Capitulo 13 MDA

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¿Habría pensado quizás que, una vez se había desnudado él, era justo que ella hiciera lo mismo? El corazón se le alojó en la garganta.
Verlo a él había sido como contemplar un ballet o escuchar una composición musical. Su cuerpo era perfecto y la fluidez y la gracia con que se movía componían una sinfonía armónica de músculos y piel.

Ella era torpe e imperfecta, y sus movimientos jamás tendrían gracia. Esteban jamás podría verla andar o sin ropa y decirle que era hermosa. María tragó saliva, y con ella aquellas humillantes dudas. Esteban la quería. Si no fuera así, ella no estaría allí.

-Sí -dijo por fin, aunque su voz pareció llegar de muy lejos-. Necesito ayuda para desabrochármelo.

Capítulo Trece

-Pero es que... -miró a la ventana-... es que aún no es de noche.

-Todavía no -contestó él, sorprendido por el comentario-. ¿Es que ya debería serlo?

-Bueno, es que yo creía que... me imaginaba que no...
Esteban cayó por fin.

-María, no vamos a hacer nada que tú no quieras sea el momento que sea. Sólo sugería que a lo mejor querías cambiarte de ropa, y si quieres ponerte algo hasta que llegue la hora de que nos vayamos a dormir, perfecto.

Ella lo miró a los ojos. El fuego no se había extinguido, pero brillaban en ellos otras emociones.

-Esteban -susurró.
Él dejó a un lado la toalla y asió sus brazos.

-¿Sí?

-¿No podrías besarme? Es que me siento un poco rara, y cuando me
besas, todo vuelve a la normalidad.
Sonriendo, la abrazó.

-Claro que quiero besarte -contestó.

Esteban recordó su innecesaria admisión de que él iba a ser el primero para ella. María era pura e inocente como un niño recién nacido, pero dentro de ella
ardía un fuego que sólo necesitaba aire para crecer.
Quizás incluso fuese bueno que nunca hubieran fomentado en ella su femineidad, que su madre nunca se hubiese imaginado que iba a llegar a casarse, porque así no había inculcado en ella todas esas ridículas ideas sobre
lo que es femenino o no lo es. La contemplación de su cuerpo la había llenado de emoción, y para él había sido excitante más allá de lo imaginable. Acababa de descubrir lo sensual, lo ardiente que podía ser su esposa.
Ahora le tocaba a él mostrarle la belleza y la pureza de su amor.

María le acarició con manos temblorosas los hombros desnudos, los brazos, la nuca.
No tenía ni idea de la pasión que despertaba en su interior.
Sintió que entreabría los labios e imaginó que esperaba el contacto con su lengua, pero decidió tomarse su tiempo y rozarle tan solo los labios. María gimió.
A continuación, rozó únicamente su labio inferior, y la vio contener la respiración puesta de puntillas frente a él.

-Ahora tú, María -susurró.

Ella dudó brevemente pero luego se decidió a saborear primero sus labios, luego la boca, y entre aquellos besos y sus caricias, Esteban se sentía arder de deseo.

-¿Podemos hacerlo todo ahora? -le preguntó ella, separándose tan sólo un par de centímetros de sus labios.

Esteban estaba algo aturdido y tuvo que pensárselo dos veces antes de contestar.
-¿Todo?

-Sí. Quitarme el vestido y lo que viene después.

-¿Hacer el amor? ¿Quieres que hagamos el amor ahora, María?
Ella asintió, pero quería estar seguro.

-Antes hay algo que debes saber.

-¿El qué?

-Que soy tuyo, María. Mi corazón es tuyo -dijo, haciéndole apoyar la
mano sobre él-. Mi cuerpo es tuyo -añadió, llevando su mano hasta el punto en el que podía sentir su pulso latiéndole en la base del cuello-. Mi cuerpo es tuyo para que hagas con él lo que te complazca. Si puedes comprenderlo, no tendrás nada que temer.

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⏰ Última actualización: May 13, 2021 ⏰

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