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Taehyung no sabía cuánto podía dividir el monopolio a una familia; ahora ante sus ojos Jungkook, Soyeon y Jiwoo estaban en una acalorada discusión gracias a que Jiwoo se había encargado del banco y, consiguientemente, se dedicó a robar billetes de forma descarada. Recordó darse cuenta, pero a la vez sin decir nada. Observar a Jungkook apuntar dedos con la cara roja era increíble, sacándole risotadas mientras mantenía a Dohyun en sus piernas para evitar que fuera a destrozar todo el tablero. 

Podía observar a la madre de este, ¿Jinshil? Observándole con aprehensión en su rostro mientras fingía mirar a su marido quien también jugaba. Algo le decía que no era de su agrado, y lo incomodaba, pero Dohyun estaba contento con él y no tenía razones para sentirse inseguro. Todo estaba bien... sí, todo más que bien. 

Mientras Sujin comía los tteoks que Seohee había acomodado en la mesa del comedor, caminó hasta sentarse junto a él donde hace no mucho estuvo Jungkook. El alfa se había lanzado al piso apenas Jiwoo sacó la caja del juego. —Cocinas muy bien, ¿Te gusta hacerlo?

—Algo así. Mientras no sea por obligación —respondió sin pensarlo mucho, su cabeza volando hacia imágenes de sus primeras cenas con su esposo. Yoongi en aquella época había estado más presente, y aunque el labor de la cocina quedara totalmente delegado a él no le molestaba. Pero hacia ya tiempo esto se transformó en una rutina que dejó de convencerle del todo—. Los postres son mis favoritos. 

—Los míos igual. Mamá Soyeon siempre fue buena en esas cosas, Jungkook y yo le robábamos y ella fingía que no se daba cuenta. Luego mamá Seohee la regañaba porque nos dolía el estómago —Sujin se rió, limpiándose la boca con el dorso de su mano para luego sacudirse los restos del dulce—. Deberías enseñarle a Jungkook a cocinar, quizás así no le tendríamos miedo a que nos envenene. 

—Es un alfa, ¿No? Al final del día no importa mucho si lo sabe hacer —Taehyung musitó, terminando por dejar ir a Dohyun hacia su madre. Tenía su teléfono en mano pero daba igual; Yoongi le llamó solo una vez, supuso que poco le importaba y estaba bien con eso. O al menos de eso se convencería. 

—Claro que no, lo ofenderías si le dijeras eso —Sujin frunció el ceño, antes de suspirar y posar su mano en su rodilla. Rememoró que Jungkook también tenía esa costumbre, y lo hizo sonreír—. Mi hermano no le ha dicho a nadie de aquí que eres casado, pero a mí sí. Tenemos mucha confianza y- Taehyung, si tu esposo te ha hecho sentir de esa forma, si te hace sentir que esos estereotipos son válidos y tu obligación, no vale la pena. No quiero sonar de esta forma, pero Jungkook jamás te haría sentir así. 

—Entre Jungkook y yo no hay nada —trató de articular, sus mejillas llenándose de un rubor considerable—. Él es... solo somos amigos, nos conocimos hace unos seis meses en realidad. 

—No tienes que explicármelo, Taehyung. Ustedes sabrán —la voz y la expresión de Sujin eran suaves y cálidas, y la omega rápidamente cambió de tema para hablarle de su trabajo y cuestionarle sobre sus intereses. 

El tiempo pasó relativamente rápido, y cuando el reloj digital de la sala se acercó a las cinco y media, la puerta volvió abrirse con nuevos miembros familiares. Era tierno lo unido que Jungkook era hacia sus allegados, porque saltó como un niño a saludar a una pareja de hombres que lo recibieron con la misma emoción. 

Su propia familia era bastante contraria a lo que estaba viendo ese sábado, la perfecta familia de revista de puertas para afuera, pero internamente estaba más rota que la vasija de porcelana que su madre lanzó años atrás al descubrir una de las tantas infidelidades de su padre. No conocía mucho a sus tíos, parecían familias aparte que solo se veían por intereses de por medio. Jamás convivió con sus abuelos. Todo siempre fue sus padres y Chanyeol, dos núcleos apartados de él, dos entidades desprendidas. 

House of cards ᵃᵈᵃᵖᵗᵃᶜⁱᵒⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora