→ calum hood
Despierto y se siente extraño no estar con Luke. Hemos pasado la última semana durmiendo juntos, y por más que él no lo note o quizás lo haga pero no lo diga, a mí me gusta cuando nos abrazamos a la madrugada. Se siente cálido, en confianza. Soy particularmente una persona muy cariñosa, y Michael también lo es; nos gustaba estar abrazados juntos y pensar en los nombres que le pondríamos a nuestros hijos adoptivos: Sarah y Molly.
Ambos creíamos que íbamos a tener una vida fácil, exitosos en nuestras carreras y con mucho futuro por delante, pero terminamos, las ilusiones ahora son cenizas y no hay vuelta atrás.
Aún estoy dolido, aunque no lo diga. Aún me cuesta ver a Michael y pienso que estar en España es mejor, pero lo extraño. La familia de Luke es muy agradable, me hacen sentir a gusto, pero nada se compara a los brazos de Michael, ellos son mi hogar.
O lo eran.
Suspiro, me levanto, me baño y me visto. Han pasado seis días desde que Luke ha vuelto a Madrid y lo extraño, mejor dicho, extraño el contacto físico. Lena es amorosa, mas no se acerca mucho a mí, pese a que tenemos mucha confianza. Liz también me cae bien, pero abraza en las situaciones necesarias y durante el tiempo justo.
Luke, cuando duerme, cierra los ojos y en algún momento su respiración se vuelve profunda y se acerca a mí, sus brazos rodean mi cintura y su cabeza queda en hueco de mi cuello. Antes que se levante yo deshago ese abrazo, a él no le gustaría saber que dormimos juntos.
Las pocas veces que duermo solo me siento incómodo porque me he acostumbrado a dormir con alguien más. ¿Qué será de mí el día que no haya nadie para abrazar por las noches? ¿Qué nadie esté, qué nadie quiera estar?
Resoplo.
Camino con mi valija en mano hacia el lobby del hotel. Me he pasado los últimos días en la piscina, leyendo libros y escribiendo algunos artículos que podré publicar cuando tenga un lugar donde hacerlo.
Les mando mensajes a mis amigos, pero ellos no contestan. No sé si es por la diferencia horaria o porque Circe Delaigue ahora está en Argentina, pero ni siquiera ella me contesta. Y ella es del tipo de persona que responde a cualquier hora.
A lo mejor está enojada conmigo.
Últimamente estoy tan rodeado de gente pero me siento tan solo. Nadie es capaz de contestarme, Michael ha parado con los mensajes de texto, Luke ni siquiera me ha enviado uno para saber si sigo vivo —eso no me importa, lo nuestro es un contrato, un acuerdo escrito, está basado en reglas y en ningún momento se dice explicitamente que tenemos que preocuparnos el uno por el otro; a mi me dará igual si él se pierde en un volcán o es comido por una rata enorme en Asia—. Estoy olvidado.
Daría todo por volver atrás, exactamente un mes atrás, cuando Luke y yo nos besamos en esa fiesta y toda la farsa empezó.
Mi vida es un desastre.
Yo soy un desastre.
— Calum, ¿listo? —inquiere Lena, que tiene auriculares rosas en sus manos y un conjunto Adidas puesto. Asiento con la cabeza—. Será mejor que dejemos a mamá en el aeropuerto y de ahí nos vayamos, ¿te parece bien?
Vuelvo a asentir, dudoso en realidad si quiero seguir este juego o no.
Pero lo sigo de todas formas, aunque ya estoy harto.
Una vez que estoy en Madrid decido decirle a Lena que me quedaré en casa de Luke y que ella puede irse con Ashton. Lena dice que no hay problema y me deja en paz. Yo entro a la casa y lo primero que hago es acostarme en la cama y poner mi cabeza entre la almohada y gritar, porque no me gusta el ritmo que va tomando mi vida, el camino... no me gusta para dónde voy. Estoy descarriado y esto no es a lo que estoy acostumbrado.
En algún momento empiezo a llorar. En algún momento, también, Luke entra a mi habitación, y sé que es él o a lo mejor es un ángel —pero no creo en ellos— y me empieza a dar palmadas en la espalda. Me dice que me tranquilice y sus manos frotan mi espalda, dándome masajes y un contacto reconfortante.
— Calum —comienza a decir—. ¿Qué pasó? —inquiere.
Sé que yo posiblemente me veo fatal. Cuando lloro, mi cara se pone roja e hinchada, igual que los ojos, me tiembla el cuerpo y todo se me nubla. No estoy acostumbrado a llorar, seguramente la última vez que lo hice fue mientras veía Forrest Gump, un par de días después de romper con Michael.
Lo que me preocupa ahora es no saber si estoy llorando por mí, por Michael, por mi vida o por Luke. Soy una masa de nervios, y ni siquiera sé porqué me siento así.
Son muchas cosas y nada a la vez.
— Estoy bien —contesto, esperando para que se calle.
— No lo estás —replica, lo miro con los ojos llenos de lágrimas y su mirada se suaviza.
Me sonríe.
— Vamos —suelta, lanzándome una camiseta limpia; la mía está mojada de tanto llorar.
— ¿A dónde? —inquiero, extrañado. Él se encoge de hombros.
— A dónde tú quieras.
Terminamos yendo a un museo. No está permitido estar en museos después de las nueve de la noche, pero Luke es justamente Luke y él consigue lo que quiere solo chasqueando los dedos. Le dice al oficial que queremos echar un vistazo, y al comienzo no nos deja, pero luego pide hablar con el dueño que, encantado, nos abre la puerta y se encarga de explicarnos obra por obra lo que hay ahí.
Puedo notar que Luke se muere se aburrimiento y de sueño. Las ojeras en su cara son violetas, bien marcadas debajo de sus ojos. A la mitad del recorrido, cuando ya falta poco, le toco el brazo y le digo:
— ¿No te quieres ir ya? —pregunto y luego recuerdo———————; mañana tienes juego.
— Sí -dice—, pero prefiero que estés bien. Cualquier cosa finjo una lesión en medio del partido, pero tú vas a quedarte solo así que prefiero que te relajes.
— ¿No tengo que ir?
— No —dice mientras niega con la cabeza—. Te puedes quedar en casa.
Asiento.
Los dos nos quedamos en silencio, recorriendo el museo y oyendo hablar al dueño.
— Por cierto, Calum —dice de repente, en voz baja—. Yo más que nadie entiendo lo que es estar lejos de mis seres queridos. Primero mi hermana, mi papá, mi mamá y en menor medida Lena. De un día para el otro mi vida cambió y yo me volví en el jugador más codiciado del mundo y ni siquiera soy tan bueno. Las cosas pasan por algo, nada es por acción del azar. El punto es que, estás aquí ahora, tienes que disfrutar. Aprende español, vete a la playa, come paella, o tómate un tren a Rusia. No voy a impedirte nada, no soy tan cruel como todos piensan. A mí tampoco me gusta estar encadenado a alguien que yo no amo. Bueno... a estas alturas sólo he amado a mi madre, a mi hermana y a mí, pero es lo mismo. Te entiendo y creo que, si quieres, puedo lograr que Herbert anule el contrato y vuelvas a tu vida y yo a la mía. Sería más sencillo para ambos, ¿no crees?
En ese momento, asiento con la cabeza. Pero a la noche, a penas toco la cama, me duermo pensando en cuánta razón tiene Luke.
Y cuántas ganas tengo de anular el contrato.