Capítulo 1:

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Capítulo 1: "Ese amo, perfecto"

—Ciel, te presento a Sebastian.

Había llegado antes de la escuela por saltearse las clases de deporte. Sus padres no esperaban verlo, y ciertamente él tampoco pensaba encontrarse con ellos charlando en la sala con un sujeto extraño; el cual lo paralizó cuando sus miradas chocaron. Quedando en el marco de la puerta, confundido e inoportuno, observó al hombre de negros cabellos y ropa igual de oscura. Traía uñas negras y unos ojos borgoña que le daban la sensación de que se enterraban en su alma. Le había sonreído, lo miraba con ternura. ¿Era esa la forma de describir su dulce semblante? No lo sabía. No podía asumir nada de un desconocido.

Su madre lo llamó y le dijo con amabilidad que los acompañara a ella y a su padre con su invitado. Ingresó al cuarto lentamente sin bajar la vista y se sentó al lado de su madre, frente al hombre. No dijo nada, esperó a que ellos empezaran.

Sebastian, dijo.

—Como el perro — soltó sin pensar. Y es que su ya fallecida mascota se llamaba así.

—Ciel... — su padre lo llamó con reprensión. Sebastian había reído.

Una risa que, por alguna razón, le causó un escalofrío.

—Señor Phantomhive — su voz era profunda, elegante —, no hay cuidado. Su hijo es tan grosero como un gato, y eso lo podré manejar.

—¿Disculpa? — su ceño se frunció al oír tal forma de dirigirse a él en su primera conversación. ¿Le había llamado "gato"? — ¿Quién eres tú?

—Seré su protector de ahora en más, señorito — dijo inclinándose un poco estando sentado al lado del Phantomhive mayor —. Un placer.

—Protector, dices... Papá, ¿Qué significa esto? — le preguntó a Vincent.

—Tal y como has oído, Ciel — dijo él con su habitual sonrisa —. Sebastian te va a cuidar mientras nosotros no estemos en casa, lo cual es muy frecuente. Atenderá cualquier cosa que necesites.

—¿Una niñera? ¿Es en serio? — rio secamente Ciel, incrédulo. Por el contrario, Sebastian no se ofendió — Puedo cuidarme solo. Paso la mayor parte del tiempo en la escuela y ahí como bien. Al llegar a casa no necesito de nada.

—La escuela tendrá un recorte de horarios, Ciel. Sabes cómo está la situación actual — dijo Rachel, refiriéndose a los problemas sanitarios del país. Habían informado que la presencialidad no sería tan larga ya —. Tu padre y yo nos dimos cuenta de que no podemos dejarte todo el tiempo solo.

—Ustedes estarán en casa. Trabajarán desde aquí — dijo Ciel.

—No, cariño. Yo no puedo — el pequeño había olvidado que su madre era enfermera en el hospital de su tía Angelina —. Y tu papá, para ese entonces, tendrá que quedarse en Alemania con Diedrich.

—¿Te irás por meses? — cuestionó a su padre, asombrado. Vincent miró a Sebastian.

—Hijo, entiende esta decisión — pidió él. El pequeño miró al suelo, balanceando sus pies con nerviosismo —. Sebastian fue muy recomendado por tu tío. Él sabrá asistirte perfectamente.

—Bueno — simplemente dijo. No había nada más que decir, después de todo. Levantó la vista para ver al azabache frente a él. Ya no se veía tan contento —. Soy Ciel — dijo con un tono resignado —, supongo que eso ya lo sabes.

—Sí, pero hay mucho que me gustaría saber.

Quería pedirle que se ahorrara tales comentarios. Fingiendo interés en su persona cuando sólo quería el dinero de sus padres, mas no lo haría frente a ellos. Ya suficiente tenían.

𝕷𝖆 𝕿𝖗𝖎𝖘𝖙𝖊𝖟𝖆 𝖉𝖊𝖑 𝕯𝖎𝖆𝖇𝖑𝖔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora