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Me encontraba acariciando cada cabello que dormía plácidamente en su frente, sabía que él tenía el sueño pesado, así que aunque le tirara el pelo o le volteara un balde de agua encima, no despertaría.
—scared of my own ceiling —susurré contra su rostro, sintiendo el leve respiro mientras su mano por reflejo le daba un manotazo a la mía por molestarle, yo entrelacé esta con mis dedos, sintiendo el calor de su cuerpo. —scared, i'll die of uncertainty..
Sus labios brillaban, se encontraban en paz al igual que sus ojos, cerrados, dejando ver sus hermosas pestañas, y aunque no eran largas ni onduladas, para mi eran las más perfectas.
—fear might be the death of me —acaricié sus mejillas sonrosadas, eso se debía a la cantidad numerosa de sábanas que acaloraban su cama, me planteé quitarla algunas, pero se veía bastante tierno así.
tragué saliva, miedo como tenía la oportunidad de tocar sus labios finos sin que nadie se diese cuenta. —fear leads to anxiety...
mi dedo viajaba lentamente hacia su belfo inferior, y cuando estuvo a sólo un roce de sentir lo suave que suponía que era, vi como atrapaba este primero entre sus dientes, haciéndome saltar del susto, pues pensé que estaba dormido.
—cantas hermoso, Yoonie —dijo una vez liberó mi dedo índice, yo lo escondí detrás de mi espalda y miré hacia otro lado, sintiendo toda mi cara arder. —no me vayas a decir que te pusiste nervioso por eso —sus manos atraparon mi rostro entre ellas, me sorprendí por lo grandes que eran, pues tapaban la mitad de este.
—¿qué?, para nada —es obvio que si, pero no se lo iba a decir, luego no quería ser blanco de sus burlas. —sólo hace calor.
—hum, deja creerte —una de sus comisuras se elevaron, dejando que viera su hermosa sonrisa ladina, luego sentí una de sus piernas posarse sobre las mías. —¿y ahora hace más calor? —me alejé de él para no tenerle tan cerca. — Yoonie, no te me escapes.
Hice un espacio tan grande entre nosotros, que no me di cuenta que ya me encontraba en orilla de la cama, lo que significó un golpe en mi trasero debido a mi caída, y el como si nada malo hubiese pasado, sólo se dedicó a partirse de la risa mientras me veía.
—deja de reírte, idiota —dije cruzándome de brazos, intentando olvidar el fuerte dolor de mi cadera.
—tu idiota —me guiñó un ojo.
suspiré mientras me contagiaba su risa.
ojalá fuese cierto.
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