1 - ¡Está viva!

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Una semana después del secuestro de mi hermana, yo seguía detrás de los rastros de Braulio. Todavía no lograba entender como había conseguido escapar otra vez, a pesar de los planes que tenia de matar a diego y vengar a Mónica.

Cuando vi que mis planes iban a fallar, dejé a Diego vivo y solamente lo cambié por Regina, no podía arriesgar a mi hermana, después de todo, era lo único que me quedaba luego que León desapareció después de lo sucedido con Lucho, pero entendi que necesitaba su tiempo.

Estoy en la sala, mirando por la ventana, pensando en todo eso cuando mi hermana aparece, en su cara hay preocupación.

- ¿Estás bien? - Pregunta, acercándose a mí.

- Sí - Le contesto después de un largo suspiro.

Regina mira al suelo y noto cuando piensa si lo dice o no.

- ¡Dime! Se que me quieres preguntar algo. - Digo mientras le doy un trago a mi uísque.

- Se que no te gusta hablar del tema, pero, lamento por lo de Braulio, sé que era importante para ti por lo de Mónica.

Trago fuerte el aire cuando el dolor me alcanza al escuchar el nombre de mi hija.

- No me voy a rendir, lo voy a perseguir y no descansaré hasta encontrarlo - Digo con rabia mientras trago de una sola vez el líquido, disfrutando del ardor, que hace parecer mas amena la angustia.

- Altagracia, yo te entiendo, pero estoy empezando a preocuparme por ti. Mira cuantas veces te has puesto en peligro y Braulio siempre sale con la suya. - Dice intentado hacer que reaccione.

- No me importa, lo haré mil veces más, y si me muero intentando no me importa, pero lo voy a hacer sufrir, eso te lo aseguro. - Y con eso salgo, dejando a una Regina inquieta por verme en aquel estado.

No es que Regina no la compreendera, también perdió a su hija y quiso vengarla, pero Altagracia siempre llevó las cosas de una forma muy distinta de ella, y eso siempre la preocupó. Aunque intentase nunca logró pararla, ya debía de acostumbrase de una vez.

Era en lo que pensaba cuando sonó el timbre del teléfono del departamento, y Regina fue contestar.

- ¡Bueno! - Dice, todavía perdida por la interrupción repentina.

- ¡Hola! Pásame a Altagracia Sandoval por favor - Dice la voz de un hombre, parece apresurada.

- ¿Quién desea hablar con ella?

- ¿Mira, no tengo mucho tiempo, solo pásamela sí? ¡Es de su interés! - Habla el hombre

Estoy en mi recamara cuando Regina entra diciéndome que alguien quiere hablarme.

- ¡Bueno! - Digo con curiosidad.

- ¿Hola Doña, le gustaría saber el paradero de su hija? - Dice el hombre, dejándome sin saber que decir.

- Mira no estoy para bromas, y le digo que seas quien seas, te vas a repentir por jugar con mi hija. - Digo con rabia luego de recuperarme.

- No estoy jugando - dice - y recomiendo que me creas, porque tu hija esta pasando un muy mal rato desde que Braulio escenificó su muerte.

Estoy mas que angustiada, no sé si creerlo, hasta porque no hay como creerlo, pero cuando estas en un estado de dolor constante, te aferras a cualquier esperanza de que el dolor se vaya, aunque inconscientemente.

- ¿Qué quieres? ¿Porque me haces esto? - Pregunto entrando en desesperación. En este punto ya estoy andando de un lado a otro, con la respiración alterada y con la mano apretando el pecho para alivianar el aprieto que siento. Regina no entiende lo que pasa y me pregunta todo el rato que sucede, pero yo ni siquiera la escucho.

La Doña - el reencuentro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora