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La noche era fresca en la aldea de la hoja, el clima era tan distinto a las tierras de donde fue su reciente misión, Naruto caminaba con una sonrisa radiante por las calles de su aldea después de haber regresado de una larga estancia en la aldea de las olas.
Aun no podía creer la gran batalla que habían tenido contra el ninja renegado llamado Zabuza, su emoción era visible pues a pesar de que la batalla fue desastrosa, cada segundo que pasaba se sentía más cerca de su sueño de ser Hokage, se sentía más fuerte cada vez.
Pero después de algunos pasos su sonrisa se congelo y se volvió confusa; a su mente llego el tema que trato de ignorar pues era algo extraño. Últimamente estaba pasando algo, el rubio sabia que en su equipo lo tomaban por un tonto, también sabía que los miembros del grupo repetidas veces aseguraron que no ponía atención a lo que pasaba a su alrededor, pero... en eso estaban muy equivocados, el observaba cuidadosamente todo lo que pasaba. Y últimamente había notado algo extraño en su equipo y estaba seguro que el Uchiha también se había dado cuenta.
La batalla contra Zabuza fue realmente dura, hubo heridos y muertos... y de su equipo quien mas había sufrido había sido el joven maestro de cabellos plateados, tuvo que estar en cama más de una semana, él había sido el principal motivo de que su estancia allá fuera más larga.
En todo el lapso de su recuperación Sakura no había dejado solo a Hatake, y si tal vez no debía extrañarse, pues él era su maestro y era normal estar preocupados.
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Sin embargo lo que más le extraño fue que a pesar de que el Uchiha también había sido herido la pelirosa no lo había atendido como era de esperarse.
¿Porque se comportaba así? ¿Había pasado algo?
Según él tenía entendido, la relación de Kakashi y Sakura siempre había sido estrictamente de maestro y alumno jamás como amigos, era algo confuso tratándose de la pelirosa.
El chico de ojos azules estaba demasiado pensativo, pero eso no evito interrumpir sus pensamientos por el delicioso aroma que se sentía en el aire.
— ¡Muero de hambre! Dattebayo —el chico froto su estomago con un puchero, no tenía ni un quinto, ya que su paga seria hasta el siguiente día.
