▶️[4:30 p.m.] Tamara Burgues: ¿Por qué no contestas mis llamadas? La fiesta fue un desmadre, ¿no? Joseph me estuvo llamando, creo que ya se dio cuenta... ¡Llámame!
La amiga de la pareja se precipita a enviar ese SMS antes de que su esposo, Richard, se personifique a su espalda como siempre suele hacer para espantarla.
Desde que dejó de usar la silla de ruedas para adaptarse a las muletas se ha vuelto peor; ahora la sigue hasta para ir al baño. Se arrepiente de ayudarle en su avance, muy en su interior anhela un respiro, y eso la hace sentir como la esposa más ingrata del mundo.
Esconde el móvil en su bolsillo y continúa preparándole un té rojo a su compañero para antes de dormir. Como cada noche, desde hace aproximadamente un mes, ha pedido la bebida con frecuencia usando el pretexto de "relajarse". Tamara, ignorando que este es el causante de sus continuos desvelos y marcadas ojeras en el rostro por el exceso de teína, se lo lleva complaciente. Es tanta la ingenuidad o el agotamiento de la muchacha, que de vez en cuando también se toma un tecito.
—Mi amore, tu rostro. —Le recibe el recipiente con suavidad, observándola compasivo desde su cama.
—Estoy un poco cansada. —Sonríe vacía, sentándose a su orilla—. Pero ya se me pasará; no te preocupes, cariño.
—¿Y llamaste a tu madre? —Bebe despacioso, viendo con un ápice de odio a su mujer—. Me dijiste que después de tu visita ya no te contestaba.
—Sí... —Agacha la mirada para evitar confrontarlo—. Todo está bien, por suerte. —Su mueca es dudosa.
—Gracias a Dios —festeja de dientes para afuera, despotricando a Dafne y Joseph—. Me preocupé mucho cuando mencionaste que tenía esos cólicos...
La chica enternece, tomando su mano libre. La sombra crepuscular tenía envuelta la habitación, un manto acogedor despedía el aroma terroso e intenso del té rojo. El ambiente siempre se sentía armonioso porque nunca ponían música.
—Eres un rey, ¡Mi rey! —realza su apodo preferido—. No te preocupes, mejor tómate la bebida y a descansar. Anoche no dormiste nada.
—Claro. —Se da el último sorbo—. Pero, antes, lo primero: mis versículos —indica su mesa de noche para que su esposa le saque la Biblia.
Le facilita el libro sagrado, mismo que está marcado desde el antiguo testamento para continuar con su lectura. El hombre se concentra tanto en las páginas que Tamara siente pasar a tercer plano con inmediatez. No es indiferente al tema, pero tampoco amante; él decidió ser devoto de la iglesia cristiana desde su accidente y le apoyó.
Luego de fregar la loza y asearse, se disponen a dormir temprano (5:30 p.m.). O con eso sueña desde hace tiempo. Sus noches son infernales. Para un cuidador desgastado, con sueño y de mal humor no hay nada peor que un paciente indeciso, caprichoso y excitado.
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Amor Sublime © |Libro I|
FantasíaEsta es una historia que pone a prueba el amor, la lealtad y, sobre todo, la paciencia de nuestro protagonista, Joseph Queen, pues nunca se imaginó tener que soportar el rechazo del amor de su vida a causa de una confusa amnesia. Dafne Bennett, nue...