Insultos y el Paraíso

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—Luke, ¿qué te pasa conmigo? —le pregunté, harto de la situación—. Me cansas.

Él se quedó en silencio. Estábamos a la salida del café y ya todos se habían ido a sus casas. Luke se había pedido otro batido, como si quisiera quedarse más tiempo en la cafetería y yo, debatiéndome entre si irme con todos los demás o quedarme para preguntarle lo que llevaba pensando durante todo el día, esperé a que saliera para preguntarle mi duda.

Luke me miró de arriba a abajo, asombrado. Pensé en la situación y me di cuenta de que, tal vez, resultaba un poco raro que me hubiera quedado fuera, con el frío que hacía, sentado en un banco sin hacer nada.

—Nada. ¿Te crees que pasa algo? —preguntó, enarcando una ceja.

No me podía resultar más desagradable. Le lancé una mirada borde, hasta que reparé en que aún tenía marcas de chocolate cerca de los labios. Me iba a entrar la risa, porque le hacía parecer muy infantil, pero me controlé como pude para no reírme en un momento serio. Me levanté, para quedar a su altura, no pensaba quedarme sentado en el banco.

—Te caigo mal. —Sabía que no me soportaba, y por eso me estaba intentando hacer la vida imposible.

—Ajá. —Afirmó con la cabeza—. Me caes mal, es verdad.

—¿Y por qué?

Luke pareció confuso por un momento. Frunció el ceño unos segundos, antes de relajar la expresión, y parpadeó muy rápido, como si le estuviera hablando en otro idioma. No le entendía yo a él.

—Simplemente me caes mal, Sam. No hay mucho misterio. —Cruzó los brazos sobre el pecho.

—Para mí sí. Llegas nuevo, te dedicas a llamarme maricón, a mí y a Jack, me hablas mal y luego me... me... ¡Bueno!, que no tienes ningún derecho. Dime por qué te caigo tan mal y te dejaré en paz.

—Porque sí —dijo, como si aquello fuera una respuesta—. Porque me da la puta gana.

Me pregunté por qué le había esperado para preguntarle aquello. Sin duda, no me iba a dar ninguna respuesta, solo iba a mofarse de mí y decirme que me había odiado desde que me había visto. No tenía ningún sentido.

—¡Es que no te entiendo! Ves que intento arreglar las cosas y vienes a decirme que no, que te caigo mal porque te apetece. Luke, vas de guay, pero eres un maldito gilipollas.

—Que sí, que sí. ¿Me puedo ir ya?

—Vete a tomar por culo.

—Vale, soplapollas.

—Hijo de puta.

Se fue por la calle, sacándome el dedo. Yo también se lo saqué, pero estaba de espaldas y en ningún momento se giró, así que supe que no pudo verlo. Solté un suspiro, volviendo a entrar en la cafetería. En ese momento, necesitaba un batido.

—Un Paraíso.

Marc me miró, ladeando la cabeza.

—¿Estás bien? Te he visto... discutiendo con ese chico. ¿Sois amigos?

—Qué va. Por favor, prepáramelo —le pido, sacando el dinero de la cartera.

—Es un dólar.

¿Qué? Pero si los batidos costaban cuatro como mínimo y el Paraíso era el más caro, que costaba casi seis. Marc me sonrió y recordé lo que me había dicho Sarah. Qué raro...

—¿Qué?

—Ahora mismo estás mal, así que, por ser tú, te rebajo el precio.

—No, en serio, no hace falta.

—Que sí, anda, cógelo —dijo, empujando el vaso hacia mí con el dedo índice. Fresa, nata, menta, arándanos, moras, frambuesas... —repitió los ingredientes del batido, que estaban escritos sobre su cabeza en un tablón— y un poco del ingrediente secreto.

—¿El ingrediente secreto? —pregunté, emocionado.

No sabía que el Paraíso tuviera un ingrediente secreto de verdad, era tan solo un rumor que expandía la gente, pero nadie lo había llegado a confirmar nunca.

—Oh, sí, solo te lo digo por ser tú, ¿eh? Cariño y mucha paciencia. Cura todos los enfados —sonrió, mirando risueño a algún punto del batido.

Lo tomé y le di un sorbo, fijándome por primera vez de verdad en el corazón que siempre dibujaba junto a mi nombre.

Noches de luna llena (Yaoi Hard +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora