XXV Parte II.

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Al caer la noche, adentrándome en la madrugada fría, decidí que sería buena hora para entrar. Mase estaría bastante distraído, supongo y con suerte encontraría al maldito de Mase.

Antes de entrar ví a lo lejos en el cielo, una bala de cañón volando por lo alto y  estamparse contra un muro del palacio, me detuve asombrado... tenía entendido que solo quería asustar a la gente, no dañar el maldito palacio, esto sería más difícil de lo que pensé, baje mi casco y desenfunde mi espada, no mataría a nadie, siempre y cuando nadie se me acercará o me impidiera hacer lo que quiero.

Subí por la parte trasera del palacio, con una cuerda y gancho, la noche me favorecía y el traje negro era un táctica asombrosa. El tejado era resbaladizo, pero use todo de mi para mantener el equilibrio.

Alguien había salido corriendo hacía las caballerizas pero no tengo idea de quién era, un soldado tal vez. Gracias a ese maldito cañonazo todos debieron haberse despertado... ¡Joder!

Y así fue, Mase salió con el lame botas de Miles a un lado, podría esperar adentro...

Tomé la cuerda y me escabullí por la chimenea, caí sobre la leña carbonizada en un sonido sordo. Solo debía esperar y cazar a Miles...


La madrugada había caído, y como arte de magia Moulin se puso de pie con ayuda de su peculiar bastón, despertó a todos y cada uno de los caballeros que aún tenían los ojos cerrados y otros que roncaban, somnolientos, se colocaron su armadura.

—Estratégia necesitamos Steven.— Moulin golpeó su bota sucia con el bastón.

—Muy bien, ustedes qué tienen la armadura de Endor pueden ir por delante, nosotros iremos por detrás del palacio... Deberán bombardear el palacio para hacerlos salir del palacio y entonces nosotros entramos.— Steven explicó haciendo marcas en la nieve con su dedo enguantado.

—¿Y porqué no entrar justo ahora? ¿Todos juntos? — Dijo un endoriano.— De todas formas no saben que estamos aquí o por lo menos no ustedes.—Concluyó cruzando los brazos sobre su pecho.

—Factor sorpresa, deben seguir creyendo que todo está bien, además hay que sacar a la princesa.— Replicó Steven.

—Convencer a más hombres debemos.— Moulin alzó la voz.

—Dejen eso a nosotros, ustedes entren allá.— El endoriano asintió.— Mentiremos al rey para que ustedes entren.— Miró a sus hombres y todos asintieron.

Moulin, Steven, el rey Bail y los pocos hombres de Corstum, se dispersaron entre los árboles para llegar a la parte trasera del palacio. Cuando estuvieron lo suficientemente lejos el jefe del pelotón endoriano, dió la orden para seguir a la zona de cañones.

—¿Sam? — Un joven capitán acargo de ese pelotón bombardero reconoció al hombre desertor.

—Chris, necesitamos hablar.— Lo tomó del hombro y sonrió.

Chris siguió a Sam dentro de una vieja choza, los chicos de ahí debían quedarse en este lugar hasta tener órdenes de Miles. Sam explicó todo lo ocurrido con lujo de detalles, como esos hombres de Corstum que se hacían llamar maestros, los habían ayudado y no los habían lastimado después de enterarse de todo lo turbio detrás de esto, Chris cada vez se asombraba más y más, cuando Sam finalizó con poder derrocar al rey Mase, Chris sonrió y acepto lo que se debía hacer.

Al igual que otros hombres, él tenía a su hija pequeña y su madre bajo el yugo del rey Mase, así que se arriesgaría con tal de salvar a su familia.

Hablo con los chicos y todos estuvieron de acuerdo, algunos con miedo pero se logró. Dió la orden y el primer cañonazo de trampa salió disparado impactandose muy cerca de la gran entrada.

My Lady.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora