El archimago y la bruja escarlata

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Está es la historia, de dos amantes, cuyo amor trascendió las barreras del tiempo y siguió vivo, incluso después de la muerte de ambos. Pero no se preocupen, está historia tiene un final feliz.

Cuentan las malas lenguas que en la última casa de un pueblo fantasma, vive una bruja de ojos y cabello rojo escarlata, que sabe hacer pociones mágicas y curativas, que pueden sanar cualquier enfermedad.

Sus hechizos, pueden romper todo tipo de maleficios, son tan poderosos, que ningún ser mágico se atreve a acercarse a su vieja casa de madera, roída y desgastada.

Sin embargo, existen valientes que se atreven a entrar a su casa, en busca de una cura para una enfermedad o maleficio.

La bruja, solo pido una cosa a cambio de ayudarlos, rubíes.

Nadie conoce su nombre, ni su rostro, pues usa una máscara roja, que solo permite que se vean sus ojos.

Es por ello que todos la llaman la bruja escarlata.

Un día, llegó a su casa una mujer, que venía caminando con su pequeña hija enferma y moribunda en brazos, desde un pueblo lejano. Cómo era muy pobre, no tenía rubíes para pagarle, así que solo pudo rogar por su ayuda.

La bruja, al verla tan desdichada, le dijo fríamente:
-Ya que eres tan pobre y no puedes pagarme con rubíes, aceptaré a cambio tu bien más valioso.

La pobre mujer volvio a su casa y le dijo todo al mayor de sus hijos, pues tenía muchos. El muchacho, que era joven, apuesto e inteligente, pero además de eso, que tenía un gran corazón, le dijo a su madre que lo ofreciera como pago a la bruja.

Su madre, al principio no estuvo de acuerdo, pero al ver que ningún médico ni curandera le daban un remedio a la enfermedad de su hijita, acepto la propuesta de su hijo mayor.

El muchacho, su madre y su hermana fueron a la casa de la bruja escarlata, la cual acepto al muchacho como pago y curo a la pequeña niña.

El chico se despidió de su madre y de su hermana, pues no sabía cuándo las volvería a ver, o si esa era la última vez.

-¿Cuál es tu nombre?- pregunto la bruja escarlata al joven.
-Blaine- respondió secamente el chico.
-De ahora en adelante, serás mi alumno, te enseñaré a hacer magia- comento la bruja; al mismo tiempo, se quitó su máscara y rebeló su rostro.

Blaine, pensó que la bruja escarlata era una mujer fea y vieja, que para hacer sus pociones se robaba las almas de la gente, pero se dió cuenta de que estaba equivocado, la bruja escarlata era hermosa.

Aquella mujer, le ofreció un cuarto grande, limpio y espacioso, bellamente decorado. Todos los días, le tenía preparada deliciosa comida, además lo dejaba ir a ver a su familia una vez al mes.

La magia que le enseñaba, era pura y buena, pues era especial para curar enfermedades y maldiciones. Pero además, le enseño todo tipo de magia, excepto la oscura que él se imaginaba.

Paso el tiempo, y Blaine y la bruja se hicieron buenos amigos. Él, la llamaba maestra y ella, aprendiz. Pues la bruja nunca le rebeló al muchacho si verdadero nombre, pues le dijo que:

-No puedo decirte mi verdadero nombre, pues la primera lección que nos enseñan en la escuela de magia, es que los nombres son tan poderosos, que, si los usan en tu contra incluso pueden llegar a destruirte... Nunca le digas a nadie tu nombre, querido aprendiz.

A pesar de ello, ambos se llevaban muy bien y habían aprendido muchas cosas juntos. Pero un día, la bruja le dijo a Blaine que ya no tenía nada más que enseñarle, que debía ir a la ciudad de la magia, y encontrar la escuela de magia para poner a prueba sus poderes.

Poemas y cuentos de HadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora