𝟣𝟢 | 𝖣𝖨𝖤𝖹

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Jaemin llegó a su habitación sintiéndose triste, desilusionado, y con rabia. Mucha rabia consigo mismo. ¿Cómo podía caer tan bajo para pensar que Jeno iba a cambiar? En serio no entendía nada de lo que estaba pasando. El mayor le decía esas cosas, le seguía su beso y todo, pero luego se olvidaba de lo que había pasado y volvía a ser el Slytherin que tanto lo molestaba.

Se fijó en Beomgyu y este ya se encontraba durmiendo, estos últimos días podía notar como el menor estaba cada vez más raro y no había podido preguntarle qué sucedía. Le hacía preguntas raras, estaba todo el día con su cara de analizar y además se quedaba horas y horas en la biblioteca. No quería sonar exagerado pero era bastante preocupante.

El reloj en la pared marcaba casi media noche y no contaba ni con una gota de sueño, simplemente genial.

Sabía que estaba mal, pero en serio no quería pasar otra noche desvelándose. Abrió su cajón y sacó un frasco con una poción. Tres simples gotas bastaron. El rubio sentía como sus ojos se cerraban y el cansancio invadía todo su cuerpo. Siguió las indicaciones que le habían dado y comenzó a contar.

"1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8..." Ni siquiera pudo llegar a diez cuando quedó desplomado en su cama. Vaya que eran buenas esas gotas.

-

Estaba lo siguiente a molesto, pero también su corazón se llenaba con decepción. El hecho de que Beomgyu no lo haya despertado en la mañana sólo confirmaba sus sospechas; el problema era él. La razón por la que Beomgyu estaba distante y pensativo era el mismo. Pero ¿Por qué? No entendía que era lo que había hecho mal.

Obvio el castaño no era tan desconsiderado como para dejarlo durmiendo por lo que quedaba del día. Así que a las 06:30 sonaba por toda su habitación una bocina que había despertado a todos los troles del bosque, y obvio, a él también. Era es la razón de su molestia. Levantarse con un ruido fuerte siempre lo ponía chinchudo y no era la primera vez que Beomgyu lo hacía.

Para colmo, se había olvidado de que tenía clases particulares con los chicos de segundo así que se encontraba corriendo por todo el castillo para poder llegar a tiempo con sus pichones, no tan pichones. Si bien estaba molesto, no era culpa de los niños, por lo que las clases pasaron tranquilas.

El problema principal ocurrió en el segundo período. Todo Hogwarts estaba en sus asuntos, pero los alumnos de último año estaban en algo así como hora libre porque su profesor estaba atendiendo problemas importantes con el director del colegio.

No quería perder su dignidad, sabía que era mucho más que eso. Pero no pudo evitar emocionarse cuando le llegó una conocida notita, con una conocida letra que decía:

"Campanario - 16:30"

En serio no quería perder su dignidad, pero tampoco podía ocultar la emoción que le dio leer esa nota. Pero no, esta vez no se iba a quedar callado. Estaba preparado para decirle todo a la cara. Pensó en escribir lo que le iba a decir, pero decidió que no. Si lo escribía se iba a poner nervioso y se iba a olvidar de todo.

Faltando unos minutos se dirigió hasta el lugar y sonrío cuando notó como el mayor ya estaba allí y caminaba algo nervioso por el lugar.

—Veo que llegaste temprano. —saludó.

El más alto se giró sorprendido y lo miró. Estaba con su uniforme de Slytherin. No sabía si era la luz, el viento, la hora o su vista, pero no podía negar que hoy estaba demasiado guapo. Su cabello oscuro caía despreocupadamente por su frente, algunos de sus pelos tocaban sus ojos haciendo que cerrara sus ojos cada cierto tiempo. Jaemin pudo notar como estaba pensativo porque antes de girarse éste estaba arrugando su nariz. Así como él fruncía el ceño y Beomgyu ladeaba un poco su cabeza, Jeno fruncía su nariz mientras analizaba algo.

—Sí. Jaemin, escuch... —

El rubio podía estar fascinado con la belleza del mayor, pero aún así no olvidaba su dolido corazón que Jeno había dañado.

—No, Jeno. Hoy voy a hablar yo. Quiero hablar yo. —dijo interrumpiéndolo. —Y si hay un poquito de verdad lo que me dijiste ayer en el bosque, vas a quedarte a escucharme.

Sabía que estaba siendo un poco duro, pero quería que lo escuchen, necesitaba que lo escuchen. El pelinegro, a pesar de que Jaemin quería lucir rudo, se enterneció con esa imagen. Suspiró y le hizo una seña para que continúe hablando.

El rubio carraspeó y comenzó; —Yo la verdad no entiendo. No entiendo que es lo que quieres hacer... Vienes un día y me dices un montón de cosas pero tus actitudes me demuestran lo contrario. Yo... Yo necesito saber que pasa. Necesito saber cómo estás tú detrás de todo esto.

—Es complicado, Jaemin. —contestó el mayor bajando la mirada.

—Dime como hiciste para hacer todo eso... —sus miradas se conectaron. —Por favor, dim...

—Usé el giratiempo.

Silencio. El silencio reinaba entre los dos magos. Si no fuese por el sonido de unas puertas cerrándose, las aves y el soplar del viento, el silencio reinaría completamente en aquel lugar.

—¿El qué? —preguntó el menor un poco desconcertado.

—Giratiempo. —el mayor tomó bastante aire pensando en cómo diría lo siguiente. —Es una larga historia, pero en resumidas cuentas... con este aparato puedo hacer algo así como viajar en el tiempo. Y lo he estado usando para...—

—¿Para qué, Jeno? ¿Para qué lo has estado usando? —Jaemin sonaba un poco confundido y el mayor no quería soltar palabras.

—Lo he estado usando para ayudarte.

Lo dicho cayó sobre el rubio como una balde de agua fría, agua helada mejor dicho. Podía escuchar como su cerebro procesaba toda la información y de repente le dieron ganas de irse a acostarse a su cama para descansar un rato. Por su parte, Jeno tenía un nudo en el pecho que le dificultaba el habla. Ya sabía como iba a reaccionar Jaemin.

—¿Ayudarme? ¿En qué? —el menor sabía que no quería escuchar la respuesta, pero aún así lo preguntó.

—Al principio sólo lo hacía cuando estabas en verdadero peligro.

—¿Pero? —preguntó Na con lágrimas en sus ojos.

—Pero no me gusta verte triste.

—Así que hiciste trampa... ¿No es así? Youngmin... él era el verdadero prefecto ¿No? —preguntó con la voz casi rota. El pelinegro bajó la mirada y asintió. —O sea, que todos mi logros, todo de lo que estoy orgulloso, todo... yo... ¡Es una vil mentira! —no aguantó más. Las lágrimas corrían por sus mejillas.

—No, yo sólo te ayudé co... —el mayor quiso hablar pero no.

—¿Y cómo se yo que es cierto? ¿Cómo sé que no me estás mintiendo para no verme triste? —dijo esto último haciendo señas de comillas con sus manos.

No se había dado cuenta pero estaba casi gritando. Suspiró y trató de calmarse. Pensó en Youngmin, él y su familia seguro esperaban que sea prefecto. Pensó en Beomgyu, ¿lo habrá ayudado con él también? Pensó en todos sus exámenes, todos sus sobresalientes. Su repisa llena de trofeos no tenía gracia ahora mismo, ahora que sabía que él no las había ganado.

—Yo... Yo sé que ahora no quieres escucharme. —comenzó a hablar el pelinegro llamando la atención del menor. —Por eso, te quiero dar esto. Cuando estés listo, ábrelo. —dejó un pequeño sobre blanco casi amarillo en las manos de Jaemin y antes de girarse dijo; —Nos vemos, Nana. —y se alejó por el pasillo.

Jaemin, con lágrimas aún cayendo por sus mejillas se fue a su habitación. Necesitaba pensar, necesitaba tener la cabeza fresca para ver cuál sería el siguiente paso.

—Hey Jae... —Beomgyu lo miró alarmado y caminó a paso rápido hasta él. —Jaemin, ¿Qué sucedió? ¿Estás bien?

El rubio no pudo decir nada, simplemente se abrazó al castaño y comenzó a llorar desconsoladamente.

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