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Sakura entro a su casa con el corazón latiendo a mil por hora, cerró la puerta tras de sí y se recargó en ella. Un suspiro salió de sus labios y miro a su alrededor, para su suerte no había señales de sus padres, por lo que probablemente no estaban. Un suspiro más salió de sus labios y se encaminó hasta su habitación.
Al entrar rápidamente fue a su tocador, observo con extremo cuidado su rostro, sus mejillas estaban muy coloradas.
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Realmente ella trató de ser fuerte, pero no pudo, su corazón confirmo en tan solo unos minutos que aún sentía algo. Probablemente él creía que era una loca, después de la confesión que le dio cuando era una niña, una inmadura niña.
—Demonios —se quejó ella echándose en su cama.
Miro el techo un par de horas, tratando de conciliar el sueño pero no podía, mañana se presentarían con la Hokage para su primera misión, y ella aún no se lo creía.
Mientras las horas pasaban no dejaba de pensar en su ex maestro, al parecer los años no habían pasado por él, su forma de ser seguía intacta, aunque se preguntaba si detrás de esa mascarilla seguiría el mismo hermoso rostro que miro hace años, o había embarnecido.
『3:00 am』
Sakura observo la hora, e irritada se puso de pie, mañana debía estar a las 8 de la mañana en la torre y aún no podía descansar.
Sin más salió de casa a esas horas, total sus padres jamás se daban cuenta, gracias a Dios.
Camino por las calles desiertas de la aldea, y una que otra vez saludaba a los guardias, estos estaban tan acostumbrados de ver a la chica y a mas personas a esas horas, pues no era la única que rondaba como alma en pena, muchos ninjas por el estrés e insomnio salían a dar una caminata nocturna.
La pelirosa se detuvo frente a su antigua escuela, sonrió con nostalgia y se dirigió a la parte trasera de aquella escuela.
—Me pareció haberte dejado en la puerta de tu casa.
Sakura miro hacia todos lados hasta que dio con el paradero de la voz.
