Alizee.
—No me has dado las gracias Alizee —menciona mi tía mientras desayunamos.
—¿Por qué debería dártelas? —respondo comiendo pan con mermelada.
—No hables con la boca llena —hace un gesto de desagrado—. Porque te conseguí un gran contacto y ahora tienes trabajo —restriega con altivez.
—Fueron mis obras, mis materiales y mi talento. Que, por cierto, tomaste atrevidamente y vendiste sin mi consentimiento. Si acepté el trabajo fue por motivos muy diferentes a los que crees —replico sin interés en su acusación.
—Niña mal educada —me fulmina con la mirada—. El 50% de lo que ganes quiero que me lo entregues —declara.
Empiezo a reírme.
—¿Disculpa? ¿Tengo? —hago énfasis—. Me tengo que morir —le guiño un ojo—. Y si lo has olvidado, recibes mensualmente el dinero que mi abuela me dejó a mí y tu robaste. No te debo nada.
Por un momento aguanta la respiración y luego se recompone. Si cree que no sabía que la razón por la que se había hecho cargo de mi era para recibir la herencia de mi abuela estaba muy equivocada.
—No te robo nada, ¿o con que crees que comemos y vivimos?
—Tienes dos manos y dos piernas sin ningún tipo de salud, puedes trabajar. Y ese dinero debería financiar mis estudios, no tus caprichos de bolsas y zapatos. Es para mi beneficio, y si lo utilizas en algo distinto, es un robo.
—No tienes pruebas —encaja los hombros, pero su labio inferior tiembla.
—Podría buscarlas, Amber —el terror en sus ojos crece—. Pero la miseria te alcanzará en algún momento, y esa, será mi mejor recompensa.
—Yo... no... —titubea sin dar respuesta alguna.
—Sí, eso creí —digo al no escuchar respuesta coherente de su parte—. Que tengas bonito día, tía —menciono con desprecio.
Me coloco los audífonos ágilmente y pongo aleatorio para salir de la casa con paso apresurado. Estar lejos de este lugar lo más rápido es lo único que deseo cada día que despierto.
Cuando mi padre ingresó a la cárcel me quedé con mi abuela paterna en su casa. Cuando murió, Amber mi única tía por parte de mamá, pidió mi custodia con la excusa de que con ella tendría una mejor condición de vida, un mejor futuro que el que me podrían ofrecer los hogares de paso. El estado lo vio como lo más conveniente para mí y lo aprobaron. Tenía doce años cuando eso pasó, ya han pasado ocho años desde entonces.
Cuando llegué no me sentía cómoda, claramente yo quería estar cerca de mi padre y poder visitarlo, tener más contacto con él, ya que, al momento de cambiarme de estado en Londres, solo se me sería permitido hablar con él cuatro veces al mes, una vez por semana. Eso cambió cuando cumplí dieciséis, desde entonces solo hablo con él cada quince días.La única condición que le pusieron a mi tía para que yo pudiera estar aquí, era el no tener cónyuge ni el poder ingresar a la casa a figuras masculinas hasta que yo dejara de residir aquí o cumpliera la mayoría de edad, que aquí es a los veintiuno. Por esta razón, mi tía me ha odiado y fastidiado. Por el hecho de privarle la posibilidad de convivir con hombres, pero su interés por obtener el dinero de la herencia era más grande.
Amber tiene alrededor de cuarenta años, unos menos, unos más. No lo sé con exactitud, de hecho, no conozco mucho de ella.
Es hermana de mi madre y sus rasgos físicos tienen cierto parecido, por lo que es un constante recuerdo de ella.
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Inquebrantable
Teen FictionLa música a través de los audífonos significaba todo para Alizee. Era el escape de su oscura realidad, muteaba la voz de aquellos demonios que la atormentaban durante la noche y las voces de las personas insolentes que la hacían sentirse miserable d...