Bibi tocó al timbre y metió las manos en los bolsillos de la sudadera. Oyó un estruendo procedente del interior que la alarmó, pero de pronto se abrió la puerta.
—¡Ho...! ¡Hola, Bibi...! —exclamó Emma, sobándose el codo y riendo.
—¿Emma? ¿Se te ha caído algo por las escaleras? —se oyó que preguntaban desde dentro de la casa.
Emma se rió otra vez, y dejó paso a Bibi.
—¡Hola! —dijo Adrien, que había aparecido del salón con un gesto gatuno de curiosidad, acompañado de Hugo en brazos—. ¡Tú debes de ser Bibi!
—Ah, ¡sí! Soy Bibi Couffaine. Gracias por dejarme venir a estudiar, señor Agreste —dijo Bibi enseguida, sonriéndole al pequeño Hugo y haciéndole gestos con la mano.
—Agreste Dupain-Cheng. Y este de aquí es Hugo —apuntó Adrien, guiñándole un ojo. Bibi se rió un poco—. No hay problema. Emma dice que tenéis muchas cosas en común, ¡así que nos alegra que hayas venido!
Emma empezó a hacerle señas para que se callara a espaldas de la invitada, pero el fingió no comprender qué le decía.
—¡Sí! A las dos nos encantan Ladybug y Chat Noir, es un alucine. —Bibi se giró emocionada a Emma, y ella asintió nerviosa, parando las señas a su padre. Adrien no pudo evitar sonreír con mucha ilusión.
—¿Y mamá? —preguntó de pronto Emma, luchando por no ponerse roja.
—Está en su despacho muy concentrada.
—Creía que hoy tenía una reunión.
—¡Tenía!, pero ayer no pudo acabar unos diseños porque... ¡la abuela!, sí, la abuela necesitaba ayuda —inventó Adrien sobre la marcha, haciendo reír a Hugo sin razón aparente—. Si necesitáis ayuda con los deberes podéis pasaros por la panadería, que hoy estoy yo a cargo. Me llevo a Hugo conmigo, ¿de acuerdo?
—Vale, vale. ¡Nosotras estaremos arriba! —dijo Emma, empujando a Bibi en dirección a las escaleras.
—¡Hasta luego, señor Agreste Dupain-Cheng! —se despidió Bibi, riéndose por el poco efecto que hacía el empuje de Emma sobre ella, dada la gran diferencia de estatura que tenían.
—¡Pasadlo bien! —Adrien rió para sí, y las vio desaparecer en el dormitorio de su hija. Se giró a Hugo y le hizo una mueca—. Parece buena chica, ¿no crees, amiguito?
Mientras tanto, Emma cerraba la puerta y comprobaba con un vistazo veloz que su cuarto siguiera más o menos ordenado.
—¿Viste el akuma de ayer por la tarde? ¡Fue alucinante! Con esas antenas y los ojos rojos. —Bibi trató de imitarlo, haciendo reír a Emma. Se descolgó la mochila y sacó una bolsa de papel—. He traído algo para merendar. Son croissants de una panadería de aquí al lado.
—¡Ah! —Emma señaló el paquete con sorpresa—. ¡Es la panadería de mis abuelos!
—¿Tus abuelos tienen una panadería? ¿Es allí a donde iba tu padre? —preguntó. Emma asintió—. ¡Guay! Así que también es tu panadería, ¿no? ¡Qué genial! ¿Puedes comer pasteles gratis?
—Más o menos, cuando ayudo con la caja, pero no sé nada de hornear, así que... —Emma se rascó la nuca y se encogió de hombros.
—Algún día tienes que probar mi crème brûlée. ¡Me sale de muerte!¿Y a qué se dedica tu madre?
—También trabaja en la panadería a veces, pero es diseñadora, y mi padre hace de modelo cuando saca alguna colección... Tienen trabajos un poco raros, ¿no?
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🐞 MLB: Descubriendo a mis héroes
FanfictionEmma Agreste Dupain-Cheng ha encontrado una vieja página web que habla de los superhéroes que salvaban a los habitantes de París hace muchos años. Se muere por descubrir más de sus nuevos ídolos, pero no tiene ni idea de lo bien que los conoce en re...