XI

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23 de mayo,1933

Suspiro, el silencio que se esparce por la habitación forma un incómodo momento. Me remuevo en la camilla y observo a mi bebé con precaución ¿de qué verdad está hablando?. Toma mi mano y la aprieta.

- Procede- le pido susurrante pero firme.

Èl me da una última mirada en la que claramente dice un "Lo siento" y comienza:
- Hace diecinueve años mis padres- se aclara la garganta- nuestros padres se mudaron a este alejado pueblo, cansados de las incontables miradas de lástima y de las súplicas al Alabado de la abuela Mae, madre de nuestro padre, quien no se cansaba de orar para que le concediera el milagro de la maternidad a mamá. No tenían más esperanzas, yo era su hijo, sí, pero no nacido de su vientre, era de crianza y ella me ama pero aún así, el verdadero beneficiado con el don de la paternidad, era nuestro padre.
Es aquí que entre tanta desesperación comenten el primer y grave error. Fueron a ver una bruja o como sea que se les llame, para acudir a otros métodos. Estaban dispuestos ha hacer lo que sea, a toda costa, mamá no se daba por vencida ante la idea de tener a alguien viviendo dentro de sí por nueve meses. Yo los acompañé, lo recuerdo como si fuera ayer, dado que aunque tenga treinta y dos años, en aquella etapa ya era un adolescente de catorce. Todo fue traumático, extraño y sumamente aterrador. No saques conclusiones apresuradas, ni te rompas la cabeza, te contaré justo cómo pasó todo esa tarde de abril.

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