14 - ME ROMPISTE

651 42 23
                                    

                                                                 

                             Monica Sandoval

Estoy paralizada, me concentro en Braulio y en todo lo que quería decirle, pero el miedo y la rabia no me dejan hablar. Veo como mi mamá se acerca y la miro, indicando que se tranquilice, que solo necesito un momento y me toma de la mano, dándome fuerza. Respiro hondo y me acerco más a él, veo como la falsa tranquilidad que transmito lo confunde, así que lo aprovecho. Me acerco más y más, lentamente. Y cuando finalmente estoy lo suficientemente cerca, le  doy un puñetazo, como si mi vida dependiera de ello. Veo como la sangre parece volar de su nariz, pero lo único que hace es reírse, así que le soy otro, y otro, ignorando completamente el dolor en los nudillos de mis manos. Lo pego recordándome de todo lo que pasé, de las amenazas, las veces que me dejó sin comer, que me torturó, que me tocó, no veo ni escucho nada al alrededor, solo mi dolor. No sé por cuanto tiempo lo pegué, hasta que escucho la voz de mi mamá al fondo y sus brazos cercándome.

-Monica, mi amor, ya basta – me dice pero sigo intentando pegarlo más – HIJA, ESTÁS LASTIMÁNDOTE, YA!

Cuando finalmente me alejo, mi mamá me abraza y intento calmar mi respiración mientras me dice cosas que no entiendo, pero sé que es para que me tranquilice, así que me permito calmarme un poco. Mientras logro calmarme, veo como mi visión recobra el foco que había perdido, veo como dejé a Braulio y me impresiono que haya sido yo la causante del estrago. Casi lo desfiguro, no sé de donde saqué tanta fuerza, pero sé que es fuerte y que sigue despierto a pesar de débil.

-¿Estás bien? – Me pregunta mi mamá, mientras me toma el rostro en sus manos

-Sí – No es de todo cierto, sigo temblando por dentro, pero necesito que se calme también

Estamos en un momento cuando escucho la voz detrás de mi mamá

-Entonces la niña no es tan buena como parece – dice Braulio con dificultad

-¿De qué hablas? – Pregunto, confundida con sus palabras

-No...no te hagas la inocente, si no fuera por tu madre me matarías aquí mismo a puñetazos. Pero no me sorprende, naciendo de quien naciste -  Sonríe para mi y para mi mamá, sínico.

-Te lavas la boca antes de hablar de mi mamá imbécil – Intento llegar hasta él pero mi mamá me detiene – La única basura aquí eres tú y lo sabes

-Mónica solo te está provocando, no lo permitas – Me advierte mi mamá y sé que tiene razón, no puedo perder la cabeza otra vez.

Así que me calmo y veo los cuchillos que mi mamá usa en una mesa al lado de Bráulio, camino hasta ellos, elijo una y lo miro sonriendo, sorprendiendo a mi misma mientras él me mira incrédulo.

-Sabes – Empiezo recorriendo su cuello con el cuchillo sin cortar – me recuerdo cuando me amenazabas con uno parecido con este, a veces me cortabas, cuando no dejaba de gritar – Llego con el cuchillo en su pecho y lo corto, sintiendo la carne rasgando bajo mis manos – Me desvestías, me pegabas y me cortabas mientras me violabas – a medida que hablo le corto más y más fondo, disfrutando el dolor que veo en su cara

-Y te encantaba, no sabes cuánto extraño estar dentro de ti – Se burla

-¡Cállate! – Le doy otro puñetazo y le corto la cara

-Mónica – Escucho  a mi mamá y veo que está llorando, veo el desespero en su cara, pero necesito más

-Mamá. ¿Tienes una cinta adhesiva? – Pregunto

-Mónica por fav - Intenta hablar pero la detengo

-¿Tienes mamá? – Voy hasta ella y limpio una lagrima escapa de sus ojos – Tranquila, estoy bien. Necesito hacerlo, pero no quiero escucharlo, no puedo escucharlo, por favor.

-Solo quiero evitar que te pierdas, que pases de tu límite, no es fácil, yo sé porque yo lo hice.

-Yo sé. No lo voy hacer, te lo prometo.

Mi mamá se va y regresa con lo que le pedí. Voy hasta Bráulio y aunque le cueste hablar, le tapo la boca con la cinta. Ya sé todo lo que me iba a decir, me lo dijo una y otra vez mientras me torturaba, y no quiero oírlo ahora, lo único que quiero oír son sus quejidos de dolor, solo eso me aliviana ahora. Miro con atención el cuarto en el que estoy y veo que mi mama se empeñó en torturarlo, ay de todo, cigarrillos, cuchillos, látigos, todo lo que sabe que usó conmigo. Sabemos que es un hombre fuerte, ha estado resistiendo todo este tiempo a la tortura diaria de mi mamá, pero veo que está débil, menos resistente al dolor, si fuera antes mis puñetazos no le debilitarían tanto. 

-Sabes – empiezo a hablar mientras preparo un cigarrillo para quemarlo. No sé si estoy en un especie de transe, pero estoy tan calmada que me asusta  – Yo no sabía que iba a pasar cuando le pedí a mi mamá que me trajera a verte – le quemo en el pecho y gruñe de dolor – Pensé que iba a desmayar de miedo, pero lo que sentí, más allá del asco, fue rabia. Es muy loco que haya encontrado algo más fuerte que el pánico que me generas. ¿Sabes lo que es? – Le pregunto mientras le quemo una y otra vez – Las ganas de verte sufrir – Le hago un corte con el cuchillo encima de las quemaduras que hice y contengo el asco que me da y veo como grita de dolor – Me torturaste por tanto tiempo, de tantas formas, que nada de lo que te haga parece lo suficiente.

Soy consciente de que mi mamá sigue en el cuarto, y prefería que no estuviera viendo eso, me aterra que se decepcione de mi, pero no puedo evitarlo, siento que cada vez que le lastimo, se quita un poco más de todo el peso que tenía todo este tiempo en cima. No es que duela menos, creo que esto nunca va a pasar, pero es como si estuviera liberando toda la rabia que tenía, como cuando estás tan angustiada que solo lloras y lloras, hasta sentirte más leve. Es eso, necesito sentirme más leve.

-Yo sé las barbaridades que le dijiste a mi mamá– digo mientras le rodeo, haciendo todo otra vez en su espalda, el sudor le recorría todo el cuerpo por el dolor – Que me quieres – me rio, sin humor y me quedo frente a él, a centímetros de su cara, ignorando las ganas que tenia de vomitar – No sabes el asco que me das, nutriendo esa obsesión loca por mi mama por años, como un perro – Su respiración empieza a alterarse por la rabia – Y ahora, dices que me quieres a mi, eres patético – Se remueve intentando hablar pero sigo – Patético, obsesionándote por mujeres que nunca vas a poder tener, teniendo que obligarlas a estar contigo, como un cerdo. ¿SABES LO QUE YO SENTÍA CADA VEZ QUE ME TOCABAS? ¿CADA VEZ QUE TE FORZABAS EN MI? ¿CADA VEZ QUE ME BESABAS? – a esa altura yo ya gritaba, finalmente perdiendo la calma que tenía antes, sentía las lágrimas bajando por mis mejillas – ME SENTÍA MUERTA, DESEABA ESTAR MUERTA – grito e le pego – ME ROMPISTE, ME ROMPISTE Y NUNCA VOY A VOLVER A JUNTAR MIS PEDAZOS – le sigo pegando mientras siento que me ahogo con mis palabras - ¿SABES LO QUE ME HICISTE? ¿TIENES IDEA DE LO QUE ME HICISTE? NO, NO LO SABES – le pego, y le pago – NO LO SABES – sigo hasta que veo que se desmaya y escucho los sollozos de mi mamá.

Los sollozos de mi mamá me regresan a la realidad, me alejo, viendo el estado en el que lo dejé y  siento que no puedo respirar. Me cayo de rodillas al suelo llorando y veo como mi mamá se arrodilla a mi lado, rodeándome con sus brazos y llorando conmigo, sintiendo todo el dolor que siento, pero calmándome con sus brazos, con su apoyo, con su amor. Y allí, arrodilladas, llorando, por primera vez después de todo lo que pasó, siento que puedo seguir a delante, que puedo tener un futuro y que tal vez un día logre volver a ser feliz, con ella y conmigo misma.

La Doña - el reencuentro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora