→ luke hemmings
Mientras desayuno, Herbert viene y se sienta conmigo. Detrás de él está Calum Hood y Atticus Carraway, el director del periódico dónde Calum trabaja. Yo me sirvo un poco más de café y le doy un bocado a mi sándwich de jamón y queso, que es algo así como mi placer culpable.
— Buenos días —Herbert me saluda, yo asiento con la cabeza ya que al tener la boca llena no puedo hablar—. ¿Cómo te sientes para hoy?
Trago y le digo la verdad: que no tengo ganas de salir frente a toda esa gente y mentir, pero es lo que tengo que hacer. Acordamos algunas cosas, cómo a quiénes tengo que darle la palabra y a quiénes no. Atticus me recomienda algunas cosas, y Calum sólo se queda en silencio, pensativo. Quiero averiguar que le pasa, pero no creo que sea buena idea.
Estoy de buen humor a pesar de las circunstancias. Hace mucho no como verdadera comida —usualmente mi dieta es vitaminas, carbohidratos y más vitaminas—, así que poder desayunar después de varios días tomando sólo café y vitaminas se siente bien. Me levanto a servir una magdalena, que sé que no debería comer, pero no me importa mucho.
— Por cierto, Luke —me dice Herbert cuando termino de comer—, Calum necesita comprar unos pasajes de China al Reino Unido.
— Hazlo —digo yo, y luego le doy un sorbo a mi jugo de naranja, saboreando bien—. Puedes comprar lo que quieras, a mí no me molesta siempre y cuando no sea ilegal—esta vez me dirijo a Calum, él asiente y luego los dos reímos un poco.
Yo termino de desayunar y vuelvo a mi suite del hotel, prácticamente trotando por las escaleras hasta llegar a mi cuarto. Dejo la puerta abierta mientras yo busco entre mi ropa por el uniforme del Manchester, lo que tengo que ponerme para hoy. Yo preferiría ir con un traje, pero Herbert dice que es la última vez que usaré este uniforme, y tiene razón. Una parte de mí dice que extrañaré la libertad que me da el Manchester de ser su jugador estrella... pero otra parte está feliz de poder triunfar con los mejores del mundo.
Decir que no estoy nervioso es mentir. No soy un entusiasta de las conferencias de prensa, pero hay momentos en los que son necesarias.
Suspiro y me veo al espejo, le guiño a mi reflejo: confianza, me digo, luzco bien, estoy bien, me siento bien.
Una vez que todos mis compañeros terminan de decir si siguen o no en el Manchester, mi mejor amigo me da una palmada en el hombro.
— Ve y enséñales —Ashton dice con una sonrisa y me da una palmada en el hombro. Él se comporta muchas veces como un padre, es quizás esa una de las tantas razones por las que le tengo tanto aprecio: siempre se ha comportado como un hermano mayor sobre protector conmigo, aunque eso es raro dado que se acuesta con mi hermanita.
De todas formas, yo asiento, preparándome mentalmente para la bombardeada de preguntas. Subo al estrado —si puede decirse que hay uno— y miro al frente, en la primera fila hay ejecutivos y... Calum.
Detrás de él hay dos chicas, y el resto de esa fila, junto a las dos siguientes, está llena de periodistas.
Hacer esto ya es costumbre para mí. Hubo controversia cuando Ashton dijo que iría al Real Madrid y cuando le preguntaron la cifra, él sólo dijo mal un número, y luego se dio cuenta y todos quedaron asombrados, Ashton tenía casi tanto dinero como yo —lo que me da una pauta de que mi hermana vivirá bien—, pero lo habían comprado, sin embargo, por mucho más que a mí.
Cuando me siento animado, abro la boca y empiezo a hablar.
— Buenas tardes —saludo—, se rumoreó que iría al Barcelona, pero en realidad acompañaré a Ashton en el Real Madrid —y alguien levanta la mano, la primera pregunta—. ¿Sí?
— Sienna Verholf, reportera de The Netherlands, ¿cuál es la cifra por la que lo compró el Real Madrid?
— No puedo decir —suelto con honestidad. Ellos creerán que es mucho, pero yo sabré siempre la verdad—. A partir de mañana entrenaré con mi nuevo equipo, pero estoy muy agradecido al Manchester United por todo el apoyo y esperanza que han tenido en mí, he conocido gente fantástica y sé que aún mudándome mantendremos el contacto —finalizo—. ¿Preguntas?
Veo muchas manos levantadas. Y de reojo miro a Calum, que sé que se muere por levantar la mano y matarme a preguntas, sé que esta es su área de trabajo y seguro debe sentirse impotente, como yo cuando veo un campo y no puedo correr.
Señalo a alguien al azar.
— ¿Tiene algunas declaraciones qué hacer con respecto a su nueva vinculación amorosa? Soy Harry Dalton Baker, periodista deportivo de The Guardian.
— Baker, cuánto tiempo —fingo una sonrisa, este tipo ha tratado de hundir mi carrera laboral en años—. ¿A qué te refieres?
—¿Es cierto que sales con mi compañero Calum Hood?
Yo asiento con una sonrisa de suficiencia.
— Sí —contesto—, estamos saliendo.
Entonces escucho murmullos, exclamaciones de sorpresa, veo como bocas se abren y ceños se frucen. Me siento bien por haber causado tal revuelo, pero algo de culpa se asienta en mi interior al saber que posiblemente estoy mintiendo a todo el mundo, y que Calum miente también. Yo lo miro, él asiente y levanta un dedo pulgar disimuladamente, como en señal de apoyo.
Le doy la palabra a Hayley Crawford, reportera de BBC. La conozco porque siempre me ha parecido bonita: es pelirroja y muy llamativa, además siempre se ha comportado bien conmigo, al contrario de otros.
— ¿Cómo se conocieron tú y mi colega Calum?
Pregunta difícil... bueno, si no hubiera leído al menos treinta veces la historia de cómo conocí a Calum Hood.
— En la playa, cuando fui a Colombia por unos días y él también coincidió en esas fechas —miento, pero ella asiente y se vuelve a sentar. Miro a quién darle la palabra y un periodista poco conocido aparece, lo señalo.
— Ray Wallis, para CNN. ¿Algún mensaje o pensamiento para la comunidad gay?
Muevo la cabeza y las palabras fluyen de mi boca con la misma naturaleza que lo hace un caudal de río. Le explico que los jóvenes homosexuales tienen que aceptarse y también hablo de la igualdad, dejando satisfechos a muchos y confusos a otros, ya que no se esperaban esa respuesta ni en sus mejores sueños. Muchos creen que soy un ser vacío y lo único que hago es correr, meter goles y seguir corriendo... igualmente, en este momento, cuento de la historia de Gayle Anderson, una mujer que descubrió sobre su homosexualidad a los cuarenta y seis y de lo orgulloso que estoy de Calum al haber tenido el honor de hacerle un reportaje. También digo que estoy orgulloso de todos sus logros.
Cuando termino, digo que sólo iba a responder tres preguntas y que espero que me vieran triunfar en el Real Madrid.
Me acerco a Calum, para hablar con él como se supone que una pareja normal debería, sin embargo, puedo escuchar algo interesante...
— No puedo creer que Luke Hemmings sea gay —dice una morena de ojos verdes, que se sienta atrás de Calum. Yo alzo mis cejas y me acerco más—. Y menos que salga con él.
— Pues créelo -Calum Hood se voltea y asegura, mirando fijamente a la muchacha—, y él soy yo.