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Estaban caminando por las calles de la Isla Boden. Hombro con hombro. Ambos en el área pobre y demacrada de los escalvos. A estos los tenían en filas. Con sus muñecas encadenadas vistiendo ropas blancas tal cuales ovejas manchadas en fango. Con sus pies descalzos pisando lodo. Estaban en graneros a la exposición de todos. Gulf estaba sorprendido. La mayoría eran elfos dado a la Isla en la que se encontraba pero eso no evito que los futuros esposos sintieran pena por los esclavos. Los esclavos los miraban con desconfianza por ser nobles.

—Gulf, no tienen zapatos. ¿No podríamos...?—  Mew comienza a decir como el rey de su nación que es aunque en esta isla no tiene el mismo poder. Gulf también mira a los esclavos con pena.

—Pero tendremos que preguntar el calzado de todos y... No será algo fácil.— Gulf murmura desenfatizando cada palabra en su oración. De repente sostiene sus caderas para mirar con más pensar a los esclavos. Entonces avanzó hacia ellos. Dejando atrás a un Mew muy confundido. —Espera, Gulf, ¿qué haces?— El rey susurra. Adelantando sus pasos para llegar hacia Gulf.

El piel dorada no importa cómo el bajo de su vestido se mancha en lodo ni sus botas de nobleza. Solamente llega hasta una pila de esclavos para pararse frente a uno que luce completamente americano. De cabellera marrón larga hasta la nuca. Ojos verdes. Un poco de barba. Era guapo a pesar de estar sucio. —Seguramente no hablas inglés,— Gulf carraspea con una sonrisa de labios. —pero ¿podrías decirnos tu calzado?— Pregunta el piel dorada apuntando sus pies. Mew alza sus cejitas, mirando a todos los esclavos con una mirada pasmada pero a la vez espectante. Queriendo saber sus reacciones aunque su prometido está hablando ahora mismo con uno de ellos. No con todos. El extranjero mira sus pies con una ceja alzada y vuelve a mirar al piel dorada con un lento parpadear. Un parpadear que indica su aborrecimiento en la vida. O su desinterés en el chico noble.

Mew se le queda viendo. Gulf parpadea varias veces. Desanimado. Con un rostro desinteresado en el que su labio inferior hacía un ligero puchero. El extranjero sin orejas puntiagudas no habla así que Gulf suspira. Dejando de apuntar sus pies y va a hablar con la esclava asiática de orejas puntiagudas detrás del extranjero pero el el extranjero decide hablar: —Me subestimas.— Es lo primero que dice y ambos el rey, y El Montador de Dragones lo miran. —Sé hablar tu idioma. Y deberían distinguir que mis pies son de una talla grande.

Los prometidos miran con más atención los pies del extranjero. Son grandes. Un tamaño 10 a decir verdad. —Soy calzado 10.— Dice el extranjero.

—¿Por qué unos nobles como ustedes se interesarían en nuestros pies? ¿Van a cortarlos?— La asiática de orejas puntiagudas hace una alocada pregunta mientras se rasca el mentón como una salvaje. Los prometidos la miran con sus bocas abiertas.

—¡N--No! Eso es lo contrario a lo que queremos. No somos unos bárbaros.— Mew asegura tratando de establecer paz.

—¡Porque mis pies están sucios!— La asiatica dice. Mostrándoles la planta sucia de su pie al alzar su pierna con risas alocadas. Los prometidos abrieron sus ojos como platos mientras miraban a la asiática.

—Hermosa dama, no sea vulgar.— Mew le baja la pierna aunque este sucia y ella se le queda viendo. —Vaya, qué hermoso hombre noble. Qué educado.— Ella dice.

Gulf ríe un poco antes de ponerse cabizbajo y da un fuerte aplauso para captar la atención de todos. —No tema nadie, queremos humildemente darles zapatos a todos. Así que espero cooperen y nos digan un aproximado de qué calzado son.

Gulf dice. Su futuro esposo lo mira con una sonrisa de labios humilde.

—Yo nunca he usado eso.— Un niño expresa su frustración con una tierna dolida vocesita. Debe tener como unos cinco años de lo tan pequeño que es. Tiene orejas puntiagudas. Y está al lado del extranjero. Es asiático. Mew lo ve con lástima y camina hasta él para ponerse de cuclillas frente a él.

DRAGÓN GÉNESIS 2 • MewGulfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora