XIII

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—Bésame.— Pronunció firme...

¿B-esarla-a? ¡Sentí que me asfixiaba con mis propias palabras...! ¡Que! No puedo, ¡Dios mío, no puedo! Sus ojos húmedos me m-e lastiman.

No.

Ella es tan vulnerable ahora, no puedo hacerlo, no puedo hacerle esto... apropiarme de su primer beso.

Me incliné y besé su frente, ella se tensó pero me abrazo más fuerte.

—T-engo que irme... — Dije con dificultad, ella solo asintió y se despegó de mí. Sentí su abandono.

En el pasillo me percaté que por primera vez había omitido referirme a ella como "usted" ¿Cuál es el problema conmigo? Es una actividad reprobable.

Entré a mi habitación y me desplomé en la cama... ¿Había sido un completo imbécil? ¿Quién se negaría a un beso de una hermosa princesa? Yo claramente. No, no era un imbécil, soy un caballero y simplemente no podría aprovecharme de ella en estado de vulnerabilidad, solo se sentía mal en realidad, no creo que quisiera besarme ¿Quién querría besarme?

Soy desechable. Lo soy.


Jorge se había negado a darme un beso... y lo lamente, me molestó profundamente en el momento, pero recordé que es ajeno a todo lo que tenga que ver con afecto. No sé qué pensará de mí ahora pero trataría de olvidarme de eso, tenía mayores cosas en qué pensar.

A la mañana siguiente amanecí adolorida, me dolía el pecho. Hoy vendría el primer “gran prospecto” para esposo, bufé desanimada.

Me puse cualquier ropa que encontré en el armario, no era un día especial, es más esperaba desanimar a los hombres con mi mal elección de vestido.

Salí de mi habitación y ahí estaba Jorge, recargado en la pared de enfrente, alisando su túnica beige interna, inmediatamente que me vio se aclaró la garganta, pero lo ignore sin permitirle decir algo, caminé hacía la puerta del palacio, él me siguió a distancia detrás de mí, no quería hablar con él en este momento, tal vez después, estoy por encontrar esposo.

—M-uy buenos días, mi señora...— ¿Señora? Mmm un hombre joven, de cabello ondulado, pelirrojo... no me gustan los pelirrojos; ojos azules y megas marrones por su nariz y pómulos.

—Buenos días.— Sin expresión, yo no quería estar aquí, debía.

—Soy el príncipe de Aldiba, Jinn.— Sonrió amistoso en realidad.

—Un gusto, Ana.— Extendí mi mano, como en las lecciones de modales y el me besó los nudillos, su mano estaba sudorosa... no se sintió agradable.

—El es mi caballero Jorge.— Señalé sin mirarlo.— Nos acompañará a distancia en todo momento.

—Ah, hola.— No me gustó para nada como esta zanahoria miró a Jorge, pero debía aguantar.

Caminamos por el jardín, de repente miraba a Jorge de reojo, tenía la mirada en el pasto y estaba a un metro y medio más o menos. Jinn resultó divertido pero bastante vanidoso, como si su vida dependiera de eso y por si fuera poco solo hablaba de él, “yo esto, yo aquello” ¡Exasperante!

—Y dime Ana ¿Ese tipo siempre te acompaña a todos lados?— Me dió un codazo como si fuera cómplice de su absurdo comentario.

—Su nombre es Jorge.— Mis dientes de apretaron.— Obviamente, es mi guardián.— Dije con un tono más suelto, era muy temprano para enojarme.

—Ya veo ¿Que edad tiene? — Se burló, ¿Se burló? ¡Maldito seas!— Se ve algo viejo.— Una carcajada sonó y supe que era suficiente.

—Muchas gracias por haber venido.— Me di la vuelta y lo dejé ahí parado, Jorge solo siguió mi paso, estoico, pulcro y firme.

My Lady.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora