La princesa de la noche

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La noche y el día como el mal y el bien, el fuego y el agua como lo feo y lo bonito. Los humanos hacen comparaciones de este tipo, sobre las cosas que consideran feas y malas, o buenas y bonitas.

Pero ¿la noche es fea y mala, o buena y bella? Algunos dicen que como es oscura pertenece a la primera descripción, pero otros piensan lo contrario, pues encuentran belleza en esa oscuridad.

Y una de esas personas que piensa que la noche es hermosa y buena, es la princesa Leila, una niña de ojos y cabello tan negros como la oscuridad de la noche y tez blanca como la brillante luna. Nació en una noche fría de invierno, en un gran castillo en las montañas. Muchos decían que era por eso que adoraba tanto la noche, pero otros pensaban que se debía a su singular personalidad, la cual tuvo desde pequeña.

Leila era diferente a las otras princesas, que se levantaban con los primeros rayos del sol a estudiar las artes y la etiqueta, pues lo que ella hacía era dormir todo el día y por la noche despertarse y recorrer su gran castillo y sus alrededores.

Sus padres los reyes le decían que era extremadamente peligroso, pues había un sin fin de criaturas que salían en la noche y que podían lastimarla; pero ella no les hacía el más mínimo caso, pues se había hecho amiga de todas las criaturas que salían de noche.

Para Leila la oscuridad era como para otros la luz, lo más bello, hermoso y tranquilizador que puede haber. Así que en vez de ocultarse en su recámara al llegar la noche, se iba corriendo al bosque cerca de su castillo.

Pero una noche, mientras jugaba con sus amigos animales, escucho unos ruidos extraños que provenían de la parte más profunda del bosque. Cómo cada noche que se iba, sus padres mandaban guardias y sirvientes a vigilarla y a protegerla, para que no le sucediera ningún mal, así que pensó que el ruido lo hacía uno de sus guardias.

Pero luego recordó que sus guardias nunca iban a esa parte del bosque, pues era uno de los lugares que los padres de Leila habían prohibido, tanto para ella como para sus sirvientes.

Leila era una niña valiente, así que decidió acercarse a ver qué era lo que sucedía, con mucho cuidado de no hacer ruido y ser descubierta por lo que sea que estuviera haciendo aquel sonido.

Conforme se acercaba a lo profundo del bosque, la oscuridad se hacía más y más profunda, al punto de que ya casi no podía ver nada. El ruido se aclaró, y se convirtió en una voz que cantaba una canción que hablaba sobre el fatídico amor entre el sol y la luna.

Leila, se quedó escuchando tan bello cántico, hasta que el dueño de la voz paro, pues se dió cuenta de que había sido escuchado y preguntó nervioso:
-¿Quién anda ahí?

Leila dudo en responder, pues no sabía si esa persona iba a molestarse; pero al final decidió contestar la pregunta diciendo:
-La princesa de este reino, Leila.

El hombre se rió ligeramente y se acercó a la niña, la cual sería solo unos siete u ocho años más pequeña que él.

-Mucho gusto princesa Leila, soy el príncipe de la noche y estoy cantando está canción para mí maestra, la luna-dijo el joven.
-Es hermosa, me gustaría escucharla una vez más-dijo la princesa.
-Si vienes mañana otra vez aquí, a la misma hora, te prometo que escucharás está canción nuevamente-le aseguró el muchacho.
-¡Entonces vendré mañana!-exclamó Leila alegremente.

El chico se transformó en un búho y se fue volando, lo cual hizo que la princesa se impresionará tanto que gritara de emoción. Sus guardias se dieron cuenta de que se había alejado de ellos y fueron corriendo en su búsqueda, cuando la encontraron la llevaron de vuelta al palacio con sus padres.

Los reyes al escuchar la historia de su pequeña hija, la reprendieron severamente y le prohibieron volver a ir a ese bosque.

Pero Leila, no solo era valiente sino también muy testaruda, y a la noche siguiente se fue corriendo al bosque antes de que sus guardias vinieran a escoltarla. Se escapó del castillo por un pasadizo secreto, y llegó a su destino gracias a su ingenio.

Poemas y cuentos de HadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora