2 - El plan

695 36 2
                                    





Mientras me regreso a mi casa, todavía no puedo creer lo que ha pasado, parece todo muy ajeno a la realidad, como si estuviera en una especie de sueño y pudiera despertar en cualquier momento. Conduzco el coche por la ciudad por puro instinto, ni siquiera pongo atención en lo que hago, hasta ahora no sé cómo no provoqué ningún accidente. Entro en el departamento, pongo las llaves sobre la mesa y me quedo sin saber que hacer, camino de un lado a otro totalmente perdida, no logro calmarme, siento que me voy a volver loca por la incertidumbre de la situación. Estaba tan alterada que ni siquiera le pedí al hombre una prueba de que lo que hablaba era verdad, solo le creí, porque era lo que necesitaba hacer y la verdad lo último que quería era escuchar la parte de mi cerebro que me mandaba usar la razón. Lo único que escuchaba era la parte que me gritaba que mi hija estaba viva y era en eso que me aferraba. No puedo creer que voy a tener que esperar de brazos cruzados mientras Juan trata de averiguar algo, por dios, yo no soy así, necesito hacer algo, pero no tengo ni puta idea de que, no tengo un punto de partida, una pista, nada.

¿Pero porque no lo seguí? Él dijo que la ha estado cuidando todo este tiempo. – Pienso enfadada conmigo misma, con mi estupidez.

Pero la verdad, después de todo lo que Juan me contó, me aterré de pensar en llegar en el lugar, y que me atrapara Braulio antes de que lograra sacar a Mónica. Suspiro sintiéndome frustrada.

Lo único que me queda es esperar y tratar de no enloquecer. - Decido, aunque sabía que no iba a ser tan sencillo.

Decido no ir trabajar y quedarme en la casa, aunque sabía que no iba a lograr concentrarme en nada. Reconozco que fue una mala decisión, encerrada aquí no logré calmar mis pensamientos. Me bañé para intentar relajarme y me pongo una bata roja. Aun me veo alterada y cuando entra Regina a mi habitación ya sé que va a ser difícil convencerla de lo contrario.

- Altagracia ya basta! Ya dime que está pasando, no te veo bien. – Dice parada con las manos en la cintura, se ve obstinada a hacer que hable.

- Ya te dije que no es nada, no insistas Regina – Digo levantándome del sillón y dándole la espalda.

- No me digas que no es nada. – Insiste – Ni siquiera fuiste trabajar hoy, y llevas todo el día inquieta, no creas que no percibí.

- No fui a trabajar porque no me siento bien – Le miento, pero de cierta forma es verdad – Después de todo lo que pasó y de lo de León tengo el derecho de tener días malos. ¿O no?

Mira hacia abajo, pareciendo entender lo que yo había dicho, y agradezco mentalmente que la he convencido. Ahora es solo seguirle el juego – Pienso.

- Claro que sí. – Dice acercándose a mi – Yo sé que has pasado por mucho y ahora con lo de León – Hace una pausa y suspira – Debes estar muy preocupada.

Me quedo mirándola y no digo nada, nada más asiento.

- Perdóname. No debí presionarte tanto. – Dice y me siento como mierda, de verdad me mata hacerla sentirse mal cuando solo se está preocupando por mí, pero no me queda de otra.

- No te preocupes, agradezco que te preocupes, así como siempre lo voy a hacer contigo. – Le digo tiernamente mientras le abrazo. Al final siempre hemos sido nosotras contra el mundo, y a pesar de haberme equivocado tanto con ella, Regina sigue aquí apoyándome.

- Sabes que cuentas conmigo. – Dice sonriéndome – Voy a pedir que Magdalena prepare todo para servir la cena. – Asiento y sale dejándome sola.

Suspiro, aliviada por haber convencido a Regina de que el motivo de mi nerviosismo es León, pero no estoy tranquila, reviso mi celular otra vez, ya ni sé cuántas veces lo hice hoy, y vi que no había ninguna llamada. Tiro el aparato en la cama con rabia, ya estoy sin paciencia, no aguanto más esperar. Decido cenar con Regina, aunque no tengo la menor hambre, pero no quiero arriesgarme a que me vuelva a hacer preguntas. Cenamos y luego me voy a dormir, es muy tarde y ya perdí la esperanza de que Juan me llame hoy.

Después de mas una noche perdida, levanto y decido irme a trabajar, uno está bien, pero si me quedo otro día mas en la casa ay sí que no voy a conseguir escapar. Me baño y me arreglo lo mejor que puedo. Trato de quitarme las ojeras de las noches en claro con un poco más de maquillaje que lo habitual, y me pongo un vestido negro ajustado en el cuerpo. Dejo el pelo suelto, no tengo ganas de hacerme nada la verdad.

Me voy a la constructora y hago lo mejor que puedo para que pase el tiempo, son las tres de la tarde cunando suena el timbre de mi celular. Lo contesto apresurada, con la esperanza de que sea Juan.

- ¡Bueno! – Digo, y la ansiedad se me nota en la voz

- ¿Altagracia? – Dice y a pesar de la decepción no puedo creer cuando reconozco la voz.

- ¿León? – Pregunto – ¿Qué pasó? ¿Estás bien?

La llamada se queda muda.

- ¿BUENO? ¡LEÓN, CONTESTAME! – Insisto, y luego me cuelga – ¡Mierda! – Digo poniendo el teléfono con fuerza sobre la mesa. Como si no fuera suficiente con todo lo de Mónica y ahora esto.

Decido no pensar mucho en lo que ha pasado, se que León debe estar muy mal y lo siento por el, pero no me importa ser egoísta en esos momentos, tengo cosas mas urgentes en que preocuparme. Después de la llamada el día sigue pasando igual que antes, lento. Ya son las cinco de la tarde, estoy preparándome para irme cuando suena mi celular.

- ¡Bueno! – Me apresuro en contestar

- Doña, soy Juan. – Y cuando lo escucho no puedo creer, es la única llamada que he estado esperando todo el día.

- ¡Dime! ¿Y mi hija? – Pregunto de pronto.

- No puedo hablar mucho por aquí. – Susurra – ¿Puedes encontrarme ahora en el mismo lugar?

- ¡Claro! Me voy para allá. – Y Salgo tan apresurada que casi corro por los pasillos de la empresa. Todos me miran, pero me vale madres, necesito llegar lo antes posible. Manejo a toda velocidad y cuando llego Juan ya está esperándome.

- ¿Averiguaste algo? – Pregunto caminando hacia el.

- Si. Estuve detrás de Braulio lo máximo que pude mientras estaba en la casa y le escuché hablando con alguien por teléfono. – empieza a decir mientras yo me quedo mas ansiosa - No me fijé en con quien hablaba porque no me pareció importante, pero escuché cuando marcó una reunión mañana a las cinco. Me pareció un buen momento para que me encontraras y pudiéramos entrar en la casa por Mónica. – Sugiere y parece seguro.

- ¡Pues perfecto! Me mandas la ubicación y ahí estaré. – Digo pareciendo muy segura, pero me tiemblan las piernas.

- Lo voy a hacer, pero es mejor que me encuentres aquí y nos vamos juntos. – Dice y desconfío.

- ¿Porque no me quieres mandar la ubicación? – Pregunto agarrándole el brazo con fuerza – ¿Acaso es una trampa? Porque si lo es te juro que no vivirás por contarlo. – Amenazo.

- Te lo juro que no – Se apresura en decir – solo quiero asegurarme de que vas a llegar, no sé cuándo tendremos otra oportunidad igual que esta. Si fuera una trampa te había llevado ayer mismo cuando me pediste. Y no estoy diciendo que no te voy a mandar la ubicación, si voy a hacerlo. Solo te estoy pidiendo que vayamos juntos.

- Esta bien. – Me convenzo soltándolo – Entonces te encuentro aquí mañana.

- Sí, te voy a llamar para decirte que todo está en orden y que puedes venir, aquí decidimos exactamente cómo vamos a hacer. Ya tengo una idea, porque hay mas hombres en la casa, lo voy preparando todo como lo tengo planeado y mañana te explico todo.

- De acuerdo. - Digo mientras íbamos cada uno por su lado.

Ahora sí, mañana voy a volver a ver a mi hija y pase lo que pase la voy a salvar. – Pienso mientras empiezo a manejar hacia la casa.

La Doña - el reencuentro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora