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Mukuro.

Estoy sentada mirando a la gente pasar a través de la ventana. Hemos salido de la tienda de ropa y tras hacerme comprar obligada un vestido Junko ha decidido que va a pedir la comida para ambas.

Debo reconocer que el vestido es bonito. Va a juego con mi pelo y eso me gusta. Pero no era precisamente lo que quería. Estaba más en busca de algo con estampado militar pero bueno.

La voz de Junko me regaña en mis pensamientos.

"¡¿No pretenderás asistir a un conciertazo con un chaleco militar y una camisa corta?!
¡Debes ir despampanante! ¡Que para algo eres mi hermana!"

No quise enfadarla así que elegí el que más me gustó. Ahora que lo miro no estoy muy segura de que vaya a quedarme bien...

Suspiro soltando el aire que llena mis pulmones.

Escucho el taconeo incesante que trona tras de mí. Lo reconozco al instante y sonrió.

—¡A COMER PUTA!

Junko llega con una bandeja de comida y la estampa sobre la mesa.

No me sorprende, ya estoy acostumbrada a que sea así de escandalosa. Y no me molesta, es más, ver esa sonrisa maliciosa que pone me divierte

—¿Qué has pedido?

—¡Pues hamburguesas!

—¿Hasta para ti? No sueles comer cuando venimos a este tipo de sitios...

—No pasa nada. Ya me responsabilizaré de la bronca de mi manager más tarde.

Junko lleva una dieta muy estricta. Es lo que tiene ser la modela más conocida en todo Japón. Su imagen es lo único por lo que los medios se interesan en ella. Viven por y para su apariencia.
Nadie la conoce como es realmente.
Ella solo finge cuando está delante de una cámara. No me parece mal, al menos por ahora.

—Ser modelo le gusta. Además le encanta actuar de forma distinta a la que es de vez en cuando.—pienso.

—¡Tierra llamando a la comandante Mukuro!—dice ella simulando la voz de un general.

Se me escapa una carcajada. Nadie me hace reír como ella.

—Perdón es que estaba...

—¿Pensando en tú dulce fémina, Sayaka Maizono?—pregunta alzando una ceja.

—N-no. ¿Qué tiene que ver ella en todo esto?

—Bueno, tienes una deliciosa hamburguesa a tu lado y en vez devorarla estás ahí pensando en yo que sé que.

—Perdón, Junko.

—Bueno que me voy a esperar. Estás atontada no tiene nada de raro.

—¡Eh!

—Tendré que darte la comida como cuando éramos pequeñas.

Mis labios se curvan y recuerdo a que se refiere.

Cuando vivíamos en el orfanato, antes de que nos adoptaran, la comida era asquerosa y yo no la soportaba. Así que Junko tenía sus trucos para hacerme comer.

—¡Y aquiiii viene el tanqueeeee!—dice mientras dirige la hamburguesa hacia mi boca en un gesto un tanto mecánico, simulando que esta es un vehículo mientras imita el sonido de los misiles.

Ese era uno de sus trucos.

Abro la boca con timidez y le doy un mordisco.

Junko emite un sonidito de triunfo.

—¡Es tan divertido hacer esto! Es como volver a cuando éramos pequeñas...

Junko deja caer una mueca de felicidad entremezclada con melancolía. Es cierto que tenemos muchos buenos recuerdos de cuando éramos pequeñas pero... también tenemos muchos malos.

—¡Bueno! Al final tenías razón con este trabajo. Disfruto mucho de proteger a Maizono. Es una chica muy dulce. Me trata genial.—intervengo cambiando de tema.

Se que a mi hermana le entristece a la par que a veces la hace feliz hablar de nuestra niñez. Lo sé muy bien. A mi me pasa lo mismo y por eso no la culpa. Así que prefiero evitar que esté triste hablando de esto. Aunque ya se lo que va a pasar...

—¿Lo suficientemente dulce como para que te replantees...?

—Junko, es mi jefa. Nada más.

—Para ser tu jefa te trata muy bien...

—Lo cierto es que sí. Es de las primeras personas que no me ve como...

No acabo la frase. Ella lo sabe.
Un arma de matar. Eso es cierto... Desde que me convertí en una soldado la gente no para de verme como un ser sin corazón.

"¿Cuantas vidas... habrá arrancado?"—era lo que los susurros de la gente decían sin intención de llegar hasta mí.

Y yo... no sé si realmente soy un monstruo. Quizás lo soy y yo no me veo como tal.

Pero ella me trata tan bien...
Su sonrisa es cálida, más que la de todas las personas que me la han dado por el simple hecho de agradarme. No quiero que me sonrían para complacerme, quiero que me sonrían porque de verdad quieran hacerlo.

Pero Maizono... no la finge. Su sonrisa es tan intensa, incluso en los escenarios. Disfruto de verla ser feliz, y ojalá que termine su canción.

Más que mi jefa, es como una amiga. Pero no debo mostrárselo. Si me involucro demasiado con ella emocionalmente podría no ser la protectora que ella necesita.

—¡Anda ya, cerda! Quita esa carita de cachorro. Que parece que vayan a pegarte, hermanita.

—Je, lo siento. Solo pensaba.

—¡Ves! Mukuro, deja de comerte la cabeza con tonterías. Ella te trata bien y os lleváis genial, ¿no?

—Eh, ¿si?

—¡Pues ya está! Eso está perfecto.Vámonos.
¿No creerás que ese vestido lo vas a combinar con una carita limpia no? ¡Hay que ir a comprar maquillaje!

—¿Qué? ¡No, Junko no! ¡Ya sabes que el maquillaje no me queda bien!

—¡Que tonta eres! ¡Al menos te hacen parecer menos feo!

—¡Oye!

Junko me clava la mirada amenazante y suspiro. Mi capacidad de negociación es nula así que cedo.

Aún así no me molesta. Es una ocasión especial, así que por esta vez dejaré que mi hermana me obligue a arreglarme.

Quiero protegerte (Ikuzono)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora