Princesas

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Está oscuro, en uno de los últimos días de luna menguante. No veo nada. Necesitaría un farol y mis dos manos para encontrar mi propia nariz. Me guío por lo que recuerdo de la distribución de la casa. La puerta está cerrada. La abro lenta y sigilosamente, pues aquí las paredes tienen oídos. Camino por el pasillo. No hay nadie. Solo tomaré un trozo de pastel y bastará, es un crimen sin victimas. Bajo las escaleras. Escucho pasos pero sigo bajando. Son pasos descalzos, así que asumo que alguien se ha levantado a apagar la vela de su habitación antes de volverse a dormir.

La luz tenue y blanca de la luna escurre desde la ventana al piso. Hay un charco de luz de luna en el piso así que mejor lo salto para no resbalar. Hundo mi dedo en el. Aunque el charco no se ve ni largo ni profundo, mi dedo índice entra entero y sin fondo. Lo saco lentamente. Un poco de luz se queda embarrada en mi. Sigo mi camino a la cocina. Abro el refrigerador. Tomo el pastel. Tomo un tenedor y comienzo a comer. Escucho pasos de nuevo. Dos personas. Dos chicas. Caminando por el pasillo. No se que hacer. Corro a mi cuarto antes de que la conspiración sea descubierta. Pero lo olvido. No salto el charco de luz de luna. Me hundo muy rápidamente. Con una mano se sostengo al borde del piso. Alzo la cabeza y logro sacarla. Lo que veo me hace soltar el borde y hundirme como una piedra de río. Amelie y la chica del cabello Azul se están besando. Y dejé mi pastel en la mesa. Pierdo la conciencia entre luz de luna, ya no me importa morir por el momento. Ese pastel era especial. Amelie también era especial.

"Tus manos se vuelven arañas, desnudan el cuerpo de agua enlunada, que el golpe derrama"

10 A.M.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora