para después como siempre. —Te he dicho que no es tan fácil, amor, no sabes todo lo que me vendría encima si dejo a Taehyung.

—¡Pero eso es lo peor, yo dejé y herí a alguien que me amó de la forma más pura en que se puede a amar a alguien! —con rudeza, buscó sus interiores para ponérselos, luchando con la sabana que se enredaba en su cuerpo desnudo sin cuidado—. Y tú eres incapaz de sacrificar lo que tienes. A veces dudo de lo que sientes, Yoongi, de verdad lo hago. Y me tienes cansado. 

¿Qué quería, exactamente? ¿Que defraudara a su familia, que se fuera a la quiebra, que perdiera su beneficioso empleo por simplemente no saber manejar la situación? 

Pero eso frustraba a Jimin. El alfa se negaba a entender lo que sentía por él, no por su dinero. —Vístete y te vas. Ahora mismo no te quiero ver. 

House of cards ᵃᵈᵃᵖᵗᵃᶜⁱᵒⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora