5 - Platica entre madre y hija

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Mientras mi hija me grita, siento que mi cuerpo está a punto de estallar, no logro raciocinar, lo único en que pienso es en lo que Braulio le había hecho. De alguna forma dentro de mí, ya lo imaginaba, pero me negaba a aceptarlo, pero ahora escuchando de su boca no hay como negarlo más. Dicen que solo entiendes un dolor cuando lo vives, e infelizmente, a pesar de haber sido en situaciones distintas, yo entendía lo que sentía. Mi cabeza está a mil, el dolor y el coraje me nublan los pensamientos, la impotencia de no poder moverme solo empeora las cosas, quería poder abrazarla y consolarla, decirle que todo quedaría bien a pesar de no tener la certeza. Al mismo tiempo quería soltarme y pegarme por todo esto, no puedo dejar de culparme por lo que le pasó. Estoy en un estado de letargo, sabía que mi hija me llamaba, pero algo en mi no lograba enfocarme en otra cosa que no fuera el odio que sentía.

¡Mamá por favor, contéstame! – Escucho y solo vuelvo a mi cuando me doy cuenta de que lloraba mientras me gritaba.

Trato de mirarla y veo que está sentada en la cama, estaba tan ciega que no me di cuenta de que se había levantado, ni se como lo hizo. Nos quedamos sentadas, una frente a otra, mirándonos, ella mirándome con el rostro bañado en lágrimas. Veo como la desesperación en sus ojos ameniza mientras nota que me he calmado un poco. Las lágrimas salen de mis ojos sin pedir permiso, y ni siquiera eso deja el dolor menos grande. Los minutos que pasaron nos quedamos así, inmóviles, nada mas conectadas por las miradas y las lágrimas, aunque no pasó mucho tiempo, pareció una eternidad. Yo quiero romper el silencio, pero intento hablar y no logro emitir un sonido, las palabras no me salen, tal vez no sepa exactamente qué decir, quería decirle tantas cosas, pero mi cabeza no conseguía organizarlas, entonces solamente me quede muda, intentando decir todo lo que quería con mi mirada.

- Mamá, tranquila, estoy bien – dice, pero sé que es para que me sienta mejor – No te culpes, el único culpable es él no tú.

- Sabes que no es cierto Mónica, el solo lo hizo para atingirme – Siento el nudo formarse en mi garganta mientras lo digo – Y no te hagas la fuerte intentando convencerme de que estas bien porque no te creo.

- ¡LO HIZO PORQUE ES UN DESGRACIADO, POR ESO LO HIZO! – Grita con coraje y veo el dolor que siente finalmente llegar hacia sus ojos – Pero... pero tienes razón – Dice empezando a llorar – No estoy bien, Braulio me hizo muchas cosas, llevo meses siendo violada y torturada, nunca se si es de día o de noche, cuando mis heridas empiezan a dejar de doler, me las vuelve a hacer. – En ese punto ya colapsa con su llanto – Y lo peor de todo era la esperanza, que yo intentaba mantener, te lo juro, pero con el tiempo la perdí, yo solo acepté que iba seguir viviendo así y esperar hasta que mi cuerpo ya no aguantara. Hubo días en que pensé que finalmente me moriría, lo acepté, hasta lo agradecí, solamente me quedaba allí, abrazando el dolor y esperando a que me fuera para que finalmente me dejara, pero nunca pasaba, entonces me daba cuenta de que volvería a tener que aguantar. Hasta que dejé de aguantar el dolor, yo simplemente lo recibía mamá, solo lo recibía.

- Mónica – Susurro. No sé que decirle. ¿Porque mi hija tuvo que pasar por todo eso? Ver finalmente todo el dolor que siente reflejado en sus ojos me rompió en mil pedazos, yo solo quería abrazarla y apretarla junto a mí, sentir que puedo protegerla de todo, pero la verdad es que no pude. No pude protegerla de nada, sufrió todo eso sin que pudiera hacer nada y no tengo como perdonarme.

