DIA 10.- Sueños

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Llamo su nombre una y otra vez, esperando que de un momento a otro respondiera, pero solamente conseguía impacientarse más y más a cada intento. La adrenalina, que instantes antes había corrido frenéticamente por sus venas, comenzaba a detenerse. Cada parte del cuerpo le pesaba a Haruka con cansancio, pero Makoto se encontraba en una situación peor y lo comprendía.

Reviso los signos vitales del menor. Con dificultad pudo sentir el vaivén de su respiración y el latido de su corazón no era más que un zumbido distante dentro de su pecho. Todo frente a él comenzó a dar vueltas, obligándolo a cerrar los ojos para detener el mareo. Incluso así, sentía como su cuerpo se movía. Presiono sus párpados contra sus ojos con más fuerza y espero lo más quieto posible. Necesitaba ayudar a Makoto, pero en ese estado no podía. Primero debía estabilizarse a si mismo.

Cuando el mareo se detuvo, abrió los ojos lentamente. Una imponente sensación de vacío estaba en su estomago y le golpeaba la garganta, tentándolo a vomitar el pobre contenido que conservaba. Inhalo y exhalo lentamente. El pecho le dolía y sentía como cada aliento surgía tambaleante. Sus manos no estaban más quietas; temblaban incontrolablemente sobre el pecho de Makoto. Con su mayor esfuerzo, Haruka acomodó las palmas, una sobre la otra, encima del esternón e hizo presión una vez, dos veces, tres veces... así continuo, manteniendo la cuenta entre murmullos, pero ningún cambio ocurría en Makoto. Las lágrimas comenzaban a acumularse al borde de sus pestañas y no le permitían ver con claridad.

Restregó las palmas contra sus ojos. Ardían. El frío en sus manos los alivia momentáneamente, mientras su piel limpia las lágrimas. Ve una vez más a Makoto inconsciente frente a él y hace lo último que le viene a la cabeza: se inclina sobre él y le da respiración de boca a boca. El vago presentimiento de que Makoto despertara antes de que pueda acercarse se precipita estruendosamente cuando siente el tacto de sus bocas encontrándose. ¡Ya había sucedido antes! ¿Porque no podía suceder de nuevo? ¿Porque Makoto...? ¡Aún estaba inconsciente, maldita sea! ¡Aún...! ¡Él aún...! Él no. Lo que sea, pero él no. Los signos de vida comenzaban a difuminarse.

Le dio respiración una vez más, sin reacción alguna. Presiona su pecho nuevamente, obligándose a mantener la calma para hacerlo correctamente, pero es complicado. Las arcadas comienzan a golpearle el estomago y la garganta, al mismo tiempo y con más fuerza, el mareo regresa y la adrenalina hace un último intento por correr velozmente en sus venas. Mira aquí y allá en busca de ayuda, pero sólo distingue arena y agua en su visión borrosa. Cierra los ojos una veza más, intentando tranquilizarse y lo consigue. La tranquilidad lo envuelve y hace que Haruka se sienta somnoliento. El cansancio comienza a pesar sobre cada parte de su cuerpo nuevamente y ya no tiene fuerza suficiente para resistirlo. Deja caer lentamente la cabeza sobre el pecho de Makoto y ya no lo siente; ni el vaivén de su respiración, ni los latidos de su corazón, ni el calor de su cuerpo.

La cabeza le dolía y su cuerpo temblaba a intervalos cuando despertó. Sentía el cuerpo helado, pero ya no tenía frió, ni mareos, ni deseos por vomitar, ya no tenía preocupación, ni ansiedad, ni adrenalina corriendo por su cuerpo. Ya no tenía nada más que una respiración agitada cuando despertó y distinguió el pecho de Makoto frente a él. Levantó la mirada y más arriba se encontró con los ojos abiertos de Makoto iluminados por la luz blanquecina de su celular. No sabía qué hacía, pero tampoco le importaba de momento.

Afuera, el cielo era de un azul tan oscuro que asimilaba al negro. Podía ser noche o madrugada. Quien sabe. Ambos estaban en la habitación de Haruka, sobre la misma cama, bajo la misma manta y conscientes. Cuando despertó y comprendió que solamente había experimentado un mal sueño, el cansancio lo abatió en un solo intento, como la marea alta.

No reparo en que su mirada continuaba fija en los ojos verdes de Makoto, hasta que bajaron y vieron a los ojos azules de Haruka con una exaltación. Entonces, dejó caer sus párpados sobre sus ojos sin resistirlo y llevo a tientas una mano a la boca de su mejor amigo para que callara sus sobresaltadas palabras de preocupación.

—Solamente tuve un mal sueño, Makoto. Ya estoy bien —retiro la mano de la boca y se hizo un silencio entre los dos—. Gracias —dijo—. Gracias —repitió en un murmullo, durmiendose de nuevo en la espera de, esta vez, tener un buen sueño—.

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