Capítulo doce.

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Narra Louis

11 de agosto de 2016.

Toronto, Canadá.

 

Enredé mi mano en su cabellera rubia, pegándola más a mí, hundiendo mi lengua en su boca. Ella subió las manos por mi pecho y las cruzó en mi nuca. La apreté contra la pared presionando su cadera con la mía, arrancándole un silencioso gemido.

Me llamó la atención entre el público de esta noche, era bastante guapa, delgada pero sin excederse, no tenía muchas curvas pero las pocas que tenía eran suficientes. Cada vez que se cruzaba en mi campo de visión me sonreía y me guiñaba un ojo o, en su defecto, se mordía el labio tentativa. Por dos ocasiones acompañó esos gestos con el alzamiento de una pequeña cartulina blanca en la que había escrito una deliciosa promesa. Dictaba un final… feliz.

Yo no solía hacer caso a ese tipo de pancartas, si leía alguna en los conciertos pensaba dos cosas: la primera, que la chica estaba loca. La segunda, que la chica estaba loca pero tenía gracia. Nunca pasaba a la acción.

Esta vez -ignoremos el porqué- hice una excepción.

La mandé llamar, la invité a venir conmigo al hotel y, obviamente, aceptó. En el trayecto en coche escasearon las palabras, todo eran besos castos y caricias superficiales, teníamos que comportarnos porque no íbamos solos en aquel vehículo. Su nombre empezaba por ‘M’ pero no recordaba cual era, tenía dos años menos que yo y un tatuaje que decoraba su escote. Una chica sencilla en aspecto e impulsiva en carácter. Podríamos pasar un buen rato si no me estuviera rayando tanto la cabeza con otra chica que también era rubia.

Dios, había pasado una semana y media desde que me fui de Italia y a día de hoy todavía era incapaz de apartarla de mi puta cabeza. Quise volver a hablarle por WhatsApp pero me había bloqueado y mis mensajes no le llegaban. La llamé también pero ignoraba mi primera llamada y a la segunda apagaba el móvil. No tenía otra forma de contactar con ella. No conocía a nadie de su nuevo entorno ni sabía dónde vivía, por lo que viajar a Milán era estúpido. Sí, conocía el lugar en el que trabajaba pero ¿y si llegaba allí y pasaba de mí como de la mierda? Sería un viaje en vano.

A mi parecer, sacó conceptos erróneos de lo que significó mi estancia en Italia. Admito que quizá mi comportamiento no fue el adecuado, aún así ella no era Doña Perfecta, éramos cabezotas los dos, cada uno a su manera pero lo éramos.

Me pasé de la línea la noche que vino al hotel, no debí haber fumado y recibirla de aquella forma. Estaba nervioso, mucho, y pensé que un par de caladas a un porro me relajarían. Mala idea. Se me fue de las manos y tanto Zayn como yo pillamos un colocón importante. Debería plantearme muy seriamente el dejar las drogas.

El día siguiente a ese empezó bien, me gustó bromear por mensaje con ella, eso sí, otra vez crucé la marca limitadora enviándole una foto de mi polla. Y llamarla después fue meter el dedo en la llaga. ¿Cómo se me ocurría pedirle que gimiera por teléfono? Tras el ensayo de esa mañana, al llegar al hotel, lo único que se me pasó por la cabeza fue ponerme a ver porno para pasar el aburrimiento y, lógicamente, de paso, masturbarme para aliviar tensiones. Una idea peor que ponerme a fumar porros. La tía del video era rubia y, aunque de cuerpo fueran totalmente distintas, las facciones de su cara me recordaban un poco a Diane. Verla haciéndole una mamada al chico con el que compartía escena me hizo revivir la primera vez que Ane se atrevió a hacerme eso a mí. Me encendí más de la cuenta y acabé buscando que ella me ayudara a descargarme por telefono.

Gilipollas.

Irme sin siquiera despedirme estuvo mal.

Y lo de “no quiero acostarme contigo”, venga ya, ¿cómo podía mentirla de esa manera a la cara? Quería follármela. A la cabrona le habían sentado de puta madre estos dos años y medio. Eso sí, no sólo quería metérsela, ante todo tengo mi corazoncito y mis sentimientos. Quería abrazarla, besarla, hacerla reír con alguna de mis tonterías, quería que me hipnotizara con el claro tono verde de sus ojos, poder estar con ella cuando quisiera y sin importar que nos vieran, que me dijera que me quería como antes, consolarla cuando estuviera mal…

Remains {Louis Tomlinson Fan Ficción} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora