DIA 2.- Estrellas Fugaces

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Andar con los ojos cubiertos no era fácil, pero sentir la mano de Haru sobre la parte más baja de su espalda lo tranquilizaba.

—Un escalón más, Makoto. Ya es el último

—¿A dónde vamos, Haru? —el chico más alto levanto una mano, intentando deshacerse de la corbata que le cubría los ojos—. Esto es extraño. Da miedo, Haru-chan.

—Dará más miedo si no quitas el "chan" de mi nombre —una mano se levanto para detener la suya—   Y si intentas quitarte eso.

Makoto rió. Haruka siempre contestaba de esa manera y con un tono de fastidio, pero nunca podía creerlo. Simplemente no parecía creíble, con el paso de los años, cuando Makoto miraba a Haru mientras decía cosas como esa, pero por el momento, ni siquiera de soslayo podía verlo.

—Espera aquí.

—Ha-Haru...

Como Haruka se lo pidió, Makoto se quedo allí, esperando quieto en el mismo lugar donde lo dejo. Cuando le había vendando los ojos, aún era de día y estaban en la universidad que Makoto atendía, pero ahora ya no lo sabía.  Escucho una puerta rechinar al abrirse y sintió cómo sus piernas hacían un intento por no comenzar a temblar.

—Ven —Haru acomodo su mano sobre la espalda de Makoto nuevamente y lo guió lentamente—. No tienes que andar temblando. Ya no hay escalones —dijo recordando cómo momentos antes había subido las escaleras con inseguridad. Haruka se detuvo y Makoto también se detuvo, tambaleandose—. Ya llegamos. Quítate la corbata.

Preparándose para ver lo más desagradable de su vida, Makoto se llevo las manos a los ojos y comenzó a tirar lentamente de la tela hacia arriba. Estaban en su habitación dentro de la universidad, frente a su cama y con tres cuadros colgando de la pared. Cada uno mostraba cielos donde estrellas fugaces caían en diferentes materiales de pintura.

—Dijiste que te gustaría ver una estrella fugaz porque nunca habías visto una.

—Ahora las estoy viendo, Haru y me han gustado muchisímo. Gracias, Haru y también gracias por ser la estrella fugaz más brillante que he visto en mi vida.

—¡D-Deja de decir cosas vergonzosas, Makoto! ¡Tch! ¿Cómo puedes decir cosas así? Tonto...

OMAKE:

—Lo siento. Pero, Haru...

—Si dirás algo vergonzoso —dijo Haru, su voz ahogada por su cabeza hundida en el cuello del chico alto que lo abrazaba—, mejor cállate, Makoto.

—No tengo permitido colgar decoraciones de las paredes. Ni siquiera perforar las paredes.

—Eso es lo de menos importancia, tonto.

Makoto no estaba seguro, pero cuando Haru se alzó para besar sus labios tampoco pudo intentar averiguar si estaba en lo correcto o no.

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