Capítulo trece.

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Narra Louis

El viernes, justo después de finalizar el concierto, fui al aeropuerto para tomar un avión hasta Milán.

Digamos que la chica con la que hablé la noche anterior hizo que abriera los ojos. Tirado en la cama no podía pensar en otra cosa que no fuera seguir sus palabras e ir en busca de Diane para ganarme su perdón e iniciar algo sólido. Me costó horas nocturnas decidirme pero ideé un plan: me arriesgaría, volvería a Italia, iría a su trabajo y por las buenas o por las malas conseguiría hablar con ella.

Hasta el martes no tendríamos el siguiente concierto, mis superiores no pusieron muchas pegas por mi plan de viajar a Europa solo, simplemente me pidieron que controlara lo que hiciera y que el martes estuviera presente para la actuación. Así que ahí estaba yo, volando a Italia de madrugada para rogarle a una chica que en aquellos momentos me odiaba.

Me sentí más perdido que un pollo sin cabeza al pisar Milán, me arrepentía de haber ido hasta allí pero no daría marcha atrás ahora que estaba tan cerca de mi propósito.

A la salida del aeropuerto cogí un taxi para ir hasta el hotel en el que había reservado habitación anteriormente, allí dejé mi maleta, me aseé un poco y cogí un segundo taxi que me llevó hasta el gran edificio donde se encontraba la oficina central de la revista.

Bien, ahora sí que estaba nervioso.

¿Pero qué mierda hacía allí?

Si la veía seguro que me daba una hostia por estúpido. Y me la merecería, eso era lo peor de todo.

Empujé la puerta de cristal tintado para entrar en el edificio. En aquel espacio que era la recepción apenas había gente, y la poca que la cruzaba lo hacía con prisa. Nadie se fijó en que yo acababa de entrar. Vi a una chica rubia de espaldas y casi entro en coma, no era Diane, es más, no se parecían ni comparándolas por detrás, pero me asusté de todas formas.

Aspiré hondo y me dirigí hasta el chico que se escondía tras la mesa de recepción.

-Hola –musité. No me hizo ni caso-. ¿Hola? –repetí, el tío estaba sumergido en sus cosas.

Carraspeé con la intención de que dejara de prestarle atención a la pantalla de su moderno ordenador y se ocupara de su verdadera labor, que era atender a las personas que iban allí. Sin mover ni un milímetro la cara, alzó la vista para verme por encima de la gruesa montura de pasta de sus gafas, enarcó una ceja y sin ganas preguntó:

-¿Puedo ayudarte en algo? –pronunció, con un inglés afectado por un cerrado acento italiano.

Arrugué el entrecejo, menudo pieza el tío, a gente tan antipática como él no deberían tenerlo de cara al público.

-Estoy buscando a una chica que trabaja aquí, se llama Diane.

-Aquí trabajan dos chicas con ese nombre, si me dices su apellido acabamos antes.

-No… no sé su apellido… -admití abochornado. Soy tan genial que después de todo todavía no me sé su apellido, un aplauso.

El hipster se dio el lujo de burlarse con una risa nasal.

Remains {Louis Tomlinson Fan Ficción} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora