Capítulo 26

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El doctor procedió a restaurarlo, pero no podía hacerlo todo solo. Necesitaba una ayuda, y las enfermeras del hospital se encontraban muertas debido a la furia que soltaba Anabell al no obtener lo que quería.

— En el primer piso, un hombre alto con una chaqueta negra, ese hombre me puede ayudar, ¡Ese hombre le puede salvar la vida a Tyson! — El doctor habló tan rápido como pudo.

— ¡Búsquenlo! — Ordenó Anabell hacia los hombres.

Entonces, el doctor hizo todo tan rápido como pudo.

Agarró los conocidos electrochoques y los puso en el débil cuerpo de Tyson.

Entre la vida y la muerte. O entre el infierno y el paraíso.

Anabell aguardaba al lado de Tyson, ella esperaba en cada electrochoque que despertara, pero no lo hacía y eso, tan solo eso a Anabell la puso furiosa. Quiso ser ella la que hiciera eso, la que le salvara la vida a Tyson y no ese doctor que era un completo desconocido, y a la vista de Anabell, un completo inútil.

Por primera vez en su vida, Anabell quería salvarle y no quitarle la vida a alguien. Una obsesión extraña, un vínculo escalofriante había creado con él.

¿Qué era lo que tanto Anabell veía en Tyson?

La frente del doctor estaba sudada, era aún muy temprano, su obvio cansancio lo hacía querer parar, pero no podía hacerlo. No, con Anabell a su lado.

— ¡Aquí está! — Grito uno de los hombres de Anabell.

Aquel traía del brazo al hombre cuyas características mencionó el doctor. El mismo que estaba en piso de abajo mirando hacia la nada sin muchas expresiones.

— Ya sabe que tiene que hacer — El doctor habló para el hombre, él suspiró e hizo caso omiso.

En esta habitación la tensión era alta, ya no hacia el habitual frio de la ciudad, ahora se sentía un calor insoportable. Ahora, la vida de Tyson dependía de esos dos hombres inocentes.

Todos los presentes hicieron silencio, el doctor y el hombre trabajaron en restaurarlo y pasarle la sangre que faltaba. Parecía una misión imposible, pero la mirada acusadora de Anabell hacia que lo imposible tenía que ser posible cueste lo que cueste.

Y a las afueras del hospital, el sonido de los carros de unos policías no podía faltar. Los que vivían cerca del hospital estaban despiertos y asustados, ya todos sabían que estaba pasando algo horroroso.

Tom, Sally y los demás hombres ya habían desalojado el lugar, ellos se fueron escapando de las sirenas de los policías. Faltaba poco para que llegasen. Anabell no tendría tiempo para escapar y ni mucho menos para salvar a su amado.

Pero... De Anabell todo se puede esperar ¿No?

— La policía no tarda en llegar, es tan solo cuestión de minutos — Advirtió el hombre que dirigía a los demás.

— No podemos dejar al joven así, necesita otro hospital...

— O un laboratorio que tenga el funcionamiento de un hospital. — El hombre traído por el doctor habla interrumpiendo sus torpes palabras que solo harían enojar.

— Vámonos ahora a ese laboratorio y hagan lo posible por llevar a Tyson con vida — Ordenó Anabell.

Los dos hombres se miraron entre sí, eso sería bastante difícil, pero hasta ahora lo estaban logrando. Habían logrado estabilizar a Tyson, pero aún tenía riesgos de volver a fallar.

Así que, todos se prepararon e hicieron todo lo que les ordenaba Anabell.

Por otro lado, Archie, que en ningún momento abandonó a la niña, la regreso con su madre sin ser visto. Aquella mujer al ver al hombre a quien le había dado gran parte de su ser estaba aquí, entregándole de nuevo lo que le había prestado. Había cumplido su palabra en mantenerla a salvo.

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