La Sirena Y El Pescador

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Había una vez una joven sirena, de cabello, ojos y aleta color rosa; vivía en un río con sus amigas sirenas, cantaban canciones y jugaban juntas todos los días.

Un día como cualquier otro, la joven sirena vio a un muchacho que parecía ser un pescador, que estaba sentado en una balsa hecha de palos, flotando pacíficamente sobre el río y le preguntó:

-¿Qué hace usted por aquí, joven pescador?-
-Pescando- Le contestó el muchacho.
-¿Y porque está pescando?- cuestionó la sirena.
-Para sobrevivir, pues necesito comer- contestó el chico.

La sirena no preguntó más y vio cómo el pescador metió la red que llevaba debajo del agua.

Ambos se quedaron en silencio, esperando a que algún pez entrará en la red.

La sirena rompió el silencio y dijo al unísono - yo también como pescado, pero al ser una sirena tengo parte de pez en mí, así que me duele tener que verlos morir para ser mi alimento o el de los demás- al terminar de hablar una lágrima se escapó de el ojo izquierdo de la sirena, al caer al agua se convirtió en perla.

El joven pescador, se asombro al ver la lágrima de la sirena convertirse en perla, pues no podía creer lo que sus ojos veían.

-¿Las lágrimas de las sirenas de verdad se convierten en perlas al tocar el agua?, creí que solo era un mito- dijo él.

La sirena tomó la perla que caía lentamente hasta el fondo del río, la miró detenidamente y dijo al muchacho que estaba pescando:
- Si prometes no volver a pescar nunca más en toda tu vida, entonces te daré 100 perlas como está.

Era realmente una gran oferta, así que el pescador aceptó sin dudarlo.

Ambos acordaron verse en esa misma parte del río dentro de tres días, la sirena entregaría las 100 perlas y el pescador haría un juramento de no volver a pescar nunca.

Al cumplirse el plazo acordado, los dos se encontraron de nuevo. En un saco cubierto de tierra y algas marinas, la sirena de cabello rosa transportaba las 100 perlas prometidas.

-¿Estás listo?- Le preguntó al pescador.
- Completamente-contestó él.

De ese modo la sirena proclamó:
- Otorgó este saco el cual contiene 100 perlas a este joven pescador que está frente a mí, con la única condición de que abandone la práctica de pescar por el resto de su vida.

El Pescador dijo:
- Aceptó este saco con 100 perlas contenidas en su interior, con la condición de abandonar para siempre la pesca.

La Sirena entregó lo acordado y el pescador no volvió a aparecer nunca más por el río.

Sin embargo, cinco años después de haber realizado aquel trato, la sirena de ojos rosa tuvo que hacer un viaje al mar, pues tenía que asistir a la boda de una prima suya.

Siguió el río y pronto llegó a su destino; pero se llevo una gran sorpresa al encontrarse con un hombre que estaba pescando en un pequeño barco, pues era el mismo pescador que hace cinco años atrás había jurado no volver a pescar nunca más si ella le daba 100 perlas.

La sirena enfurecida por su terrible acción se le acercó gritando y preguntó.
-¿Porque has roto tu juramento?

Asombrado al ver a la sirena de aleta rosa, el pescador, que cinco años atrás había pensado en mudarse para poder pescar en otro parte sin que la sirena se diera cuenta, y de este modo, llevarse las perlas rompiendo su juramento sin que esto tuviera consecuencias, fingió no conocerla.

Ella, se sintió terriblemente ofendida, pues no soportaba las mentiras. Así que le dijo en un tono amenazante, que sus acciones tendrían sus consecuencias, que debía recordar que en algún momento pagaría por sus actos.

La sirena de color rosa se fue y el pescador no la volvió a ver nunca. Pero un año después, mientras pescaba en su barco como siempre, se encontró con el terrible hecho de que su red no se llenaba de peces.

Decidió volver al día siguiente, pero tampoco se llenaba su red de peces. Ni al siguiente, ni al siguiente de ese.

El hombre, se había gastado el dinero que consiguió de la venta de las perlas en el barco y la casa que ahora tenía. Por lo que dependía de la pesca para sobrevivir.

- Fue la malvada y vengativa sirena de color rosa- proclamó el pescador- ella fue la que me maldijo para que mi red no pudiera atrapar peces.

El hombre, compró con sus ahorros una red nueva pero está tampoco conseguía atrapar a ningún pez, así que probó con una caña de pescar, pero de igual modo no logró nada.

De este modo intentó todo tipo de remedios para conseguir pescar algo, pero no logró nunca hacerlo.

Triste y desconsolado por su cruel destino, el pescador se sentó en el centro de la plaza principal a pedir limosna. Un pescador viejo, que toda su vida había vívido en ese lugar, al pasar por allí y verlo mendigando le preguntó-¿y a ti que te ha pasado? Siempre has tenido buenas pescas, ¿porque ahora estás mendigando?

El pescador le contó al viejo su historia y como la malvada sirena lo había castigado, a lo que el viejo le contestó:
-nadie te ha castigado, los peces no entran en tu red porque has roto tu juramento. Solo está pasando lo que tenía que pasar desde un principio, que tú dejarás de pescar tal y como lo prometiste.

El joven le dijo al viejo que no era justo pedirle que dejará su oficio, el único que conocía, a cambio de 100 perlas que no le dieron mucho dinero.

- Eso debiste haberlo pensado y negociado hace cinco años, cuando hiciste tu trato con la sirena, ahora amigo mío, ya es muy tarde.

FIN

Poemas y cuentos de HadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora