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Kakashi trataba de concentrarse en su nuevo libro, sin embargo la imagen de Sakura atacaba su mente, ¿Qué se supone que haría ahora? Le basto tan solo unos instantes para saber que la distancia no hizo nada y aun seguía amándola.
— ¿Qué opinas? Demasiado bueno, ¿no es así? —la voz de Jiraiya lo saco de su ensoñación—, Es mi más grandioso trabajo.
Kakashi trato de sonreír bajo su máscara, sabía que una larga charla lo aguardaba.
Caminaron media hora por la aldea, Kakashi no despegaba la vista de su libro mientras que el viejo Jiraiya observaba a unas cuantas señoritas.
— ¿Hablaremos de ello no? —hablo Kakashi seriamente.
—Ahora que hemos regresado, dejare a Naruto en tus manos tal y como te lo había prometido—hablo Jiraiya.
—Es bueno que él haya crecido al menos un poco —dijo Kakashi mirándole de reojo.
Jiraiya rió irónico.
— ¿De verdad crees que es el mismo de antes? —Jiraiya negó sonriendo—. Si te descuidas un poco él podría derrotarte.
—Bueno, me anima escuchar eso —sonrió Kakashi.
—Ellos han comenzado a moverse —hablo de repente el mayor.
Kakashi cerró los ojos comprendiendo el cambio de conversación, esperaba que no fuera tan pronto, pero al parecer todo estaba calculado, los Akatsuki empezaban a moverse.
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En los campos de entrenamientos ya se encontraban Sakura y Naruto esperando por su maestro. Naruto caminaba impaciente por todo el lugar mientras Sakura solo lo miraba.
— ¡Es el colmo! ¿Kakashi-sensei nos va a dejar esperándolo para siempre? —pregunto irritado el rubio.
—Pues... él siempre ha sido así —dijo con simpleza la pelirosa.
—Demonios, me gustaría que cambiara un poco —Naruto se sentó en el pasto resignado.
Sakura sonrió e iba a decir algo pero un fuerte sonido atrajo su atención.
