DIA 11.- Espera

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A pesar del tiempo frío y la hora tardía, las calles de Tokio se encontraban concurridas. Haruka caminaba al lado de Makoto, en silencio. No era inusual que el mayor callara y tampoco era un inconveniente cuando el menor podía descifrar sus pensamientos, pero en ese momento era Makoto el que callaba y Haruka no podía descifrar lo que pensaba.

Miradas azules se levantaban de momento en momento, pero los ojos verdes no bajaban a corresponderlas.

Distraídos en sus propios pensamientos, continuaron su camino. En la esquina, la luz roja del semáforo se apagó y la luz verde se encendió. Motores ronronearon suavemente cuando los coches arrancaron lentamente en el tráfico. Makoto se paró en la esquina y Haruka chocó contra él en un lado.

—¡Lo siento, Haru! —sobresaltado, Makoto se volvió rápidamente hacia Haruka, golpeando a alguien en su otro lado—.¡Disculpe! Lo siento —dijo a una mujer que no le dio importancia al accidente—. Realmente lo siento. ¿Estás bien, Haru-chan?

—Sí —la molestia no era por el apodo, así como la pregunta no era por el accidente—: ¿y tú?

Makoto apartó la mirada. Haruka sabía que algo estaba mal y quería saber qué era y cómo repararlo, pero no sabía cómo averiguar qué era realmente.

—Hay algo muy importante que necesito decirte, Haru, pero te lo digo ya que lleguemos a comer, ¿sí?

—Haz lo que quieras.

El semáforo cambió de verde a rojo nuevamente. Sin decir más, cruzaron la calle. Más adelante, en un par de cuadras después, se detuvieron fuera de una pastelería. Makoto sostuvo la puerta del lugar abierta para Haruka y entró después de él. Una mesera se acercó a ellos y les dió la bienvenida al local antes de indicarles que podían ocupar la mesa que ellos escogieran, en un momento les atendería.

—¿Te molesta si nos sentamos en la mesa más retirada? —el mayor negó con la cabeza—. Entonces vamos, Haru.

Se sentaron en la mesa para dos más lejana que encontraron. Makoto dejó su chamarra sobre el respaldo de la silla mientras Haruka se hundió en el asiento. La misma mujer que los recibió, tomó la orden de cada uno.

—¿Y? —preguntó Haru— ¿No tenías algo que decirme?

—Sí, aún lo tengo, ¿sabes? —rió, intentando deshacer la tensión palpable sobre la mesa entre ellos—. Es algo difícil de decir. Es una cosa difícil, compuesta de muchas cositas fáciles.

En otra situación, podría haber sido gracioso el semblante preocupado, el tono tembloroso e incluso las palabras de Makoto. La mesera se acercó y los dos guardaron silencio.

—Un té de menta y un chocolate caliente. Si desean algo más no duden en llamarme.

—Gracias.

Makoto tomó su taza y sopló levemente sobre el chocolate caliente antes de darle un trago. Haruka también bebió un sorbo del té, esperando a que la mesera estuviera a la distancia suficiente para que ellos tuvieran privacidad.

—Entonces, ¿las cosas fáciles?

—Las cosas fáciles, claro —una pausa, un suspiro tambaleante—. 

Lo fácil es que estoy enamorado... de un chico... estoy enamorado de un chico y no soy homosexual, creo.

—Y ¿la cosa difícil?

—La cosa difícil es él —Makoto parecía llorar en cualquier momento y Haruka se sentía igual—. El chico de quien estoy enamorado, Haru.

Un nudo de formó en la garganta de Haruka. No le molestaban las posibilidades de que Makoto estuviera enamorado de Rin, Nagisa, Rei, Sousuke o Kisumi, incluso. Le fastidiaba la posibilidad de que Makoto no estuviera enamorado de él.

—¿Quién es, Makoto?

El chico sujetó la taza entre ambas manos. Desde su cabeza inclinada hacia el frente, sus ojos verdes le dedicaron un vistazo. Una respuesta clara para Haruka.

—Realmente lo siento mucho, Haru. En verdad. Sé que puede ser desagradable, pero...

¿Desagradable? Esa era la última palabra con la que Haruka describiría los sentimientos de Makoto y los  suyos propios.

—No es desagradable. Yo también estoy enamorado de un chico, Makoto. Esperaba a que él me correspondiera y ya lo hizo. En este mismo momento.

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