Capítulo 11: Bleu merveilleux

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Alizee.

Era domingo y me encontraba sentada en mi cama. Más nerviosa que novia a punto de casarse.

Y no era precisamente porque fuera el día en que se suponía que Jacque, me acompañaría a recorrer la galería.

No.

Me encontraba así por todo lo contrario, no iría.

Y él me había dejado muy en claro hace dos días que no aceptaría que no fuera.

Pero bueno... ¿Qué era lo peor que podía hacer? ¿Aparecer en mi casa? Ni siquiera sabe dónde vivo. O por lo menos hace dos días no sabía.

23 de noviembre - dos días antes.

—¿Qué estás haciendo? —dice Jacque entrando al cuarto de pintura.

—¿Sabías que las puertas se hicieron para tocar antes de pasar? —respondo sin mirarlo.

—No, pero no es un dato que me interese —de reojo veo que se encoge de hombros.

Ruedo los ojos.

—Sal y toca la puerta antes de entrar.

—¿Qué? No lo dices enserio.

Suelto los pinceles que tenía en mano y lo miro.

—Lo digo muy enserio Jacque —respondo seria—. Sal —señalo la puerta—. Y antes de entrar vas a tocarla —me cruzo de brazos.

Resopla y empieza a caminar como niño regañado.

Al salir cierra la puerta. Luego de unos segundos toca.

—¿Quién?

—Sabes quién soy, no responderé eso.

—Entonces te quedarás afuera.

—¿Sabes que simplemente puedo dejarme de tonterías y entrar?

—Tonterías las que llevas en la cabeza. ¿Quién? —repito.

Escucho un bufido y sonrío.

—Jacque —dice entre dientes—, lo más lindo de esta galería. ¿Puedo pasar?

—No, petición denegada.

Escucho su risa.

—Voy a entrar Alizee.

—Entras por esa puerta y te tiro un cuadro a la cabeza.

Que cariñosa eres, creo que me gustará sentir el impacto del cuadro contra mi cabeza —responde entre abriendo la puerta.

—Yo te advertí.

Se vuelve a reír y termina de abrirla. Un Jacque, dichoso se ve en el marco de la puerta.

Un Jacque, disgustado se ve después de que le tiré un cuadro.

Dando, por cierto, en el blanco. Su hueca cabeza.

Cuando el cuadro cae al piso, él lo mira y luego pone su mirada en mí. Una media sonrisa se asoma por sus labios.

—Te dije que lo haría si entrabas —me justifico encogiéndome de hombros.

—No creí que fueras capaz —dice recogiendo el cuadro.

—No me voy a disculpar.

—Créeme que sé, que no lo harás —suspira.

¿Qué quieres? —digo dándome la vuelta.

InquebrantableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora