El diablo viste de verde

234 24 7
                                    


Daphne asintió y se secó las lágrimas con el dorso de su mano. Pensó que probablemente sus ojos se verían hinchados y su cabello despeinado, su educación le decía que corriera al baño para arreglar su aspecto. Siempre debía estar prolija y con una mirada confiada. Como si eso importara ahora, exhaló, desinflando sus pulmones. No pensaba dar ni un segundo más a esa situación que ya era insostenible. Se sentía completa y absolutamente fuera de su zona de confort. Se irguió en su asiento y llevó sus manos a su cabello para atarlo en una cola alta, debería bastar.

—Te escucho —ofreció, carraspeando cuando su voz sonó acuosa.

Ginny asintió y estrujó sus manos entre sí. No tenía algo preparado y su cabeza estaba confusa luego de ver a la rubia en ese estado, tan poco común.

—¿Te vas a sentar?

—Si, si, claro, lo siento —habló atropelladamente y se decidió por el otro extremo del sillón que ocupaba Daphne, con su cuerpo ladeado hacia ella.

—¿Entonces? —insistió ante el silencio.

—No me estuve sintiendo cómoda —empezó, tratando de estabilizar su voz—, desde hace algún tiempo. Primero lo ignoré, porque bueno, así actúo supongo —se rascó la nuca, en un gesto nervioso.

—Yo... No lo sabía —frunció el ceño, su cabeza a toda velocidad—. ¿Cómo podría solucionar algo que no sé qué es?

—Pensé que desaparecería, que no tenía sentido molestarte con eso, que era cuestión de que me acostumbrara a esta nueva vida, al trabajo —enumeró—. Lo de Bellatrix fue...

—No tengo opción, Ginevra —su tono firme y su mirada feroz, su espalda recta.

—¡Lo sé! —levantó las manos en señal de tregua— Ahora, al menos —sostuvo su mirada— El otro día fui injusta, vos me liberaste y acepté tu oferta sabiendo las complejidades que traía. También sé que sos la que más se está exponiendo. Y no me gusta, pero el juego ya está en marcha así que, sólo queda jugar.

Daphne asintió, relajando sus hombros y su expresión al ver que Ginny no iba a insistir en aquel punto.

—Eso no quita que tu manera de manejarlo fue desastrosa. Me dolió, Daph. Me hiciste sentir usada, como si sólo fuera un peón más de tu tablero. Bellatrix representa todo contra lo que luché, aún si ahora hace las cosas bien. Mi familia murió por esta guerra, lo sabés. Cuando viniste... —su voz se quebró y se tomó un momento para aflojar sus cuerdas vocales que parecían tensas por la emoción— Sos mi pareja antes que mi mánager. No puedo estar con alguien que se comporta como un robot en una situación así.

—¿Estás terminando conmigo? —preguntó, el pánico sintiéndose en su voz.

—¿Qué? ¡No! —se apuró a corregir— Sólo quiero que me entiendas.

Daphne se tomó unos segundos para calmar la montaña rusa que sentía en su cuerpo. También para meditar acerca de lo que su compañera le estaba diciendo. Se acordó de su padre diciéndole que cuando se sintiera amenazada contara hasta diez para poder dar una respuesta más elaborada y no una impulsiva. Le resultó de los consejos más útiles que le había dado. Consideraba la impulsividad como un exabrupto tonto que no trae nada positivo.

—No sos un peón, Ginny. Me importas y me preocupo por vos. No sé manejar muy bien las emociones, admito eso, no estoy acostumbrada. No sabía cómo decírtelo y me camuflé en el rol de mánager para poner distancia. Fue una terrible decisión, perdón, de verdad.

—Está bien, tiene sentido, suena a vos —le sonrió.

Daphne le devolvió una sonrisa más suave antes de continuar, sosteniendo su mirada.

Bajo su protecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora