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La sensación de que todo se estaba derrumbando era avasallante, imposible de sacudir y también de ignorar. Cubrir todo lo que estaba sintiendo y todo lo que le estaba afectando era como querer cubrir el sol con un solo dedo.

Cada fracción de decepción que Taehyung experimentaba dolía más que la anterior, y difícil era pensar cómo podía pasar de encontrarse tan bien a estar llorando en su auto mientras manejaba sin rumbo en la autopista. Terminó dirigiéndose a una dirección que no frecuentaba hacía meses ya, porque sabía más que bien que no encontraría un mejor consejo que con su vieja amistad.

Namjoon había sido amigo de Yoongi en su adolescencia, y raramente el único que hizo el intento de hablarle en sus tardes en la mansión de los padres de este. Taehyung siempre frecuentaba la piscina, sentándose en las sillas reclinables a observar las luces del agua por su cuenta. Si bien adoraba estar con la hermana de Yoongi, a veces necesitaba estar solo.

El alfa era también un alma solitaria. Y de vez en cuando se sentaba a su lado a hablarle sobre el clima, o sobre las tonterías que hacían Yoongi y los otros, hasta el punto en que la confianza se acrecentó y Namjoon terminó siendo su amigo y solo un conocido de Yoongi.

Había sido pésimo en mantener el contacto, lo sabía, ni siquiera yendo cuando Namjoon tuvo a su hija con su esposa. Se había casado casi tres años antes con una amable omega de clase media; Taehyung la conoció solo un par de veces. Vivaz, muy pequeña pero llena de energía. Compensaba a la perfección al pensativo y relajado alfa.

Supuso que al casarse con Yoongi se había distanciado de todo lo demás, y ese había sido un grave error.

Por eso se sintió apenado al llegar a la dirección. La casa era modesta en tamaño, pero se veía morderna y estaba ubicada cerca de un centro comercial y una gran plaza. Era una buena zona, Namjoon debió encargarse de ello.

Cuando lo recibió, casi llora de la pena al ver la genuina sonrisa de su amigo, como si realmente se lo mereciera. Abriendo la puerta por completo era fácil observar su apariencia, y darse cuenta de sus horribles sandalias y su camisa enorme a par de sus bermudas desaliñadas. No, no había cambiado del alfa adolescente. En su adultez Namjoon seguía igual, quizás incluso más relajado y pleno.

—¿Es navidad, cuando acontecen milagros? —bromeó el más alto, y es que cada vez lucía aún más grande. O quizás él se hacía más pequeño.

—Joon... —sonrió, y no era una mueca forzada. Se hallaba honestamente feliz de poder verlo cuando más necesitaba a alguien en quien confiar—. Te he extrañado.

—No parece, casi tenía que enviar un equipo de rescate a ver si Yoongi no te tenia secuestrado. Ya casi ni respondes mis mensajes —claramente, era el peor de los amigos. Su mirada avergonzada lo delató—. Solo bromeo, Taehyung. Pasa.

Fue recibido con un brazo por sus hombros, atrayéndole en medio abrazo hacia el alfa. Su aroma a té verde lo invadió, haciendo que su omega buscase confort en la cercanía familiar. —Perdóname el desorden. Yunah es la bebé con más energía que he visto.

La bebé debía tener ya unos siete u ocho meses, supuso. Suficiente para gatear, supuso. Y es que la sala estaba regada de juguetes, desde un xilófono pulcro, arena para moldear tirada en una esquina y peluches coloridos con muchos botones.

El ambiente era tan familiar que fue golpeado con rudeza en el pecho, sin darse cuenta habiendo soltado un sollozo. Se sentía sofocado, ante sus ojos había algo que nunca podría tener, y ya ni siquiera podía culpar a su esposo. La culpa era suya, y aún así saliera de su relación con el alfa seguiría sirviendo para nada. Ni siquiera para poder gestar, algo tan básico en un omega.

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⏰ Última actualización: May 04 ⏰

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House of cards ᵃᵈᵃᵖᵗᵃᶜⁱᵒⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora