Capitulo 10 MDA

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Capítulo Diez

—Fuera —añadió Burdy.
Esteban no se movió.

—¿De verdad crees que es momento para esto?

—Tú has elegido el momento, no yo —replicó Burdell. Las venas de la frente parecían a punto de reventar—. Sal si no quieres que te saque yo a rastras.

—¡Burdy! —María se puso de pie—. No me hagas esto.
Diana apareció detrás de Burdell y también intentó razonar con él.

—Podríamos ir todos a casa, tomar un café y hablarlo.
Esteban echó a andar hacia la puerta con Burdell pegado a sus talones.
María se agarró del brazo de Diana y los siguió como pudo.

—No quiero tener problemas contigo —dijo Esteban, deteniéndose en el jardín y mirando al hermano de María.

—Entonces, deberías haberla dejado en paz, como te advertí —replicó Burdell—. Esta familia está harta de tus interferencias.

—Burdy, por favor —suplicó María—. No sigas. Estás cometiendo un error.

—El error es de él —replicó entre dientes.
Unas cuantas personas más salieron detrás de ellas y María reconoció la voz enfadada de su padre.

—¿Se puede saber qué pretendes, Sanromán? ¿Es que no nos has
causado ya bastantes complicaciones?

—Yo no quiero tener problemas con su familia —replicó Esteban con serenidad—. No quiero discusiones.
Burdell se subió las mangas de la camisa.

—No lo hagas —le advirtió.

—¡Burdy, no! —gritó María.

—Vas a dejar en paz a mi hermana —le amenazó.
Esteban se pasó una mano por la boca.

—¿Por qué no permites que sea María quien decida lo que es mejor paraella?

—¡María no sabe lo que es mejor para ella!

—¡Claro que lo sé! ¡Sé perfectamente bien lo que quiero! —respondió, furiosa—. Soy yo quien le pidió que me enseñase a bailar, ¿recuerdas? ¿Es que
no me has visto, Burdy? —del brazo de Diana, se dio la vuelta.
Sus padres estaban apenas a unos pasos—. ¿Tú me has visto, mamá? ¡Fui yo quien caminó hasta él para pedirle que bailase conmigo! ¡Eso era lo que quería!

—Podemos solucionar esto sin recurrir a la violencia —intervino su tío Mort.
Charmaine se tapó la cara con las manos.

—Le voy a dar una lección —dijo Burdell acercándose a Esteban.
—No lo hagas, Burdell —contestó Esteban, intentando evitarlo—. Piensa en tu hermana.

—¡No te atrevas a decirme que piense en mi hermana, y no vuelvas a ponerle la mano encima! —gritó, lanzando un puño hacia él.
Esteban evitó el golpe.

—No sigas. Estoy seguro de que, en realidad, no quieres hacer esto.

—¿Ahora sabes también lo que yo quiero? —dijo, burlón.

—¿Sabes acaso lo que María quiere?
Aquello lo cegó aun más. Volvió a lanzarle un golpe, que Esteban paró con el brazo.
Sobre sus cabezas estalló una nube de color en el cielo nocturno y el grupo que se había congregado al otro lado del edificio lanzó una exclamación
complacida: los fuegos artificiales habían empezado.

—Vas a dejarla en paz —masculló Burdell.

—Lo siento, pero no puedo hacerlo.

—¡Maldito hijo de… —volvió a lanzar el brazo y consiguió conectar con la mandíbula de Esteban. Su cabeza salió disparada hacia atrás—. ¡No vuelvas a acercarte a ella!
María sintió un intenso dolor en el vientre.
Eldon dio un paso al frente.

Mi dulce amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora