Capítulo 01: Petit Arc en ciel

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Alizze

Miré a mi alrededor tratando de inspeccionar una vez más para asegurarme de que no estaba imaginando cosas, confirmando que no era ninguna alucinación de mi mente.

Con furia, tomé mis esenciales rápidamente para escapar lo antes posible de ese lugar que tanto me asfixiaba y mortificaba. Me dirigí a la puerta de salida y la cerré de un portazo tratando de desahogar mi rabia, y que con el impacto se fuera un poco de este sentimiento tan amargo.

Había vendido todas y cada una de mis pinturas, sin mi consentimiento. Ni siquiera sacó un segundo de su miserable tiempo para pensar si estaba de acuerdo, para pensar en mi opinión, pero eso ya no me era extraño. Tampoco me dio ni un centavo de lo que obtuvo, esta vez cruzó los límites.

Me molestaba tanto el hecho de que vendió cada una de mis obras como si fueran cualquier cosa de segunda mano, cuando yo gasté de mi tiempo, de mis materiales poniendo de mi esfuerzo y dedicación para venir a saber qué triste peso le dieron por algo que si valía y mucho.

Estoy tan cansada de ese sentimiento de desvalorización donde mi palabra y opinión no tienen peso, podría haberme preguntado si podía hacer dicha cosa, no me habría opuesto, quizás con algunos sí, porque si tenían un gran significado, pero siempre ocurría lo mismo. Pasaba por encima de mí. Y aunque fueran años de estar soportando esto, siempre sería como la primera vez, y las lágrimas cayendo en mis ojos eran muestra de esto.

No se merecía mis lágrimas, no se merecía ninguna parte de mí, pero mi corazón era muy frágil —o quizás muy tonto— para devolverle la misma moneda o simplemente estaba tan dañado y destrozado que no tenía fuerzas para causar daño alguno.

Limpié las lágrimas que caían de mis ojos y me puse la capucha de mi sudadera, habían empezado a caer gotas de lluvia y no quería coger algún resfriado.

Miré al cielo y vi que el día estaba tornado gris, todo indicaba que habría una gran lluvia, cosa que era muy normal en Londres. Debía encontrar refugio o me bañaría por completo y no era algo que quisiera. A casa no podía regresar, venía saliendo de ese lugar y no tenía ánimos de volver, allá habría incluso más tormenta de la que pudiera haber afuera.

Pensé en ir a esa antigua abandonada casa a la que solía ir casi siempre para escapar de la mía, pero en estos momentos no era una opción. Se encontraba a algunas calles de mi casa, la descubrí a la edad de catorce años y desde entonces se convirtió en mi verdadero hogar. Allá voy diariamente, suelo pintar mientras escucho música, como se encuentra abandonada solo reina soledad y tranquilidad en ella.

Mis pinturas terminadas las mantenía guardadas ahí, pero últimamente estaba lloviendo mucho más de lo normal y la casa se había estado llenando de humedad proveniente de las constantes lluvias y algunas pinturas se arruinaron un poco, otras sobrevivieron. Por eso tuve que llevarlas a casa de mi tía, no tenía otro lugar donde guardarlas y entre dejar que se dañaran y llevarlas a casa, me parecía mejor la segunda opción, sin saber lo que sería capaz de hacer la desconsiderable de Amaliz.

No era una opción favorable para mi ir a refugiarme allá en estos momentos de lluvia, porque de igual forma me mojaría, tenía algunas —muchas— grietas que dejaban colar el agua al interior de esta, además su madera vieja mojada me causaría alergia.

Apresuré mi paso y me dirigí a un centro comercial cercano, recordé que este tenía una zona donde podría estar tranquila y pintar un poco. Debía empezar con las pinturas nuevamente, estaba esperando venderlas y con el dinero que recogiera poder comprar materiales para pagar un pequeño arreglo a esa vieja casa, se había convertido en un lugar importante y especial para mí, no podía dejar que se cayera a pedazos el único lugar que me regalaba paz.

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