Emma abrió la puerta de casa muy despacio, sacando la llave con sigilo y sin hacer el menor ruido. Oía a sus padres en la cocina, o tal vez en el salón, así que caminó de puntillas en dirección a las escaleras. No había subido el segundo escalón siquiera cuando un carraspeo detuvo sus movimientos en el acto.
—Hola, Emma. ¿Qué tal la escuela? ¿Vienes tan tarde porque has estado estudiando en la biblioteca?
La voz aguda de su dulce madre nunca le había parecido tan pasivo-agresiva, y lo mismo pensó de su sonrisa cuando se giró lentamente a mirarla.
—¡Hola, mamá...! —exclamó, levantando ambas manos y dejando escapar una risilla inocente.
—Veo que esta princesita se ha dejado caer por casa —dijo su padre, apareciendo de lo alto de las escaleras justo a su espalda y dándole un buen susto.
—¡Ho-hola, papá...!
—Bien, jovencita. —Marinette señaló adentro y la instó a sentarse en el sofá, frente al que se plantaron ambos padres—. ¿Cuál es la excusa esta vez?
Emma emitió un largo «Eeeeh...» que no distrajo a ninguno de los dos de su interrogatorio. Sus ojos como esmeraldas se pasearon desde el taca taca de un Hugo risueño que no dejaba de babear encima de su peluche de Ladybug (igual al de Chat Noir que Marinette había confeccionado para Emma), hasta la ventana más alejada de la habitación. Estuvo a punto de salir corriendo dos veces, pero en ambas ocasiones un brazo de alguno de los adultos se había interpuesto.
—Veréis, lo cierto es que... ¡hubo un akumatizado! Cuando salí del colegio, justo en la puerta, ¡estaba allí!, y todos tuvimos que salir corriendo a escondernos, y... ¡Ladybug! Ella nos dijo que nos refugiáramos hasta que pasara el peligro, y... ¡entonces conocí a una fan! No era fan mía, claro... ¡sino de Ladybug y Chat Noir! ¿¡No es genial!? Y entonces...
—Para el carro, bichito. —Adrien extendió la mano, y ella paró de gesticular exageradamente.
—¿Apareció un akumatizado en la puerta de la escuela? —dijo Marinette con ojos escépticos, cruzándose de brazos. Emma asintió sin convicción alguna.
Su padre se acercó a la niña, inclinándose hasta tener la cara frente a ella, y la miró frunciendo el ceño.
—¿Estás mintiendo, Emma? —dijo en tono indagador.
Ella cambió la cara a una tremendamente culpable, y casi notó el sudor frío bajarle por la frente. De pronto se acordó de todo lo que le había dicho Chat Noir esa misma mañana, y empezó a sentirse mucho más culpable.
—Emma... Nos ha llamado el profesor Kante hace un rato —confesó Marinette, agachándose delante de Emma—. Dice que hoy has faltado a muchas clases, y que llevas semanas haciendo lo mismo.
—¿Hay algo que quieras decirnos? —añadió Adrien, sentándose en el sofá junto a ella.
Emma se miró las puntas de los zapatos y suspiró.
—Así que os ha dicho eso...
—Emma, ¿va todo bien en el colegio? ¿Es que no te gusta? —dijo su madre, poniéndole una mano en la rodilla y mirándola a los ojos.
—No es eso, mamá...
—¿Te cuesta estudiar? ¿Deberíamos buscar algún profesor particular? —preguntó el padre con gesto preocupado.
—No, bueno... No me gusta estudiar, eso es todo...
—Y, de lo que nos has contado hace un momento..., ¿cuánto era verdad, Emma?
—Esto... Pues... Sí que he hecho una amiga hoy... —admitió la niña—. Y... no he ido a clase porque estaba... persiguiendo a Chat Noir y Ladybug.
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🐞 MLB: Descubriendo a mis héroes
FanfictionEmma Agreste Dupain-Cheng ha encontrado una vieja página web que habla de los superhéroes que salvaban a los habitantes de París hace muchos años. Se muere por descubrir más de sus nuevos ídolos, pero no tiene ni idea de lo bien que los conoce en re...