Ira parte 11

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Vox

Las alarmas que habían sido previamente programadas hicieron su acto de aparición aumentando el sonido de los timbres a cada segundo que pasaba ayudándose a la par del golpeteo que provocaban las carcasas de los teléfonos al chocar contra la madera de la cómoda por el involuntario movimiento provocado por las vibraciones, siendo de esta forma la manera en la que anunciaban que una nueva mañana había llegado al Infierno y era momento de levantarse a recibirla como era debido.

La primera en despertarse había sido la joven Overlord Velvet debido al fuerte gruñido de molestia producido por el mayor ante el constante sonar de los aparatos electrónicos que se atrevían a perturbar su descanso provocando que la menor dejara escapar una melodiosa risilla al escuchar los murmullos de Vox pidiéndole que se encargara de las alarmas, apartó el brazo del demonio de los medios, quien puso un poco de resistencia a pesar del cuidado utilizado en su acción, para poder tomar ambos celulares y apagarles las alarmas, incluyendo las posteriores, regresó su vista en dirección al dueño del departamento permitiéndose admirar una imagen que rara vez era expuesta ante terceros. La pacifica expresión que se dibujaba en la pantalla del mayor era digna merecedora de una fotografía, o tal vez un par que la demonio de coletas no resistió en tomar para guardarlas en su galería personal junto a las suyas propias y las de Valentino, una enorme sonrisa se dibujó en sus labios al saberse la única espectadora de tal espectáculo cuyo privilegio solía ser exclusivo de la polilla que se encargaba de monopolizar gran parte del día de su amigo cada que iba a visitarlos al estudio antes o después de su trabajo.

A Velvet no le molestaba pasar el rato en compañía de los mayores, a quienes ocasionalmente solía ver como una especie de figuras paternas, ya que le resultaba divertido salir a infundir temor entre los pecadores recién llegados o los demonios de baja escala social a quienes no extrañarían si desaparecieran, sin embargo, odiaba que el proxeneta quisiera acaparar por completo la atención de Vox, cosa que no resultaba complicado para éste, y lo arrastrara a donde quisiera por puro capricho sabiendo que él nunca le negaría nada para complacerlo y librarse de sus dramas, pero ahora no era momento para pensar en eso, su única preocupación ahora debía ser pensar en lo que harían para el desayuno.

Abandonó su lugar en el colchón, rodeando la cama y para así poder acercarse a la mascota tiburón que descansaba del lado contrario, una suave caricia sobre su cabeza fue suficiente para sacarle del mundo de los sueños recibiendo a la mañana con un largo bostezo y un energético movimiento de su cola que golpeaba contra el suelo. Colocando su dedo índice sobre sus labios es como la menor le pide que no hiciera ruido mientras señalaba con un movimiento de su cabeza a su durmiente dueño, Jaws se restriega cariñosamente en la orilla de la pantalla creando una sonrisa en el Overlord que aun dormido fue capaz de regalarle unas cuantas caricias extras sobre su costado, Velvet no podía estar más enternecida, repitiendo el mismo procedimiento que llevó a cabo consigo consiguió liberarlo del fuerte agarre que mantenían sobre su cuerpo permitiéndole abandonar la cama.

Una vez que ambos estuvieron abajo, y que la menor se asegurara de que su amigo estuviera cómodo, abandonaron la habitación dejando que Vox pudiera descansar por unas cuantas horas más mientras ellos se dirigían a la cocina para buscar algo que pudieran preparar para comer.

- Bien, en lo que Voxy descansa veamos que podemos encontrar para desayunar – la mención de la palabra "desayuno" emocionó al escualo haciéndolo saltar sobre una de las sillas frente a la isla – quieto pequeño, tenemos que ser muy silenciosos – le recordó.

Tuvo que treparse en una de las sillas para poder revisar en las alacenas altas en busca de alguna caja de cereal sólo para decepcionarse al darse cuenta que lo único dentro de estas eran diferentes bolsas de granos de café y algunas de las barras nutritivas que el dueño del estudio televisivo promocionaba durante los espacios informativos. Ellas las odiaba y sabía que Vox también, la única razón por las que las tenía era porque los promotores tendían a regalarle al menos una caja cada semana como agradecimiento por tomar a su marca en cuenta.

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