La joya del mar

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En las playas más remotas del mundo mágico, vive en un castillo oculto por altas rocas puntiagudas, una hermosa mujer de ojos color esmeralda, dientes blancos como las perlas y el cabello plateado como las estrellas.

Pero no solo es hermosa su apariencia, también es hermoso su corazón. La dulce chica ama el mar y a todas sus criaturas, a las que cuida como si fueran sus hijos.

No es una sirena, no es un pez, es una humana, una princesa de un reino que está rodeado por el mar. Pero que debido a la guerra, sus padres los reyes, la mandaron a ocultar a un castillo oculto en medio del océano.

Cuando la guerra acabo, la bella mujer ya no quiso regresar a su reino, pues se había enamorado de aquel paraíso en el que se había ocultado.

Es por eso que lleva allí desde hace mucho tiempo, viviendo sola, en ese pequeño castillo, que tiene solo 20 sirvientes. Pero, aún así, la poca servidumbre aprecia mucho a su alteza, pues es buena con ellos y los trata como si fueran de su familia.

Un día, mientras nadaba cerca de las rocas puntiagudas, vio un barco acercarse a su castillo; pensó que eran sus padres, que de vez en cuando la visitaban, pero cuando la embarcación se acercó más, se dió cuenta de que no era su familia.

En aquel barco de blancas velas, un príncipe de ojos azules como el mar y cabello dorado como el sol, dirigía a la tripulación.

-Nadie conoce este lugar- pensó la princesa- ¿por qué están aquí?

El barco, sin embargo, no atraco en ningún lado, siguió en movimiento, lo único que sucedió fue que el príncipe subió a una pequeña balsa junto con dos hombres, y empezaron a remar cerca de donde estaba la princesa.

Aunque ella trato de ocultarse, no sirvió de mucho, pues el príncipe la vio y le dijo:
-Hermosa doncella, veo que nadas cerca de estás rocas, puntiagudas, altas y negras, que dan terror solo de verlas, ¿dime, cómo te llamas? ¿Estás perdida? O es qué acaso, ¿tu barco náufrago cerca de aquí?

-Mi nombre es Ula, soy la princesa de un reino rodeado por el mar, mi castillo está cerca de estás aguas, ¿y usted, cuál es su nombre y por qué está aquí?- hablo la princesa, mientras miraba con curiosidad al príncipe.

-Soy el príncipe Azariel y estoy en busca de la joya del mar, mis súbditos me han dicho que se encuentra cerca de estás aguas y que la han visto con sus propios ojos- contesto el chico de los ojos azules.

Ula, sabía gracias a lo que le habían contado sus amigas las sirenas, que debajo de su castillo, que estaba encima de una isla diminuta, un lugar mágico guarda un tesoro de gran valor conocido como "la joya del mar".

Era una perla que poseía los siete colores del arcoiris, del tamaño de cualquier perla, pero con el poder de conceder un deseo a su amo, cuál sea que fuese.

La reina del mar, que adoraba a la princesa como a una de sus hijas, le había pedido que cuidara de aquel tesoro y que nunca se lo confiara a nadie, pues era tan grande su poder, que en las manos equivocadas, podría causar una terrible tragedia.

Aquella perla mágica, una vez al año salía a la superficie y brillaba con toda su intensidad, pues liberaba su poder para bendecir al mar y a sus habitantes. Por lo que muchos navegantes, veían aquel fenómeno como un símbolo de magia y de poder.

-Lamento decirle, su alteza, que por estás aguas no hay ninguna joya del mar, a menos que se refiera a las perlas blancas, de esas tengo bastantes en mi castillo, y con gusto le puedo regalar algunas.

Azariel, sospechaba que Ula, no quería decirle dónde estaba el tesoro, pues parecía muy conocedora de las aguas, ya que nadaba en ellas con más naturalidad que las sirenas.

Así que, decidió seguirla a su castillo y tratar de averiguar, donde estaba oculta la joya que buscaba. El príncipe, adoraba coleccionar tesoros provenientes del mar, por lo que cada año salía en busca de uno nuevo, aunque era un poco codicioso, nunca dañaba a nadie para conseguir sus tesoros, pues a pesar de su codicia, no tenía un corazón cruel.

Al llegar al castillo, con tres altas torres hechas de marfil y oro, decoradas con perlas blancas, Azariel quedó verdaderamente impresionado por la belleza del lugar, que parecía un palacio debajo del mar, pues estaba totalmente decorado con perlas blancas, conchas, caracolas, y demás decoraciones marinas.

El príncipe y la princesa, estuvieron charlando durante un largo rato mientras tomaban el té en el salón principal del castillo, al mismo tiempo, los hombres de Azariel buscaban la joya del mar.

Cuando el sol comenzaba a ocultarse, Ula despidió a sus invitados del castillo, que se fueren sin haber encontrado tesoro alguno.

Una vez en su barco, los hombres del príncipe, decepcionados por no haber encontrado ningún tesoro, miraban a su alteza extrañados, pues el joven sonreía con gran alegría.

-Su alteza real, ¿puedo preguntarle, porque está tan feliz si no hemos encontrado la joya del mar?- preguntó con cuidado uno de sus hombres.

-Por supuesto que la encontramos- les dijo el príncipe con entusiasmo- solo que no nos dimos cuenta al principio.

Sus sirvientes, lo miraron sin entender y al ver sus rostros confundidos, Azariel les explicó:
-Ula, la bella princesa de cabello plateado es la joya del mar, después de hablar con ella, me dí cuenta, de que una mujer tan inteligente y con un corazón tan bueno, es más preciosa que cualquier tesoro que el mar pueda ofrecer.

Desde ese día, la princesa y el príncipe se mandaban cartas  cada semana a través de botellas de cristal, que las sirenas le ayudaban a la princesa a transportar. Y una vez al año, Azariel iba a visitar a Ula, pues ahora, había dejado de buscar tesoros marinos, pues el único tesoro que le interesaba era el amor de la princesa.

Después de algunos años, ambos se casaron y el príncipe fue a vivir con su esposa a su palacio oculto en el mar.

Al año de que se casarán, el príncipe presenció el resurgir de la perla de los siete colores, al ver aquel fenómeno, recordó por qué había ido allí en un principio.

Ula, ese día le dijo a su esposo:
-Esa es la joya del mar, querido mío, la que tanto buscabas.

-Estás equivocada, amada mía- le contestó el príncipe- la joya del mar, eres tú.

Y colorín, colorado, esté cuento a terminando.

Fin.

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