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23 de mayo, 1933

El hospital general de la ciudad es reconfortante, no sé qué pasó más esa noche o madrugada. Hoy desperté aquí con mi bebé a mi lado. No dejo de pensar y preguntarme qué ocurrió y porqué Noah terminó muerto. Me culpo, ¡claro que lo hago!. Pero no puedo hacer nada. Sé que ese monstruo no se ha ido para siempre, sé que volverá. Algo le hizo a mi pequeña, creo que eso que presencié era un sacrificio. Me sorprende que no tenga cicatrices de los cortes, sólo una pequeña marca, al parecer, una cruz, en su espalda.

Siento murmullos, los mismos que me atormentan siempre. Se hacen más audibles y justo cuando creo que entenderé alguna palabra, mi hermano Ensal entra a la habitación.

Se acerca sigiloso y a paso lento pero determinado. Toma asiento a mi lado y acaricia las palmas de mi mano. Sus ojos enrojecidos, sé que estuvo llorando. Me observa con lástima y.... culpa?. ¿Porqué se siente culpable?

Su móvil suena, lo toma y lo apaga. Me sorprendo, nunca hace eso, siempre es muy servicial y comprometido con sus trabajos. Esto debe ser demasiado serio, no es para menos. Claro, sé que el sabe, de lo contrario, no estaría aquí.

- Lo siento, enana- susurra y su voz se rompe- lo siento tanto. Todos estos años ocultando la verdad, fingiendo que no sabíamos que sufrías, que no sabíamos lo que te ocurría y dando por hecho que tenías problemas mentales. Es hora de que lo sepas todo, hermana.

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