Capítulo 13

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Capítulo 13

   Aquella conversación con Stephan me había tumbado un poco. Y no lo culpaba por aquello que me había dicho. Pero aquella comparación con mi padre ciertamente me había desalentado. Aunque, de una manera u otra, sabía que si me había alejado de ellos un poco, era porque había encontrado un sentido de seguir adelante. Y esa antigua manera de llevar mi vida, ya no me llenaba.


   Dejé que aquella sensación desagradable desapareciera de mi cabeza. El sonido del tono de mi móvil me regresó a la realidad, por lo que lo tomé, encontrándome con el nombre de Sabrina.


—  Alo....

—  Hola Owen, ¿estás ocupado?

— Solo un poco...

— ¿Estoy llamando en un mal momento?—  inquirió al escuchar mi tono de voz.

—  No... ¿Por qué lo preguntas?

—  Suenas algo extraño...

— No ha sido un gran día para mí...Solo eso...

—  ¿Seguro?... Es que te escuchas tan diferente...

—  Bueno... Ya conoces algo nuevo en mí...—  expresé en un tono más amable. Recordándome que ella no era la culpable de mi mal genio en ese momento—  ¿Cómo has estado? ¿Y esta maravillosa sorpresa?

—  Quería decirte que he estado pensando en ir este fin de semana a Holmes Chapel... Y quería preguntarte si podríamos vernos. Claro está, si no estás muy ocupado.

—  No tengo planes para el fin de semana... Me alegra saber que vendrás.

—  Elena me ha animado... Y no he podido negarme. Y pensé en la posibilidad de ver si podíamos vernos...

—  Me encantaría...


    Después de eso colgué con educación, a pesar de que estaba claro con mi tono de voz que no estaba de ánimos para hablar con alguien. Estaba en medio de una pelea interna que me dejaba desarmado.


     Me lancé nuevamente en mi cama. Cerré los ojos. Sabía que había cambiado, pero todo aquello seguía siendo nuevo para mí.


    ¿Cómo había sido posible llegar hasta ese punto? Sonreí incrédulo. Porque era consciente que Sabrina me había golpeado como ninguna lo había logrado. Y ahora estaba pensando en ella.


    Abrí los ojos, sin lograr identificar en qué momento especifico ella había tocado mi alma. ¿Sería al hablarme sin inmutarse en ocultar lo que pensaba? ¿ o había sido su forma de ser ante mi actitud distante cuando ambos nos conocimos?


—  Bienvenido, Owen... A algo desconocido que ahora es parte de ti... Y no puedes ocultar cuánto te encanta.— expresé en un tono burlón hacia mí mismo.


   Lejos de allí, Sabrina se enfrentaba a una oleada de pensamientos que había llegado a su mente, después de colgar.


<< Nathan... ¿Qué sucede en mí cada vez que pienso en ti?... Y esto me asusta porque probablemente sea la única en sentir este sentimiento... >>


   Se sentía tan extraña aún más, sin entender por qué aquello le había tenido que ocurrir a ella. Pero no podía negarse aquella agradable sensación de haber podido escuchar mi voz o saber de mí.


   ¿Cuánto tiempo más perdería negándose aquella verdad que había dentro de sí misma? Quizás era mejor que todo siguiera como había transcurrido durante nuestro primer encuentro. Siendo simples conocidos y ahora simples amigos.


   Sin embargo, ignoraba que no era la única que se había sentido de esa manera. Aunque el Nathan de antes era alguien que huía del amor. Y cualquier encuentro con aquel sentimiento.


   Ahora, él era diferente.


    A la mañana siguiente, Clöe se acercó de nuevo a aquella pequeña tienda que Sabrina había abierto con mucho esfuerzo. No era tan sofisticada como la de los grandes diseñadores. Pero era un inicio. Y eso era lo único que le importaba a ella, porque lo había hecho por sí misma, sin ayuda de su padre.


— ¿Sabrina? ¿Te sientes bien?— preguntó al entrar y encontrarla recostada de una pared.

 —No, no me siento bien.

— ¿Qué sientes? ¿Qué tienes?

—  No lo sé... No lo sé.— mentía para no preocupar a su amiga—. Ayúdame a sentarme.

— ¡Estás muy pálida!... Es mejor que te lleve a un médico.

— ¡No!...  No es necesario... Ya se me quitara.

—  ¿Estás segura? Ayer no abriste porque también te sentías mal. ¿Sigues con el mismo malestar de ayer?

— Clöe... No te preocupes. Ya se me pasará...

— Aún insisto que deberíamos ir al médico... La salud no es un juego. Y tú muy bien sabes que últimamente no te has sentido bien. Y te veo últimamente algo pálida.

— No exageres... Es mi color natural... De seguro algo me cayó mal. Tengo indigestión o es algún virus extraño.

—  ¿Segura?_ preguntó sin todavía creerme.

—  Sí...


    No quería alarmar a todo su alrededor. Una vez había tenido el deseo de comunicarles a todos lo que le sucedía, pero había cometido el error de buscar apoyo en su padre. En la principal persona que "supuestamente" debía preocuparse por ella. Llevándose una completa decepción. Él no le había creído y sólo les interesaba sus propios intereses. Y simplemente creía que era una excusa de su hija al no querer participar en sus negocios. Además, para él, ella siempre había sido una chica muy sana. Y se veía tan saludable, que solo era una mentira todo aquello.


    Y por último, cuando había vuelto a sentir aquellos horribles malestares el día anterior, había sentido la necesidad de desahogarse con alguien. Y había buscado ayuda en Elena. Y lo que había conseguido con ello, había sido hacerle llorar y preocuparle.


   Por eso, ahora había decidido no decírselo a más nadie. Ni siquiera a mí. A su nuevo amigo. Ella sabía que su cáncer aún era benigno. Si embargo, debía guardar un rígido cuidado de sí misma, tomar aquel medicamento al pie de la letra y ser optimista, aún a sabiendas de que su cáncer se encontraba alojado en una parte algo arriesgada para ser operable. Por lo que la fe era su mayor fuerza.

Amor IncondicionalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora