Capítulo 20:

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Capítulo 20: "Ese amo, un demonio"

—Ah... eso que ustedes llaman "cinematic record"... ¿Nos puede mostrar el pasado como una película?

—Básicamente sí. Es como "la perspectiva de Dios" ante nuestra vida, quiero decir, si le importáramos.

Ciel no quería que lo vieran, pero no quería mostrarse arrepentido cuando sus sirvientes estaban orgullosos de sus hazañas. Al mismo tiempo necesitaba saber qué había en su cabeza, ordenarse para ver quién era. Estaba intranquilo, mas Undertaker no tenía la intención de lastimarlo.

Por otro lado, Sebastian no quería que Undertaker volviera a usar su guadaña en él nunca más.

Antes de que empezaran a discutir, Othello levantó su mano.

—Yo puedo usar mi guadaña en ti, conde — se ofreció él sacando su recolectora, que parecía una versión miniatura de la imponente guadaña de su abuelo.

Ciel podía decir que no, aunque ya estaba ahí. Orgullosamente, quería ser aceptado por sus padres. No quería mentir nunca más.

—No hará falta. Tengo una — sacó de su bolsillo unas tijeras guadaña. Grell la reconoció.

—¡Esa era mía! Sebas la tenía — dijo. Ciel sonrió ladino.

—Ahora me pertenece — una vez dicho aquello, las tijeras rojas se transformaron en azules con zafiros incrustados. La guadaña se convirtió en parte de él. Undertaker se rio a carcajadas, más que nada porque incluso sus parientes podían comprender que tenía poderes.

—Como una parca más — se enorgulleció.

Ciel no se mostró feliz como él. Sin querer hacerse daño, cortó un poco de su cabello con su nueva arma. De pronto, distintas figuras salieron de cada uno de sus parientes. Sombras con sus formas lo rodearon en el centro del jardín. No se atrevieron a hacer nada. Ya sabían de qué se trataba.

—¡Aléjate de mi hermana! — gritó un Edward que sostenía una espada a punto de atacarlo.

—Tu padre estaría decepcionado de ti — dijo una demacrada Frances sentada en una silla de madera.

—¡Yo nunca diría eso! — gritó Frances, ofendida. No sabía si eso había sido la imaginación de Ciel.

—Eso fue lo que le dijo en su vida pasada — explicó Grell a la mujer, haciéndoles saber a todos que esas serían cosas que Ciel había escuchado.

—Entrégate como un hombre. No lo hagas más difícil — imploró un canoso Alexis a su amado sobrino, rompiéndole el corazón tener eso en su consciencia.

Ciel fingía inmunidad ante esos comentarios, aunque el pasto estaba más húmedo alrededor.

—¡Ojalá nunca hubieras nacido! — gritó de furia Angelina con un cuchillo en la mano.

La embarazada se asustó tanto que casi se cae de no ser por Grell. ¿Por qué ella haría y diría algo así?

—¿Yo hice eso? — solo pudo pronunciar.

Muere... ¡Muérete, por favor! ¡Lo único que traes es sufrimiento! ¡Te sigue la muerte! ¡Muere, Lord Sirius! — Elizabeth había dirigido una espada a su pecho, que solo lo atravesó por ser una ilusión, pero la sensación le hizo a Ciel flaquear hasta caer de rodillas hiperventilándose. Lizzy chilló, consternada. Casi mató a su primo a propósito.

Ciel y tú no están hechos para lo mismo. Hay un plan de Dios que tiene todo escrito — rio Rachel mientras bordaba. Aunque eso no era tan doloroso como lo que su padre dijo.

𝕷𝖆 𝕿𝖗𝖎𝖘𝖙𝖊𝖟𝖆 𝖉𝖊𝖑 𝕯𝖎𝖆𝖇𝖑𝖔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora