Jacque.
Dos semanas habían pasado desde que comencé a trabajar con mi adorado padre, de los cuales solo pude asistir los primeros tres días. Me dio una gripe que no me dejaba ni saber qué día era y en que parte del universo me encontraba.
Layve había entrado en una actitud de orgullo y ley del hielo conmigo en represaría a no haberla acompañado a su paseo. Dejó de hablarme los primeros cinco días, simplemente me ignoraba. Después solo me respondía monosílabos o pequeñas oraciones, casi no me quiso ayudar en mis días de mocos y fiebre, cuando lo hacía era por lástima o porque mi madre la regañaba y le tocaba socorrerme obligada.
Diego vino dos veces, pero no quiso seguir viniendo porque no se quería contagiar. Estuvimos hablando por teléfono cuando yo tenía fuerzas para hacerlo.Y luego, volvía a estar aquí. Trasladando archivos manuales al sistema de la galería. Eran sobre el ingreso de personas y esos movimientos estadísticos que los guardias tomaban en la entrada del lugar a lápiz y papel.
Ese era el trabajo que mi padre había encontrado para mí, más que todo, castigo. Ya que esto me lo había impuesto por haberlo usado de excusa. También tenía que supervisar que todos estuvieran en su lugar en horario de visitas, esto lo hacía unas cinco o siete veces en el tiempo que estaba aquí.
Dejé de trabajar cuando me llegó un mensaje, era de mamá diciendo que tomara descansos y merienda, que no me esforzara mucho, sonreí al leerla. Y si me dolía un poco la cabeza por lo que le tomé el consejo. Cerré los ojos un momento y me relajé, cosa que no duró mucho porque tocaron la puerta. Escuché voces que provenían de afuera, suspiré frustrado y me tomé unos segundos antes de ponerme en pie y abrir la puerta. Cuando lo hice solo estaba mi padre.
—¿Ahora tocas antes de entrar? —pregunto burlón.
—No era yo, era Alizee que venía a buscarme, pero me la encontré en la puerta.
—¿Quién es Alizee? —pregunté moviéndome a un lado para que él entrara.
—¿Recuerdas el día que nos encontramos en el restaurante con Diego? —asiento—. Estaba con ella ofreciéndole que hiciera parte de los artistas de la galería.
—¿Desde cuándo tenemos artistas? —enarco una ceja.
—Desde ese día —responde buscando unos papeles en el escritorio—. ¿Cómo vas con los documentos?
—Bien, me dolía la cabeza y me tomé un descanso que ha sido interrumpido por ti.
—Interrumpido por Alizee —corrige—. ¿Todavía no la has conocido?
—Si te pregunté por ella es porque no lo he hecho.
—Mmm —duda unos segundos—. Seguro es porque estuviste en casa. Ya ha conocido a la mayoría, me cae bien y noté algo especial en ella. Deberías de ver sus pinturas son muy... —lo piensa unos segundos y vuelve a hablar—. Creo que no lo puedo expresar, es algo que simplemente se siente cuando las observas. Venía por estas imágenes —mueve unos papeles en su mano—. Deberías llevárselas y así la conoces —encoge los hombros.
—Solo si nos vamos temprano a casa.
—Jacque solo es llevar unos papeles, no te herniarás.
—Estudio negocios papá, sacar el provecho de las situaciones es costumbre —me encojo y arrebato las imágenes de sus manos—. ¿Nos iremos a las seis entonces? —sonrío como angelito.
Lo piensa unos segundos antes de rodar los ojos y responder.
—Podemos, pero puedes irte antes si a mí me quedan cosas por hacer cuando quieras hacerlo.
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Inquebrantable
Novela JuvenilLa música a través de los audífonos significaba todo para Alizee. Era el escape de su oscura realidad, muteaba la voz de aquellos demonios que la atormentaban durante la noche y las voces de las personas insolentes que la hacían sentirse miserable d...