𝟢𝟣 | 𝖴𝖭𝖮

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Jaemin era el estudiante ejemplo. Toda la vida se había esforzado por enorgullecer a sus padres y él creía que, por fin, lo estaba haciendo. Luego de tantos años de esfuerzo y esfuerzo, su meta estaba siendo cumplida.

Si una palabra definiese al rubio sería perfección, aunque él no entendiese mucho el porqué. Y es que sí, se esforzaba por que las cosas le salgan bien pero también sabía que era torpe, olvidadizo y algo así como un imán de problemas. Entonces ¿Cómo alguien así podía ser tan perfecto? Ni él lo sabía. Por más de que intentara e intentara comprender la situación, no podía. Siempre que algo estaba a punto de arruinar su perfección, pasaban cosas extrañas y todo salía en beneficio de él. Aún así se esforzaba muchísimo por ser el mejor en todo lo que le gustaba.

Estudiar era de sus cosas favoritas. Ir a leer un buen libro a la biblioteca, le daba mil años de vida. Aprender, experimentar, pensar, simplemente de le encantaba. Aunque él prefería leer en la comodidad de su cuarto, acompañado de los raros comentarios de su mejor amigo, Beomgyu.

Era algo raro para un estudiante de Hogwarts, el mejor colegio de magia y hechicería del mundo. Pero Jaemin creía fervientemente que la lógica siempre funcionaba, no había manera de que esta fallara. Por eso no se sorprendió cuando en su primer año, el sombrero seleccionador había gritado a penas unos segundos después de apoyarse en su cabeza "¡Ravenclaw!". Estaba muy orgulloso de ser uno, su madre y su abuelo habían sido unos de los mejores, y más conocidos, de toda la casa. Por eso mismo, Inseong -el prefecto en ese entonces- lo había recibido con los brazos abiertos en la mesa que le correspondía.

Pero eso fue en su primer año. Hoy en día, Jaemin ya estaba en el último. Pero tampoco se había sorprendido cuando lo designaron prefecto de la casa, vamos, era el mejor. Aunque si lo sacó un poco de contexto el hecho de que Youngmin, el segundo mejor alumno y su competencia, no se presentara a la reunión de prefectos y, por ende, cediera su puesto.

A eso se refería con extraño, porque sin duda si Youngmin se lo proponía y se esforzaba, podía sacarle el puesto, él era demasiado inteligente y ordenado. Pero de la nada decidió que ser prefecto no valía la pena. Para Jaemin fue raro, pero no le molestó. Se sorprendió mucho, pero se le pasó ni bien leyó las felicitaciones de sus padres y abuelos.

Sin duda lo había beneficiado la decisión de Youngmin, ahora era prefecto de la casa junto a Suyeon y amaba hacerlo. Por ser su último año, ya estaba transitando su tercer ciclo escolar en esa posición. A veces se cansaba un poco, pero amaba ayudar a los estudiantes de primer año, enseñarles el colegio y darles consejos, como ahora.

—Por aquí están las mazmorras, aquí se ubican los dormitorios y la sala común de Slytherin. Para llegar a la clase de pocio...—una voz, a su pesar muy conocida, lo interrumpió.

—Oh por Dios, Miren el cerebrito que tenemos por aquí.

En frente suyo se encontraba Lee Jeno, un Slytherin que tenía el ego tan grande que no sabía como podía pasar por el pasillo sin quedarse estancado.

—Jeno, ¿Qué haces aquí? —preguntó tratando de mostrar madurez frente a los estudiantes de primer año.

—Estoy mostrándole a mis pichones el colegio. —dijo señalando detrás de él.

Ahí recién Jaemin pudo notar a los niños de primer año de la casa de Slytherin. Eran por lo menos cuarenta y todos tenía caritas inocentes, todavía no eran cien porciento Slytherin como el chico que estaba en frente de él. Ellos sí parecían magos, emocionados por aprender sobre magia y hechicería. Quería adoptarlos a todos en su casa y que no tengan como prefecto a ese neandertal. Con todo el respeto hacia los neandertales.

—Esta parte del colegio la tiene reservada Ravenclaw para recorrer hoy. A Slytherin le toca mañana. —contestó seguro de sí mismo y con la frente en alto.

—Te equivocas, niño. —Jeno estaba con una sonrisa arrogante, típicas de él. Si no las hubiese visto, seguro dudaría que tenga otras sonrisas.

—No, mira. En el pergamino dice qu...— en un pestañear de ojos el pergamino cambió.

El chasquido de los dedos de Jeno se había escuchado en todo el pasillo. Y los pichones de Jeno y los de Jaemin también estaban con los ojos casi saliendo de sus cuencas.

—¡Sabes que no se pueda usar magia fuera de clases, Jeno!

Él mayor río y miró desde arriba al menor con cara de altanería. Jaemin lo odiaba, toda su cara decía "Soy mejor que tú. No soy perfecto pero aún así soy mejor que tú."

—¿Y quién va a contarlo? ¿Tú? —señaló a Jaemin, luego detrás de él— ¿Tus chicos? Vamos Jaemin, dime que dice el pergamino.

El menor tragó y desvió la mirada. Lo pensó unos segundos y luego se giró dándole la espalda a los Slytherin. No valía la pena.

—Vamos chicos, seguimos mañana.

Ni siquiera quiso mirar hacia atrás. ¿Para qué? ¿Para ver la cara de satisfacción de Jeno? No, gracias. Prefería ser comido por un ogro que esté detrás de él antes que ver su cara.

De los seis, casi siete años que lleva en Hogwarts, Jeno lo había molestado la mayoría. No sabía porqué le tiene tanto odio. Tal vez por que es Ravenclaw, o porque es un maldito sangre sucia, pero a los ojos de Jaemin no era excusa.

Con la cabeza agacha caminó hasta su habitación luego de acompañar a todos sus pichones a cada una de sus habitaciones, no podía dejarlos que vayan solos ¡Todavía eran unos bebés! Y estaban medio perdidos. 

Llegó a su dormitorio luego de unos diez minutos y no pudo evitar quedarse extrañado cuando su mejor amigo lo abrazó apenas cruzó el umbral de la puerta.

—¡Por Dios, Jaemin! ¿Estás bien? Me tenías preocupado.

¿Preocupado? Si él estaba seguro de que le había dicho que iba a cumplir sus tareas como prefecto.

—Beomgyu, ¿Qué sucede? —preguntó extrañado.

—¿No estabas en las mazmorras? Acaban de avisar que nos quedemos en nuestras habitaciones porque hay un ogro suelto allí.

El rubio sintió como se le bajaba la presión y toda su cara se quedaba pálida. No podía ser verdad... ¡Los pichones de Slytherin!

—¿Cómo? Pero si los Slytherin estaban allí... —dijo mientras se daba la vuelta, listo para ir a hacerle frente a cualquier cosa que quiera atacar a los mini-magos.

Beomgyu lo retuvo y luego le dijo;

—Jaemin, espera. Cuando dieron el aviso, dijeron que sólo había un estudiante allí.

1081 palabras

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