Volví a mi casa cabizbajo. El día se me hizo gris fuera de su casa. Quedaba un gran trecho hasta la mía. Después de todo, yo no vivía muy cerca del colegio.
Me había puesto los cascos y la música fluía de manera perezosa hacia mis oídos, de forma que no le prestaba demasiada atención.
Tal vez fue por eso que me tropecé con él sin percatarme de que estaba ahí.Luke se rascó la nuca mientras me miraba sorprendido. Se había cambiado la camiseta por una de tirantes negra, que dejaba al descubierto sus fuertes bíceps, trabajados por el ejercicio. También había sujetado su cabello rojizo en un medio recogido alto, una coleta que despejaba su frente.
—Ah, Sam. ¿Sigues por aquí?
Entrecerré los ojos, en parte extrañado por la forma en la que había empezado a hablarme después de que llegara su abuelo, una más casual y amable. Me lo podía estar imaginando, pero esbozó una media sonrisa que pareció confirmar lo que pensaba.
—Sí, aún me falta bastante para llegar a casa.
Él le echó un vistazo a su perro, un rottweiler alto, de piernas fuertes. Lo llevaba atado a la correa por pura normativa, porque el perro lo seguía sin necesidad de que tirara de ella.
—Si quieres te acompaño.
Aparté la mirada. Me distraía verlo así vestido.
Ya con ver un poco me imaginaba de todo.
Caminamos por el paseo marítimo. Yo sabía que para llegar a mi casa quedaba un buen rato, pero me sorprendí a mí mismo al no decir nada más. Él tampoco parecía molesto por andar conmigo, sino incluso relajado.
—¿Por qué sonríes? —preguntó de pronto.
Pegué un respingo. ¿Desde cuándo...?
—Mm... —Cerré los ojos, disfrutando del aire marino, impregnado de salitre, que me revolvía el cabello—. Hace un buen día, ¿no es así?
No pude verlo, pero podría jurar que él también sonreía. Me alegraba que nuestra relación mejorara, en vez de mantenerse estancada en el odio.
Sin embargo, tragué saliva, de pronto alerta. El Rulas, un chico alto y rapado de nuestra clase, el aficionado a los porros, se acercaba hacia nosotros por el paseo marítimo, con paso fuerte y los ojos enrojecidos, inyectados en sangre.
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Noches de luna llena (Yaoi Hard +18)
Werewolf-¡Cállate! -gritó el chico lobo. -¿O qué? ¿Qué me harás? -dijo Sam, con las mejillas sonrojadas como un tomate. -Muchas cosas -gruñó, mordiéndose el labio-, muchas...