Mientras pienso en todo lo que quería decirle, veo como empieza a apoyarse en la cama y noto que intenta levantar.

- ¿Hija, que haces? Mónica ya, te vas a lastimar más. – Imploro con la voz débil para que no se lastime, pero me ignora y solo emite gruñidos de dolor mientras intenta ponerse de pie. Decido respetar, aunque a cada gruñido que suelta mi corazón duele junto, solo quería poder sentir todo aquel dolor en su lugar. Se ve que está haciendo una fuerza más allá de la que aguanta, pero sigue hasta que finalmente lo logra. Se pone de pie y noto que finalmente logra respirar, se queda parada frente a mi tratando de recuperar las fuerzas y después empieza a intentar caminar hacia mí. No sé como en su estado, logra caminar sin caer. Da un paso de cada vez, como un bebe cuando estaba intentando caminar por primera vez, a veces veo como vacilaba, pero, aunque le cuesta, sigue de pie. Esta casi llegando a mi silla cuando la veo caer, mi corazón dispara y mi impulso es ir ayudarla, pero las cuerdas en mis manos me recuerdan que no puedo.

- ¿Mónica, estas bien? – Me apresuro en preguntar mientras la veo en el piso, pero no me contesta, solo escucho sus quejidos por el dolor. – ¡Mónica!

- Estoy bien, solo dame un minuto – Dice mientras respira profundo, espero y después de un rato veo que intenta arrastrarse hacia mi hasta que queda frente a mis pies. Pone sus manos sobre mis piernas y su cabeza en mi regazo, sonrío ante el gesto, quiero acariciar su pelo castaño y transmitir todo el amor que le tengo. Veo que llora y a pesar de no soportar verla así, dejo que por fin saque todo lo que tiene adentro y que llore en los brazos de alguien que la quiere mas que todo.

- Perdón – Dice después de unos minutos – Voy a intentar soltarte, solo dame un minuto. Llegar hasta acá me costó un poco – Dice secando las lágrimas y regalándome una sonrisita.

- Chiquita, no tienes que pedirme perdón. Mejor descanses un rato, no quiero que te lastimes más Mónica por dios.

- No te preocupes. La verdad es la primera vez que logro caminar un poco. No me fue tan mal – Me sonríe intentando bromear e hace una mueca

- Ay si, ya vi. – Digo irónica y reímos juntas

- Sé que no hemos convivido mucho, pero... Te extrañe.

- Yo también chiquita, todos los días, minutos y segundos. No sabes cuánto. – Y es la mas pura verdad, la he extrañado todo el tiempo, he lamentado cada segundo que iba a pasar sin ella el resto de mi vida, me odié por no tener más recuerdos junto a ella a que aferrarme – Después de tu supuesta muerte yo ya no vivía igual Mónica, no respiraba igual, yo solo estaba viva porque respiraba y ya, porque no me sentía así. Yo quise tanto que me llevaras contigo. Y sobre lo del convivio, bueno.... No necesito haber convivido contigo toda la vida para saber que te amo más que a nada en el mundo. Siento no haberlo hecho, pero te amo como si hubiera estado contigo siempre. Eres mi ángel Mónica, me salvaste sin querer hacerlo.

- Yo también te amo mamá – Sonríe mientras las lágrimas caen por sus mejillas

- Ahora que te encontré, vamos a vivir muchas cosas juntas vas a ver

- Pero primero tenemos que salir de aquí. Te voy a soltar.

Limpia las lágrimas y vuelve con su esfuerzo para moverse, se hinca en el piso y apoya en mis rodillas para ponerse de pie, pero cuando ve que no va a lograr decide arrastrarse hasta mis espaldas para desatarme el nudo. Me empiezo a angustiar cuando veo que se está tardando, no sabemos cuando el imbécil de Braulio va a decidir volver, puede entrar en cualquier momento. Cuando siento el nudo aflojar un poco, el sonido de la puerta se hace presente, me volteo y veo que Braulio había entrado.

La Doña - el reencuentro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora