Capítulo 10:

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Capítulo 10: "Ese amo, leal a su palabra"

Le contó todo a detalle, aunque no había tanto que decirle. Lo que fueron como dos horas él lo vio como veinte minutos. Sebastian estaba maravillado con ese pequeño avance; su amo estaba hablando consigo mismo. Se estaba conociendo. Cuando supo que fue lo primero que vio en su mundo de ensueño levantó a su amo y le pidió que desarrollara lo que vivió. Vincent estaba trabajando en el piso de arriba, aprovechando ellos la cocina.

—Fue como cualquier mañana, pero me hablabas con demasiada formalidad — relató Ciel en sus brazos. Estando tan cerca del anillo jugueteó con él —. Tenías puesto tu uniforme de mayordomo. En lugar de maquillaje llevabas guantes blancos para esconder la marca de contrato. Me hablabas de mi té favorito...

—Earl Grey. Por supuesto — adivinó. No sorprendió a Ciel.

—Tengo que aprenderme esos nombres — anotó mentalmente —. Eras un insensible.

—¿Qué fue lo que dije? — se extrañó. No pudo haber hecho algo mal tan rápido, ¿O sí?

—Al verme tan desconcertado pensaste que era por una pesadilla. Ya sabes, estrés post traumático — actuó como si le restara importancia, reprochándole al mayor su falta de empatía —. Como nunca habías visto tal estado dijiste que me apurara porque tenía muchos deberes. Luego recordaste que Agni dijo que eso no se hacía y me meciste como si fuéramos él y Soma. Te di un buen golpe para que dejaras de ser un incompetente, te imaginarás.

—¿Así me retrató? — sus ánimos descendieron.

—Es una ilusión, Sebastian. No quiere decir que tú actúes así — explicó.

—Es como mi amo cree que actuaría. Usted me conoce. Sabe que sí hubiera actuado de esa forma. Yo lo sé porque así era yo — Ciel arqueó una ceja en consecuencia.

—¿Y qué te decepciona? — cuestionó.

—Que no entiendo la razón por la que lo pondría en una situación con mi antiguo "yo", solo sé que no es para mimarlo — resopló y lo dejó encima de la barra. Se arremangó en señal de que iba a empezar a cocinar.

—Aguántate — dijo Ciel mientras balanceaba los pies de un lado al otro —. Si así lo trataste como para que conozca tu lado más frívolo no es nuestra culpa.

—Lo sé. Lo sé — el muchacho no sabía nada de cocina, pero se dio cuenta de que comerían pasta esa noche —. Al final del día sigo siendo un demonio, ¿Sabe?

—Lo entendemos. Te juzgas solo — se hundió de hombros.

—Hablando en tercera persona del plural, ¿Hm? No lo apruebo — dijo Sebastian.

—No pienso tratarme como una sola persona hasta aliarme con él — le discutió Ciel —. Porque a mí en serio me sorprendió que fueras un estúpido. Ya eres estúpido, ese era el nivel de mala estupidez. No conozco esa parte de ti, así que él se encarga de presentármela.

—Con suerte le entendí — una vez tenía la mezcla se colocó guantes descartables para amasar —. No es como si pudiera cambiar más. No soy una persona.

—Dios... ¿Y quién te lo pide? Deja de estar a la defensiva. No se trata de ti — cruzó sus piernas. Subido a la mesa tenía un acceso más cercano al "estante de porquerías", designado por el de negro. Tomó una bolsa de papas fritas —. Relájate.

—¿Por qué ahora yo soy el tenso? — miró de reojo — Se ve que tuvo una charla de padre e hijo.

Se interrumpió antes de morder su primera papa. Pateó al azabache en la cintura.

𝕷𝖆 𝕿𝖗𝖎𝖘𝖙𝖊𝖟𝖆 𝖉𝖊𝖑 𝕯𝖎𝖆𝖇𝖑𝖔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora