13 - ¿Viniste a recordar los viejos tiempos?

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                           Altagracia Sandoval



Ya se pasó un mes desde que fui en la casa de José Luis, aunque sabía que las cosas no iban a ser tan fáciles, una gran parte de mi llegó a pensar que me iba a buscar en el día siguiente, pero no llegó, así como no lo hizo en el siguiente, y así por delante. Después de todo este tiempo ya se me fueran las esperanzas, y tampoco pienso declararme otra vez, mi orgullo nunca me lo permitiría. Ser honesta y declarar mi amor a un hombre es una cosa, pero yo no ruego a nadie, si me quiere, cuando se sienta listo que venga hasta mi.

La suerte es que tengo Mónica a mi lado, este tiempo solo me he dedicado a ella y a tratar de torturar a Braulio. No pensé que fuera a pasar, pero últimamente lo veo más débil, creo que las torturas diarias finalmente le están afectando, cosa que agradezco, porque me esta costando cada vez más impedir a Mónica de verlo, y es mejor que cuando lo haga el imbécil no esté tan fuerte para lograr afectarla tanto. Prometí que voy a llevarla esa semana, pero lo estoy posponiendo lo máximo que puedo. Físicamente ya esta casi el cien por ciento, lo que tardó más en sanar fueron las costillas, pero el doctor dijo que ya están prácticamente bien, así que ya se me acabaron las excusas. La verdad es que me siento exhausta, siempre me canso tanto física como emocionalmente cada vez que veo a braulio, así que cuando lo hago, salgo de ahí y voy directo a casa, lo único que me tranquiliza es llegar y estar un rato con Mónica. Así que entro en el departamento y voy directo a buscarla, pero no la encuentro en su habitación, busco en la mía y tampoco está, salgo y cuando pienso en preguntarle a Magda escucho voces en la cocina, voy hasta allá y me encuentro a las dos riéndose y cocinando. El sonido de la risa de mi hija me da cien años de vida, si pudiera me congelaba esa imagen para siempre. Pensando en eso, saco mi celular y tomo una foto, llamando la atención de las dos.

- ¿Mamá, que haces? – Mónica trataba de decir mientras secaba las lágrimas por la risa

- Pues nada, solo te vi tan feliz que resolví registrarlo – voy hasta ella y le doy un beso en la frente – Hola Magda

- Hola, doña. ¿Cómo está?

- Ahora mucho mejor – Digo y sonríen – ¿Que están haciendo? Huele delicioso

- Galletas – Dice mi hija – estaba aburrida y le pedí a Magda que me ayudara, ya están casi listas – Dice orgullosa y me rio

- Me imagino, voy a cambiarme y comemos todas juntas – Amenazo salir, pero Mónica me llama mientras se lava las manos

- Necesito hablar contigo mientras te cambias – Se apresura en secar las manos y me sigue al cuarto

- ¿Qué pasa chiquita? – Me quito los zapatos y se queda mirándome - ¿Mónica?

- Tengo dos cosas que quiero decirte – Se sienta a mi lado en la cama y me mira – No quiero que sigas protegiéndome, dijiste que me ibas a llevar hasta Braulio esta semana mamá

La escucho y suspiro, sabía que la conversación iba por ese lado, Mónica ha estado insistiendo mucho con el tema, así que veo que no hay de otra.

- Yo sé, perdóname. Se que he estado posponiéndolo lo máximo que pude, pero es solo porque me preocupo mucho por ti – Le acaricio el pelo y sonríe. Me relajo en el instante, llegué a pensar que estaba molesta, y si así fuera seria con razón, no es una niña, está acostumbrada a tomar sus proprias decisiones y aun así, insistió, pero respetó mi tiempo


- Lo sé, y es por eso que te estoy pidiendo mamá, por favor, lo necesito

- Está bien, yo lo sé – Sé que no va a ser fácil, pero tengo que respetar su voluntad, entiendo su necesidad, yo también la tuve, pero no puedo evitar sentir un nudo en el pecho – Vámonos mañana – Digo y no veo emoción en su rostro, nuestra conversación es tranquila, como si evitáramos exaltarnos al hablar del tema

La Doña - el reencuentro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora